El Chiotapat que se nos escapa de la memoria


Leo De Soulas_ Casi literalEn Semana Santa de 2024, mientras regresaba a Guatemala de un viaje que hice a Honduras por tierra, aproveché para pasar por el municipio de San Jacinto, en el departamento de Chiquimula. Era Viernes Santo y la cabecera municipal se engalanaba con sus alfombras de aserrín esperando el cortejo procesional.

Apenas unos pocos años atrás había sabido de la existencia de este municipio y las referencias que tenía de él es que se trataba de un lugar muy bello. Cuando alguien va camino a Esquipulas, la entrada a San Jacinto puede pasar inadvertida si no se conduce con la suficiente atención. Afortunadamente, gracias a las redes sociales, la historiadora y escritora Brenda Solís-Fong había seguido mi viaje a Honduras y me pidió que pasara por el lugar si me quedaba tiempo.

Me alegra haberle hecho caso. Decidí hacer una visita rápida porque esa misma tarde debería estar en la ciudad de Jalapa. Además de agradable, Brenda fue una excelente anfitriona, pues me llevó a conocer el pequeño pueblo, todo rodeado de naturaleza frondosa y que recuerdan mucho a esos poblados aún vírgenes de mi niñez. Así que muy pronto me vi atravesando los puntos que comunican el naciente y el poniente de la población, hasta llevarme a un mirador impresionante desde donde se miraban los cuatro cerros que resguardaban el poblado y que eran sus guardianes desde tiempos inmemorables.

En ese momento Brenda me habló de un proyecto que tenía entre ceja y ceja. Era un libro sobre la tradición oral del país. Ese es un tema que, de más está decirlo, me encanta, así que le encargué que cuando su proyecto se viera concretado me avisara para adquirir su producto. Pasaron largos meses hasta que un día se comunicó conmigo. Su proyecto se había hecho realidad y pensaba, muy amablemente, obsequiarme su libro Persiguiendo al Chiotapat, cuya portada reflejaba en vivos colores la misma fachada de su casa, en la que me había despedido de ella meses antes.

La semana siguiente viajaba a Colombia y de inmediato planifiqué llevarme el libro para leerlo en mis ratos libres. Quizá era una forma de mantener a mi lado algo de mi tierra mientras visitaba tierras extrañas. Lo cierto es que apenas aproveché el tiempo libre, pues el embeleco que causa conocer nuevas tierras da muy poco espacio para dedicarlo a la lectura sosegada. Sin embargo, adelanté por lo menos unas cincuenta páginas.

Tras mi regreso me metí de lleno a la lectura. Ciertamente, su libro comienza con algunos relatos orales fundacionales que en algún momento me han recordado aquella fundación de un Macondo que incluso se fue acentuando conforme su relato fue avanzando hacia los últimos siglos, pues hasta apenas 50 o 60 años sus habitantes (entre ellos la misma autora) se maravillaban de esos inventos modernos que, poco a poco, fueron llegando al pequeño pueblo con un retardo centenario y en un ambiente que no dejaba de perder su magia ancestral.

Más allá de esto y más allá de la tradición oral plasmada en sus páginas, puedo decir que el esfuerzo de Brenda Solís-Fong radica en reconstruir con mucho éxito la historia y el sentir de un pueblo que a duras penas se ha dejado vislumbrar. Brenda lo ha sabido hacer muy bien porque al lado del rigor histórico con el que documenta la historia de su querido San Jacinto en el valle del Chiotapat, lo hace con una amenidad y frescura capaz de trasladar al lector a las diferentes épocas históricas de su amada tierra.

Perseguir al Chiotapat es seguir las huellas de esa historia que se va construyendo a pedazos, que se va formando como un collage de retazos encontrados en diversos lugares, pero que va formando una potente composición descriptiva de ese pueblo mestizo de raíces ch’orti’ que fue modelando su actual personalidad a partir del mismo hermetismo y el aislamiento que las mismas condiciones geográficas fueron imponiendo.

Dentro de un relato lleno de ternura, donde es posible adivinar la nostalgia hacia las propias raíces chinteñas, también se logra captar una voz vital de arrebatados ímpetus épicos. Y es que sencillamente, ese carácter épico, sin caer en declamaciones acartonadas, es inevitable cuando el intento es de la magnitud que Brenda Solís-Fong ambicionó: la búsqueda de la identidad propia en medio de esa reconstrucción histórica que se pierde en los limbos de la memoria colectiva.

Persiguiendo al Chiotapat_ Brenda Solís-Fong

Salud por este excelente libro porque, más que un relato, es un aporte riguroso para los estudiosos de la historia, de la antropología y de las diversas tradiciones que conforman la rica y variada Guatemala. De aquí me queda, como lector, un sabor dulce al cotejar el hermoso pueblo que conocí hace casi un año con las imágenes hechas palabras de ese hermoso valle del Chiotapat, tierra de jocotes, tierra de marimberos, tierra de gentes que todavía se dejan sorprender y nos sorprenden.

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