¿Hacia dónde, México?


Rodrigo Vidaurre_ Casi literalEn teoría, la propuesta de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) suena bien para quienes estamos cansados de la política tradicional y el estatus quo que beneficia al privilegio. El presidente llegó al poder en 2018 tras movilizar una campaña en contra de los partidos tradicionales —PRI y PAN— que juntos sumaban casi 90 años de gobiernos marcados por la incompetencia y la corrupción. La contundente victoria que su partido MORENA obtuvo en las presidenciales y legislativas de aquel año es prueba de lo mucho que México pedía un cambio.

Como muchos políticos, AMLO supo canalizar la frustración de la gente y convertirla en esperanza hacia un nuevo proyecto político. Hábilmente, el entonces candidato construyó una narrativa poderosa. Culpó a la élite político-económica de los problemas del país y se presentó a sí mismo como representante del pueblo, salvador de México y motor de una Cuarta Transformación (4T) que seguiría a la Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana en los libros de historia.

Desde su concepción, MORENA fue un proyecto político contradictorio; una coalición de trabajadores y sindicalistas, cuadros progresistas de clase media, intelectuales y empresarios leales al partido encabezada por un líder con simpatías ambiguas que van desde el socialismo hasta el corporativismo nacionalista. El lopezobradorismo colapsa estas contradicciones y matices en un discurso presidencial simple: el pueblo moral, encarnado en AMLO, contra lo que él llama el conservadurismo neoliberal y los intereses extranjeros.

Pero hacer campaña es más fácil que gobernar. Se han visto pocos o nulos avances en materia de seguridad y economía tras tres años de gobierno con poca oposición y el oficialismo se tambalea bajo el peso de sus propias contradicciones. Durante años la razón de ser de este gobierno ha sido mantener a «los de antes» lejos del poder; pero, tanto en su composición como en sus prácticas de corrupción y nepotismo, MORENA se parece cada vez más al PRI que juró combatir.

Al presidente no solo lo condena la derecha empresarial. La creación de la Guardia Nacional, por ejemplo, fue criticada por quienes veían en AMLO una salida a la militarización impulsada por el expresidente Felipe Calderón durante su catastrófica guerra contra el narcotráfico. Otro de sus proyectos insignia, el Tren Maya en la zona de Yucatán, ha encontrado oposición por parte de las mismas comunidades indígenas a las que la 4T dijo representar, así como por parte de ambientalistas que también han cuestionado la insistencia del presidente con el desarrollo petrolero.

Si bien es cierto que MORENA hereda un país con muchos problemas sistémicos que no se resuelven en un día, preocupan las formas del presidente de asumir (o no) las críticas hacia sus errores. Cada mañana aparece en televisión atacando a los medios que lo critican y reforzando la narrativa de un gobierno popular cuyo único problema es estar bajo ataque de una supuesta mafia del poder. Esta arrogancia, combinada con su tendencia a gobernar por decreto y por referéndum, preocupan a un país latinoamericano que ha padecido los excesos del caudillismo.

De cara a las elecciones legislativas y municipales de 2021 muchos mexicanos se sentían entre la espada y la pared, obligados a elegir entre el menor de dos males. Si en algún momento MORENA pintó como el mal menor, los resultados nos muestran que México podría estar cambiando de opinión con el partido oficial perdiendo la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y buena parte de su bastión histórico en la Ciudad de México.

El oficialismo acepta a regañadientes estos resultados, pero los atribuye a una campaña de desprestigio por parte de la oposición. Talvez el diagnóstico sea otro: un México que opta por el voto de castigo y apuesta por los contrapesos y la pluralidad. Si bien el lopezobradorismo aún conserva mucha de su inercia y luchará con uñas y dientes antes de abdicar, esta elección demostró que el Leviatán es capaz de sangrar; o sea, que MORENA debe aceptar sus errores y cumplir sus promesas o los votantes les pasarán factura. En cualquier caso, el futuro de México vuelve a estar abierto para escribirse.

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