Los temas políticos en general me causan algo así como urticaria. No me gusta hablar de ellos, aunque sí me gusta estar informada. En el fondo me gusta ser espectadora y no participante. En mi experiencia, es una de las pocas maneras de ser objetiva.
Sin embargo, durante los últimos días y, sobre todo, con la introducción y rápido retiro en Panamá de una ley que buscaba regular las redes sociales y la información contendida en ellas —ley que nuestros medios locales bautizaron con el nombre “Ley del derecho al olvido”— se me ha venido a la mente una frase de Martin Luther King: “No me preocupa tanto la gente mala sino el espantoso silencio de la gente buena”.
Algunos me dirán que en Panamá este no es un tema tan relevante. Esta ley duró tan poco tiempo que casi no pude leerla y analizarla, pero es absurdo pensar que en pleno 2016 sea posible que alguien pueda regular el libre acceso a la información. Y sin embargo, sucede.
Por cada persona como yo, que prefiere ignorar temas políticos, hay veinte más que no solo los ignoran, sino que además no se documentan. Pasa porque preferimos vivir con la cabeza entre las piernas en vez de afrontar la realidad y porque creemos todo lo que nos dicen, porque no levantamos la voz, no nos quejamos, no opinamos.
Para muestra, un botón. En el Reino Unido una gran cantidad de la población votó por dejar la Unión Europea sin siquiera entender qué significaba hacerlo. Pocas horas después de anunciarse los resultados, las búsquedas más comunes en Google desde el Reino Unido fueron ¿Qué es la Unión Europea?, y ¿Qué significa dejar la Unión Europea? Uno pensaría que estas son preguntas que deberían hacerse antes, no después.
Estados Unidos parece estar en la cumbre de otra de estas decisiones. Las elecciones son en noviembre y la interrogante no solo es Donald Trump o Hillary Clinton, sino que parece ir más allá. Sea cual sea el resultado, ojalá las decisiones sean tomadas por ciudadanos conscientes e informados. No hay nada peor que actuar sin saber; bueno… excepto saber y quedarse callado. No protestar. No hay ley que nos obligue al silencio, no realmente. Si las dictaduras no han podido callarnos, mucho menos podrán las palabras en un papel. Es hora de tener opiniones, de expresarlas, de estar de acuerdo o en desacuerdo, pero de hacerlo en alto.
Estudiemos. Eduquémonos. Opinemos. Nos quedemos callados. El futuro es para los que tienen algo que decir. Que sea de todos nosotros y no solo de unos cuantos.
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¿Quién es Lissete E. Lanuza Sáenz?