Una ventana hacia el teatro épico de Brecht y sus técnicas de distanciamiento


Leo

La irrupción de las vanguardias no solo cambió la forma de apreciar el arte sino que abarcó los más diversos aspectos de la cultura. El teatro no se quedó atrás y a principios del siglo XX se abrieron diversas posibilidades para su creación. Quizá uno de los más destacados derroteros fue la aparición del teatro brechtiano, porque más allá de ser un estilo y más allá de contener un conjunto de recursos para la puesta en escena, se estructuró en un sistema que revolucionó la concepción misma del teatro occidental, además de su propia naturaleza revolucionaria de carácter social.

Con Bertolt Brecht, el teatro occidental aristotélico, en el que el público se identifica emotivamente con los personajes para alcanzar una catarsis, da un giro de 360 grados. Siguiendo la línea de evolución, el teatro aristotélico encontró eco en la escuela italiana de la vivencia para luego terminarse de perfilar en la propuesta naturalista stanislavskiana. El teatro brechtiano, por el contrario, está acuñado en la escuela francesa de la representación y, principalmente, en la Paradoja del actor, de Dennis Diderot. De esta manera, la antinomia de emoción versus razón queda convertida en una antítesis clásica del arte teatral que, según el contexto histórico, mueve su péndulo hacia uno u otro extremo.

Pero como ya se dijo antes, el teatro brechtiano fue algo más que un capricho estilístico y la introducción de los recursos de distanciamiento o rompimiento tenía una función dentro de una coyuntura: impedir la identificación emotiva entre el público y los personajes; o, incluso, entre el actor y el personaje, para obligar al espectador a razonar sobre los hechos mostrados. Para Brecht, entonces, el teatro occidental que se venía desarrollando desde su origen dionisiaco hasta los dramas decimonónicos no era más que un producto burgués que trataba de llegar a la emotividad del espectador para envolverlo sentimentalmente y, de esa manera, obnubilarlo de su consciencia social e histórica. En realidad, Brecht aboga por una actualización de los temas teatrales y de los medios para darle forma a estos temas; pero también aboga por un teatro que pueda llegar a las clases populares y que exprese los problemas que les afectan. En ese sentido, el teatro, como los medios de producción, deberían cambiar de manos: deberían pasar de las encumbradas elites burguesas a convertirse en un bien común. Hablamos concretamente de un teatro comprometido con una causa social, con la revolución marxista; de un teatro activista, didáctico, utilizado como medio para la reivindicación social de las clases explotadas. Esta línea de teatro encontró especial sentido en los países del sur y, a partir de ella, se desarrollaron otras propuestas teatrales como la del brasileño Augusto Boal (Teatro del Oprimido), la de los colombianos Enrique Buenaventura (Teatro de la Candelaria) y Santiago García (Teatro de Cali); o la del uruguayo Atahualpa del Cioppo (El Galpón).

El teatro épico de Brecht recibe ese nombre precisamente porque genera una línea narrativa alterna a la de los intérpretes creada a partir de los distanciamientos. Las técnicas de distanciamiento o rompimiento son recursos muy variados cuya finalidad es causar admiración y extrañeza en el público. Por medio de la extrañeza y el efecto inesperado, los asistentes a la representación no se inmiscuyen emocionalmente al asunto tratado, sino que se ven forzados a reflexionar constantemente sobre lo que está aconteciendo. Estos pueden manifestarse de muchas maneras: uso de letreros, efectos sorpresivos, iluminación o música en total contradicción con la supuesta emoción que el personaje vive, rompimiento de la cuarta pared, entre otros. Casi cualquier ocurrencia capaz de romper con la verosimilitud de la trama podría considerarse como rompimiento brechtiano, por lo que una de las características notables de este sistema es la absoluta indiscreción de sus elementos.

Actoris es una compañía de teatro a cargo de los actores y productores José Mario Masella, Adolfo Portillo y Fredy Álvarez, quienes organizaron, en coordinación con el Instituto de Idioma Alemán en Guatemala el taller Introducción al teatro épico de Bertolt Brecht, el cual fue impartido por el licenciado Edgar Hernández Castro en el salón de ensayo número 2 del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias el pasado sábado 15 de agosto. Al taller asistieron actores, teatreros y otras personas que sienten interés o afinidad por las artes escénicas.

En un principio se leyó una biografía del dramaturgo alemán para luego analizar, en pequeños grupos, un resumen del tratado El pequeño Organon, una de las piezas en las que Brecht fundamenta y justifica las técnicas del distanciamiento en su propuesta de teatro épico. Una vez analizados los puntos, cada grupo enunció sus conclusiones, que fueron generando una interesante discusión entre los asistentes, quienes tuvieron la oportunidad de contrastar sus propios conocimientos previos con los puntos establecidos en el documento. Luego de un receso se procedió a ejemplificar mediante dos videos de una escena con una visión contemporánea en el que la misma actriz interpreta a la Ofelia de Hamlet momentos antes de suicidarse. Estos videos ejemplificaron con claridad las diferencias entre el naturalismo de Stanislavski y las técnicas brechtianas. Finalmente, se llevaron a cabo algunos ejercicios prácticos a partir de los cuales los participantes tuvieron la oportunidad de aplicar algunas técnicas brechtianas.

En realidad el taller fue la antesala del musical brechtiano La ópera de los tres centavos, preparado por Actoris y que fue estrenada el 21 de agosto en una corta temporada en el Teatro Lux bajo las direcciones artísticas de Fernando Juárez (actuación y coreografías) y Víctor Arriaza (música). Esta, junto con otras como Madre Coraje y sus hijos, El círculo de tiza caucasiano, Galileo Galilei y El alma buena de Sechuan, pertenecen al repertorio ineludible de este dramaturgo. Pero, además de eso, es uno de los primeros musicales escritos en la historia del teatro. La obra es una abierta crítica al sistema capitalista y burgués, protagonizada por el personaje de Macheat, quien tras salvarse de una muerte en la horca, muerte a la que lo envía su propio suegro (quien dirige y administra la riqueza obtenida por los mendigos de Londres), es nombrado con un título nobiliario. Conociendo un poco el trabajo de los miembros de Actoris, no cabe duda que este montaje mostrará, al mismo tiempo, un espectáculo de calidad y una cátedra de la aplicación de las técnicas brechtianas en una puesta en escena. Esperamos que así sea.

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