Este año, la Semana Mundial del Parto Respetado se celebra en diversos lugares del mundo del 13 al 19 de mayo. La reivindicación de los partos dignos como un derecho legítimo de madres y bebés es un tema amplísimo e imposible de abordar en una sola columna. Sin embargo, el nivel de atraso en Centroamérica y particularmente de Honduras es tan grande que hablar sobre parto respetado y humanizado es una necesidad urgente.
Parto, ¿en serio es de vida o muerte?
Pese a que el parto es un proceso natural, para que un parto ocurra —como dice Raquell Schallman en su libro, Parir en libertad— deben suceder dos cosas: 1) una mujer embarazada; y 2) que esa mujer esté a punto de dar a luz. Esto puede parecer lógico a simple vista, pero lo cierto es que hoy en día dista mucho de la realidad.
Hay algunas ideas implantadas en el imaginario colectivo que han contribuido a que el parto se haya desnaturalizado tanto. Una es creer que el parto es una experiencia de vida o muerte y que, de no ser gracias al control e intervención médica, las mujeres morirían por miles cada día. La historia de la obstetricia nos muestra que esto no es cierto y muestra lo ignorante que somos como sociedad.
A mediados del siglo XIX, cuando los médicos se adueñaron de los partos, las probabilidades de morir por fiebre puerperal eran altísimas. Fue Ignaz Semmelweiz quien observó que las tasas de mortalidad de los médicos frente a las de las parteras eran significativamente más altas; y no porque el parto fuese peligroso, sino porque los médicos se resistían a lavar las manos antes de atender a las puérperas: las contaminaban con las bacterias que ellos portaban como resultado de atender una variedad de enfermos.
Semmelweiz explicó a la comunidad médica de la época sus hallazgos y, como recompensa, recibió el desprecio y la ridiculización de sus conclusiones. ¿Quién se creía para atreverse a cuestionar el pensamiento imperante de aquél entonces?
Los partos pueden ajustarse a ciertos intereses
Otro aspecto importante que ha contribuido con la patologización del parto es que existe una campaña de baja intensidad que sobredimensiona los peligros de dar a luz y hace parecer que todas las mujeres entran en la categoría de riesgo. Esto llena de inseguridades y miedos a las futuras madres, convirtiéndose en presa fácil de una industria médica y tocológica que piensa más en el lucro y la rapidez que en las necesidades reales de las mamás y los bebés.
Sin embargo, pareciera que un parto respetado pueden ajustarse a ciertas condiciones. En Argentina, durante la debacle económica de 2001, los partos naturales aumentaron y las cesáreas disminuyeron porque las sustancias oxitócicas, anestesias y demás insumos para atender los nacimientos escasearon y no había plata para abastecer los hospitales.
El parto en los países de primer mundo
En Holanda, una de cada tres mujeres da a luz en casa: solo los partos que implican riesgos son atendidos por obstetras; los demás, son atendidos por parteras. El parto en casa lo cubre la seguridad social.
En Japón, país con la menor tasa de mortalidad infantil del mundo, las mujeres dan a luz en posición vertical y en intimidad. El doctor y la enfermera tienen una presencia bastante limitada y discreta. ¿Por qué los países desarrollados tienen como habituales en sus partos prácticas que en los nuestros se consideran tremendamente peligrosas? Quizá y debido a su nivel de desarrollo tienen acceso a información científica de primera línea que justifica las decisiones que toman para su población.
Los partos altamente intervenidos y la cantidad alta de cesáreas son características de las sociedades occidentales, y pese a que entran en enormes contradicciones con lo que establecen organismos internacionales como la OMS y las Naciones Unidas, esto parece obviarse de manera intencionada.
Bebé y mamá; humano y Madre Tierra
Michel Odent, en su libro El bebé es un mamífero, explica cómo «existen períodos críticos, sensibles, períodos cortos que no se repetirán jamás y que muchas veces se sitúan alrededor del nacimiento» y que «existe una correlación entre la naturaleza de la relación entre el hombre y la madre Tierra, y la naturaleza de la relación entre el bebé y su madre».
Que hoy en día nuestros partos sean intervenidos y tan deshumanizados corresponde a una lógica materialista, económica y consumista pensada en sostener una industria que genera millones de dólares a punta del miedo que ha podido sembrar en la población.
Porque este no es un tema solo de mujeres. Las consecuencias de la herida primal que genera un parto medicalizado e instrumentalizado al exceso las sufrimos todos. El día que deje de hablarse de los beneficios de los partos respetados y humanizados y se hable de los riesgos que implican los partos intervenidos y medicalizados, quizá regresemos hacia una forma natural de nacer.
Hacia la forma que garantizó el éxito en nuestra supervivencia a lo largo de cientos de miles de años, sin la existencia de hospitales ni de médicos, y sin mujeres en todo el mundo recordándonos en una Semana Mundial del parto respetado que tenemos derecho a parir con dignidad.
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