En Argentina, hace más de 80 años, el uruguayo Juan Baigorri aseguró haber inventado una máquina capaz de provocar la lluvia. Aquel hombre, seguro de lo que tenía entre manos, declaró que el 2 de enero de 1939 iba a llover sobre todo Buenos Aires, y así fue.
Pero la historia comenzó antes, en 1926. Primero les enseñó su creación a algunos amigos y los chismes de boca en boca hicieron el resto. Fue cuestión de tiempo para que algunos pequeños periódicos le dieran voz. Juan Baigorri, el inventor de aquel artefacto, en poco tiempo ganó mucha fama. Su historia dejó se ser una simple curiosidad de los periódicos y varios gobiernos locales lo reclutaron para combatir pequeñas sequías. Muestra de esto fue su hazaña el 22 de diciembre de 1938 en una zona de Santiago del Estero, donde no llovía desde hacía dieciséis meses.
La dirección de meteorología de Buenos Aires mediante un artículo de prensa publicado el 30 de diciembre de 1938 calificó a la creación de Baigorri como una parodia y un chiste. Las críticas eran lógicas dado que el inventor jamás quiso explicar el funcionamiento de su invento. En respuesta, Baigorri anunció ese mismo día en la radio que su invento haría llover dentro de tres días, es decir, el 2 de enero de 1939. Al salir de la estación compró un paraguas y se lo envió al presidente de la dirección de meteorología. La suerte estaba echada.
Para desgracia de algunos y suerte de otros, aquel 2 de enero Buenos Aires conoció una de las mayores lluvias de su historia y, además, en pleno verano del Cono Sur. Algunos se emocionaron tanto que llamaron a Juan Baigorri «El Júpiter moderno».
La fama de Baigorri llegó a oídos internacionales y el ingeniero se volvió toda una celebridad del momento. Sin embargo, su falta de voluntad por explicar la forma en que su invento funcionaba llevó a que las personas con el tiempo le perdieran el interés. El ingeniero jamás mostró los planos de su invento y al ir perdiendo popularidad se refugió en su casa para no salir jamás.
Su historia aún hoy sigue siendo inexplicable. Algunos teorizaron que el ingeniero manejaba a la perfección las técnicas de la meteorología y gracias a ello sabía las fechas exactas en las que iba a llover. Lo cierto es que, sin importar lo que haya hecho, le funcionó. En vida jamás se equivocó. Y como si se tratara de una novela, el día en que Baigorri murió el 24 de marzo de 1972 también llovió sobre Buenos Aires.
[Foto de portada: Archivo General de la Nación (República Argentina)].
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