Vulcánica y los motivos para reencontrarnos


Noe Vásquez ReynaDurante la presentación en la Feria Internacional del Libro en Guatemala (Filgua 2020) del poemario Vulcánica, de la guatemalteca Ana Grace Alfaro, Lenina García expresó que la poesía «es un motivo para encontrarnos» y muchas veces ese encuentro es colectivo, aunque también prevalezca la idea de que la poesía es algo más ombligo-íntimo para recorrer esquinas-curvas en solitario y replantearse la ausencia, el silencio y la soledad.

Como todo desde el inicio de la historia que nos han contado, escribir poesía es una experiencia totalmente distinta para y desde las mujeres. Son ellas las que tienen que confirmar más de tres veces su placer y su hacer. Confirmar en un entorno hostil que su voz, su cuerpo y su trabajo son suyos, como deben ser, que pueden existir, que tienen derecho a ser reconocidos aunque serán sometidos a más crítica. Ya Virginia Woolf, con toda su brillante capacidad llena de privilegios, dudaba de lo que hacía.

Otras corporalidades que no han sido selladas socialmente con la marca de «mujer» quizá no comprendan lo que significa que, a pesar de las circunstancias, los deseos y las palabras puedan encontrar un camino para que sean impresos en un libro.

Silvina Ocampo lo decía un poco así:

Soy distinta de mí, tan diferente,

como algunas personas cuando están entre gente.

Soy todos los lugares que en mi vida he amado.

Soy la mujer que más he detestado

y ese perfume que mi hirió una noche

con los decretos de un destino incierto.

(…) Soy todo, pero nada es mío,

ni el dolor, ni la dicha, ni el espanto,

ni las palabras de mi canto.

Algo que no se debiera olvidar es que pasaron siglos para que mucha literatura escrita por mujeres dejara el anonimato o dejara de esconderse tras seudónimos masculinos, para que no fuera rechazada de entrada. Le ha pasado a tantas, incluida la costarricense Yolanda Oeramuno con su novela, por suerte hoy recuperada, La ruta de su evasión. Esta novela fue ganadora en 1948 de la primera edición del Certamen Nacional 15 de septiembre, cuyo jurado —¡Oh sorpresa!— no superaba que había sido escrita por una mujer.

Gracias a esa cadena-tejido de mujeres —y los hilos que ellas heredan para unir existencias— es que Ana Grace Alfaro puede hoy no solo firmar y publicar Vulcánica, su primer poemario, sino también nombrar los cuerpos-territorios de las mujeres que saben de colectividad, de herencias, de negación de placeres.

El poemario de Alfaro me ha recordado la brevedad y aparente sencillez de Safo: «…Yo te buscaba y llegaste, / y has refrescado mi alma que ardía de ausencia».

Aunque reconozco que me llena de conflictos la portada del libro y la no utilización de signos de puntuación —me encantaría discutirlo con la autora—, mi poema favorito de Vulcánica es «De curvas»:

La historia de las mujeres

Es una larga curva

Formada por

Abuelas

Esposas

Viudas

Mujeres

A veces

Madres

A veces

No

Es solo

Larga y curva

Nutre la vida

De ellas

De otras

Está tejida de curvas

Con historia

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