Conocí a Kahlil Gibran hace muchos años en esa edad impresionable donde las palabras hacen mella para siempre. Curiosamente no comencé por El profeta, su libro más conocido, sino que me enamoré del El loco y El Vagabundo antes de que alguien pudiera darme lecciones sobre qué debería leer.
Quizás esa es mi suerte. Descubrí lo ligero antes de adentrarme en lo profundo. Encontré las palabras que despertaron mi corazón sin tener que esperar que alguien me dijera cuáles eran las que deberían hacerlo. Tal vez por eso decir “Gibran” es casi lo mismo, y a veces más que decir otros nombres que, para el resto del mundo, son sinónimos con poesía.
Gibran es el mismo a través de toda su obra. Me gusta llamarlo el poeta de la libertad porque sus palabras comúnmente despiertan preguntas que no pretende responder. Su trabajo es reavivar las dudas; el nuestro, respondernos a nosotros mismos.
Quizás su forma de ver la vida —y la escritura— lo aleja del más conocido Shakesperare, pero Gibran, que tiene rasgos de la filosofía de Nietzsche y Spinoza en sus obras, siempre ha sido el poeta preferido de los intelectuales. Hay una magia en las palabras bonitas, claro; pero hay una magia diferente en las palabras bonitas que, además, tienen un significado escondido.
«En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente», reza una de las frases que más recuerdo. Es un mensaje común en la literatura: uno de esperanza; pero hay un lugar más hondo en el mensaje que Gibran está intentando enviar. Su libertad no es la libertad del mundo, sino la libertad total. La libertad del espíritu.
«Y en mi locura encontré la libertad y la seguridad que da el que no le entiendan a uno, pues quienes nos comprenden esclavizan algo nuestro».
A los ocho años quizás era difícil de entender la poesía que no pretendía solamente combinar palabras que sonaran bonito. A los dieciséis era espectacular. Hoy, me resulta increíblemente fascinante. No hay que adoptar su filosofía para apreciarlo, claro está; pero si hay que conocerlo para poder tener una verdadera discusión sobre ambas. Quienes pretenden hacer un listado de poetas casi siempre lo olvidan. Los que hablan solo de filosofía nunca piensan en él. Y sin embargo, ¿tanto han hecho todos ellos por compartir un mensaje como ha hecho Gibran?
«Protegedme de la sabiduría que no llora, de la filosofía que no ríe y de la grandeza que no se inclina ante los niños», dice uno de mis favoritos. Yo no pido lo mismo, sin embargo. O quizás sí. Quizás pido eso y más. Quizás pido también ser protegida de la gente que no lee. Que no busca. Que se contenta con lo superficial.
Y para los que no, les dejo aquí esta recomendación. Khalil Gibran es el poeta de los pensantes. Denle una leída y luego me cuentan.
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¿Quién es Lissete E. Lanuza Sáenz?