Aquellas promesas de la parranda electoral en Panamá


Javier Stanziola_ Casi literalNo me pesa la edad, pero tampoco es liviana. Llegan las canas, se van las rodillas y me doy cuenta —aún con ganas— de que estoy pegado a un caballito de carrusel.

Gira y gira, marco los ciclos de mi vida viendo una ligera variación de la misma crueldad. Me aferro al deseo de que esta vuelta será distinta, pero el carrusel te devuelve siempre al mismo lugar. El Canal de Panamá ampliado, orgullo nacional. Costa Rica, la de energía renovable, orgullo internacional… Pero hoy, como ayer, todo es igual. Llegan jóvenes a la Asamblea y a la Alcaldía vendiendo brisitas de cambio. Pero el poder los envuelve, los atrapa sin viento. Llegan con protesta, con fuego en la mirada, pero el alma se vende y la historia sólo gira. El modelo Bukele de hoy, del que ya Catón el Viejo nos había prevenido.

En Panamá invadieron los gringos, el general Manuel Antonio Noriega cayó y sembraron el neoliberalismo, pero los militares aún siguen en las esquinitas puntiagudas del poder. Las guerras subsidiarias de Nicaragua y de El Salvador son cosa del pasado, los dictadores de Nicaragua y de El Salvador de hoy son modelos del futuro. La democracia toma el mando en Centroamérica y es causa de fiesta internacional, pero nunca pasó de ser una parranda electoral que recurrentemente nos deja borrachos y desajustados. El carrusel no se detiene, sigue su paso, y hoy los chicos que conquistaron el poder político en Panamá con brisitas de protesta dicen que no hay dinero para la literatura, pero sí hay chenchén para lucecitas de Navidad. Y en cada vuelta el pasado te saluda con sonrisa Colgate porque nunca ha desaparecido. La corrupción crece, los políticos compran correas más largas y la droga manchada de sangre avanza. Los jóvenes candidatos que ayer se tomaban fotos con abuelitas en batas manchadas hoy son diputados que se toman selfies con hombres que minimizan las luchas de las mujeres y las personas LGBTIQ+. Carrusel caliente, sofocado en un ciclo que no para. Presidentes entran, presidentes salen, promesas que se hielan. El dinero puerco hiede, la mentira se revela, pero la promesa de la transparencia es sólo eso: la promesa de ser transparente. Corrupción revelada sólo hace que el carrusel gire más rápido. Torres de lujo en la ciudad, casa de zinc en los cerros. El sueño canalero, el del dictador Torrijos se pierde en falsos destellos. Otro presidente toma el mando, otra multinacional nos invade con coimas… y nada: nada estalla. La justicia se vende y el pueblo no se calla, pero nada estalla. Gira, sólo gira. Los Panama Papers revelan secretos que incomodan, pero sólo cambian los formularios que debo llenar en los bancos. La mina es inconstitucional, pero monta un kiosquito en la muy carruselaria FIL Panamá. Y es que hasta esas ilusiones se convirtieron en sarcasmo.

El COVID-19 golpea, la economía se tambalea, ahora sí las cosas van a cambiar, pero el poder es prevenir que nos bajemos del carrusel, aplastar cualquier marea de cambio. Papás políticos que ayer usaron a sus hijos de firmas para sus puercadas, hoy lloran frente a las cámaras cuando los signatarios son esposados. La juventud atrapada en mitos de emprendimiento sin capital —sueños que se evaporan, promesas que se disuelven— gira. Son sólo quimeras electorales, pero en cinco años armaremos otra chupata de esperanza. Las reformas fallidas, la educación en ruinas, el pueblo cansado… Y es que la política es poder, no es protesta.

No me pesa la edad, pero ya me quiero bajar.

Ver todas las publicaciones de Javier Stanziola en Casi literal

 

¿Cuánto te gustó este artículo?

Califícalo.

5 / 5. 1


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

desplazarse a la parte superior