A veces ser diferente paga (metafóricamente, más que nada; porque ser escritor en Centroamérica todavía es una labor de amor, no importa lo original que seas). La mayoría de esas veces la voz disímil es un escritor; aún más veces se trata de un poeta.
Nunca podría ser poeta y quizás por eso los admiro y los respeto. No tengo ni el talento para la rima, ni la facilidad de expresarme en verso, ni mucho menos la capacidad de crear imágenes con poquísimas frases. Lo mío es cantidad. Curiosamente uno siempre admira lo que no tiene: en mi caso, admiro la irreverencia, la picardía, las pocas y bien contadas palabras ajenas que se quedan conmigo por mucho tiempo después de leerlas. Cesar Young Núñez lleva muchos años siendo la imagen de estas tres cosas.
Me gustaría decir que crecí con él, pero la verdad es que mi revolución literaria llegó tarde. (Los maestros llegaron tarde). Eso sí, cuando llegó, lo hizo con fuerza. “La poesía no siempre es deprimente, pero siempre es profunda”, me dijo Cesar Young Núñez la segunda o tercera vez que lo vi. Me he tomado estas palabras a pecho y las he aplicado, no solo a la poesía, sino a la literatura en general, y hasta cierto punto, a la vida.
“Hay que reírse un poco”, diría el tío Cesar, el que me regaló libros clásicos y no tan clásicos, absurdos, irreverentes y que, seguramente nunca habría descubierto sin él. Pero no por eso hay que dejar de ser serio, sentenciaría el mismo que revisó mi tesis con una implacable pluma roja que no perdonó tilde, punto ni coma.
Intentar, fallar, aprender, mejorar. Seguir, seguir, seguir. He aprendido muchas lecciones en mi vida gracias a mucha gente, a muchos libros. Cesar Young Núñez fue uno de esos que me enseñó las lecciones en persona, con la misma sonrisa que le he visto en la cara todos y cada uno de los días de su vida. Hay gente que nació para ser escritor. Hay gente que encontró su camino sin querer. Y hay otra gente, como yo, que tuvo la suerte de descubrir un talento antes que una senda.
El año pasado Cesar Young Núñez recibió la Condecoración Rogelio Sinán, el reconocimiento literario más importante de Panamá, un homenaje a su trayectoria, a sus palabras, a su sonrisa, a todo aquello que le ha dado a las letras panameñas. Yo estaba en el público aunque ese homenaje tremendamente merecido no fuera mío. Mías son estas palabras, que seguramente les sonaran a verdad a muchos escritores panameños.
Por eso cierro con esto: Gracias, tío Cesar. Por ser todo eso que la gente sabe que eres y por lo que las palabras no alcanzan a decir. Gracias.
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