USA 2024: todo parece indicar que los candidatos presidenciales de Estados Unidos serán Donald Trump y Joe Biden. Es difícil entender cómo —entre las más de 300 millones de estadounidenses— no haya nadie más que pueda aspirar a dirigir la Casa Blanca, excepto dos señores mayores de 70 años que representan la decadencia de la política estadounidense. Pocas veces se ha visto a un país tan dividido donde incluso se busca sacar a uno de los posibles candidatos, un contexto en que gobernadores deciden jugar al tira y afloja con el gobierno federal. Donald Trump busca representar al «ciudadano común», ese que en el siglo XXI parece sentirse huérfano por parte de sus gobernantes; mientras que Joe Biden parece que se venderá con la estrategia de «O soy yo o será él»; o, más fatalista aún: «Si no gano, se acabará la democracia».
Estados Unidos pocas veces ha tenido escenarios internacionales tan desafiantes yuxtapuestos a una economía frágil. Ante este panorama todo el mundo debería ver cómo dos ideas diferentes de nación se enfrentan para ver el rumbo a tomar en un mundo donde aparece que nadie está en el timón. Sin embargo, ese mismo mundo debería preguntarse cómo es que en menos de cuatro años no pueda haber dos señores nuevos para aspirar al cargo. Su sola presencia es la seña de una sociedad enfrentada consigo misma. Un país que entró en el siglo XXI con la fuerza de haber vencido en la Guerra fría ha tardado demasiado poco en mostrar grietas internas.
Las opciones políticas que tienen los estadounidenses son como las de elegir quién deberá dirigir un barco que, si bien aún no ha empezado a hundirse, ya perdió su norte: un puesto en el que ningún marinero sensato quisiera estar por el simple hecho de no querer manchar tan temprano una joven carrera. Queda, por tanto, elegir entre los capitanes más viejos, quienes, por nostalgia o por negarse a que los demás dejen de llamarles “capitán”, buscan liderar una misión que ellos no son capaces de ver que no tiene ningún sentido cuando está en sus manos.
Pero mientras el barco siga en altamar pareciera que, para el electorado de Estados Unidos, el rumbo del viaje no tiene importancia.
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