De nacionalismos y aspiraciones


Diana Vásquez Reyna_ Perfil Casi literalAyer uno de esos carros grandes y caros se pasó un semáforo en rojo y casi tira a una ciclista que llevaba la vía. Se me ocurrió, lastimosamente después, el siguiente insulto: “Si así maneja, no quiero ni pensar cómo vota”.

Los guatemaltecos se toman muy en serio el nacionalismo y, en consecuencia, las votaciones. Se desconoce que el nacionalismo también lo padecieron y lo practicaron los nazis contra los judíos. Se olvida fácil que lo padecen aún los estadounidenses contra los migrantes. Enaltecen el sentir un amor desmesurado por su país y defender los valores que se sienten amenazados ante lo diferente.

La cultura guatemalteca se ha construido por supuestos: supuestamente nos independizamos, supuestamente terminamos la guerra, supuestamente entramos en la era democrática, supuestamente amamos nuestra naturaleza, supuestamente estudiamos para evolucionar, supuestamente trabajamos por mejorar la calidad de vida, y así sucesivamente.

En mercadotecnia y publicidad tienen un término bien claro para describir al público objetivo de ciertas marcas chic: sector aspiracional. Aspiramos a ser, sin entender primero quiénes somos, sin entender a qué aspiramos y sin darnos cuenta de que solo aspiramos a tener.

Si el nacionalismo es el sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad y con su historia, tendríamos que buscarnos otra palabra para eso de saberse a medias el himno (sin siquiera criticar su letra paternalista y colonialista) y creer que se es ciudadano al votar por un logo aunque desconozcamos más del 90% de los nombres que aparecen en las papeletas (las percepciones son mías).

A mi parecer, el nacionalismo guatemalteco todo lo ve hermoso, posible, esperanzador, bello, iluminado. No reconoce la suciedad, la basura, los cadáveres históricos, por hidroeléctricas y minería ni por hambre.

Los nacionalistas se golpean el pecho, cual cristianos arrepentidos, por defender el nombre de Guatemala y ponerlo en lo más alto, pero les pasarían encima a cualquier vecino si de llegar primero se trata por defender sus intereses personales. Los nacionalistas respetan la vida desde su concepción, pero seguro votan por el candidato que ofrece pena de muerte para cualquier delincuente.

El nacionalismo se sabe de memoria los símbolos patrios, vota y se enoja pronto con quien piensa diferente, critica y disiente. También hereda concepciones de guerra fría, defiende militares y piensa que los empresarios son buenos presidentes (como hasta hace poco lo pensaba de los militares).

Esperemos que en lugar de nacionalismo, el guatemalteco tenga memoria, que no olvide lo que logramos varios sectores unidos en manifestaciones, que el amor por Guatemala se trasmute en dejar de decir cuánto amamos empalagosamente este pedacito de tierra, y vengamos a hablar de política y de cambios reales, que se involucre cuando sea necesario. Que no solo sean frasecitas hechas.

Que el nacionalismo no nos ciegue. Que en lugar de nacionalismo, Guatemala deje de ser ilusión y se convierta en algo concreto.

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