El martes de la semana pasada Estados Unidos eligió a Donald Trump como su presidente, y al siguiente día yo me desperté con el mundo al revés. Por un momento pensé que era una pesadilla. ¿Donald Trump presidente? Mentira podrida. O triste verdad.
Mirando desde afuera hacia adentro, la cuestión parece absurda. El mismo hombre que llamó a los mexicanos “violadores”, que prometió deportar a todos los musulmanes y que hizo alardes de acoso sexual fue elegido presidente de un país que comúnmente alardea de superioridad moral.
La cosa no computa: era Trump o a la superioridad moral. Era Trump o el respeto hacia el mundo. Era Trump o la gran idea que han vendido por años, aquella del sueño americano, de libertad, de igualdad.
Pero Trump ganó y ahora el mundo está al revés. Esta vez nos toca a todos los ciudadanos del mundo —no solo a los estadounidenses— ponerlo boca arriba de nuevo, y la única forma de hacerlo es rechazando el mensaje que este personaje infundió en cada segundo de su campaña. Rechazando la xenofobia y el racismo, porque ser de otro país o de otra raza no te hace más o menos persona, simplemente te hace diferente. Rechazando la misoginia, porque ser mujer es demasiado complicado ya sin agregar los problemas que se derivan de la falta de igualdad y la falta de respeto.
Hoy el mundo está al revés, pero no por eso tiene que estarlo siempre. Estados Unidos eligió a Trump, pero no lo hicimos todos y nos toca a nosotros decir en voz alta que no estamos de acuerdo con él ni con lo que representa. Nos toca a nosotros probar que la visión de un solo individuo no es suficiente como para condenar al mundo entero. Así que comencemos.
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¿Quién es Lissete E. Lanuza Sáenz?