El pequeño Larousse ilustrado


Javier Payeras_ Perfil Casi literal_Gabriel García Márquez recuerda el día en que su abuelo  le dio un diccionario y le dijo: “Este libro nunca se equivoca”. El futuro novelista observó el grueso tomo y le preguntó al anciano: “¿Y como cuántas palabras tiene?”. “Todas”, fue su respuesta inmediata.

En mi casa tuve un diccionario que pasó de mi abuela a mi madre hasta terminar en mis manos, un Pequeño Larousse Ilustrado que en la última página tenía un colofón que lo fechaba en 1938. Era un objeto extraño, un pesado y bello libro de páginas amarillas a punto de romperse. Miles de palabras, fotos y mapas. Fue el primer libro que abrí en mi vida, comencé a leerlo y me perdí antes de acabar la A. Sus letras eran cursivas pequeñas hilándose unas con otras hasta el infinito.

Me recuerdo abriendo mi viejo diccionario en clase. Los demás chicos de segundo grado de primaria llevaban algo más portátil, unos Sopena de bolsillo que eran tan delgados que podían doblarse. No me gustaban, presentía que les faltaban demasiados significados. Para mí un objeto que careciera de significados no valía la pena. Mucho de eso llevo resguardado hasta el presente. Dar con la palabra justa es dar con esa palabra que vale tanto como una pregunta, como una respuesta, como una realidad.

En un presente que adolece de sinsentidos, cultivar el significado de esas palabras, hoy tan devaluadas: amor, felicidad, solidaridad, justicia, libertad… es acaso una digna resistencia. Una claridad que deviene al saber que todos estos términos no pueden comprarse aunque los veamos ofertados en cualquier lugar y por cualquier motivo. Mi viejo diccionario podía definir y describir estas palabras, pero jamás su más profundo significado, porque para explicarlas era necesario resumir la experiencia humana a su más profunda esencia.

Entre tanta palabrería cursi y mellada por voluntades pobres, hace falta reconducirse por una búsqueda más humana de los grandes significados. Aquello que solo encontramos en la esencia, acaso una razón más poética que nos libere de tantas conciencias falsas, de tanto vacío, de tanta demagogia y de tanta intolerancia.

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2 Respuestas a "El pequeño Larousse ilustrado"

  1. Querido Javier: mi primer libro también fue un Larousse ilustrado y comparto contigo esa sensación del inagotable y maravilloso viaje que proponía esa joya (que aún conservo). Mi principal entretenimiento los días fríos y lluviosos en los que no se podía salir a jugar era abrirlo en cualquier página y empezar a viajar por las palabras conocidas hacia las desconocidas… Un placer que con toda seguridad enriqueció mi vida y me impulsó hacia la escritura. Gracias por tan bello recuerdo.

  2. Me uno a la Sociedad de los Excavadores del Larousse Ilustrado, que aunque continúa creciendo sigue siendo El Pequeño… Con cinco o seis años, me echaba sobre la cama o adoptaba la posición de Toro Sentado y pasaba las páginas de ese tesoro al que un poco después se unió el Diccionario Enciclopédico Sopena en cuatro tomos. Hoy, lo reconozco, solo recurro de vez en cuando a la edición física del 2014, que en este momento me observa recelosa en el librero que está a mis espaldas, mientras hago que las palabras lluevan de la nube, ese cumulus nimbus que ahora se llama Diccionario de la lengua española de la RAE, en línea. ¡Saludos, señor Payeras! JSC

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