IX
Sobre el neoliberalismo. Hay muchas formas de matar. Mata quien dispara un arma sobre su víctima. Mata quien vulnera al otro. Mata quien deja a sus semejantes sin medios suficientes para la vida. Mata quien vive para explotar. Mata quien hace las leyes del estado que justifican el hurto de la riqueza social. Mata el político gazmoño que roba al estado. Mata quien privatiza una empresa pública. Mata quien destruye a la Tierra con sus actividades mercantiles. Mata quien acumula capital con los alimentos y la salud.
¿No es, pues, el neoliberalismo la consecución en el tiempo del proceso colonial? Lo que antes se justificaba con el derecho divino, ahora se justifica con la libertad individual, con el laicismo cuasi obligatorio, con la fuerza y la violencia de quien tiene el poder económico. Eso también es matar.
Ahora los empleados son libres (freelancers) de cualquier adhesión contractual que pueda violar su derecho a no tener seguridad social, una plaza presupuestada y bonos de ley. Eso, a la vista de todos, es matar: la libertad que no asegura la subsistencia es un homicidio que abandona al ser humano a las puertas del sepulcro, destinándolo a la eterna servidumbre.
Lo plantearé de una forma más sencilla, light, por si no quedase claro qué es el neoliberalismo. Es la crueldad humana que se sustenta en el desprecio a la vida por un sentido de clase; es la psicopatía del banquero que adultera cada día sus intereses, y que roba fondos de pensión; es dejar morir a alguien frente a un hospital por ser pobre; el neoliberalismo es el escupitajo arrojado al humilde rostro de un anciano desde cualquier Ferrari; es el agotamiento del homicidio y la barbarie, expresado en una tesis dulcemente asesina: los mercados pueden controlarse a sí mismos.
El neoliberalismo es hacer al torturador su propio juez y jurado y desfile y condecoración. Greenspan y sus derivados de alto riesgo: la liberalización de matar.
X
Sobre la economía planificada. Hay un rumor, como de caos y piezas rotas. Se ha quebrado toda autoridad política y sobreviene la anarquía. El individuo se cree ajeno al todo social; y la colectividad, inerme, perece lentamente bajo el peso de un sistema económico libertario (aunque no liberador del ser humano en general).
Me vienen a la mente personajes tristemente célebres: Ayau, Ayn Rand, Greenspan y el siempre egoísta Adam Smith. Todos ellos, de una u otra forma, contribuyeron para la degradación material del guatemalteco, le amordazaron de falsas libertades personales y le hurtaron la riqueza real que producía: su trabajo.
¿Qué hacer pues ante este desconcierto, ante esta barbarie e incesto decadente de ideas pervertidas, que han destruido sistemáticamente la condición humana? Sencillo: regularlos. Todo mercado debe tener un orden, una superestructura legal que establezca: 1º. el beneficio máximo sobre las mercancías; 2º. la tasación decorosa del salario mínimo, proporcional a los enseres vitales para una familia promedio; 3º. la inmediata nacionalización de los latifundios y empresas estratégicas, como telefonía, hidroeléctricas, sistema bancario, etc.; 4º. castigo punitivo para los especuladores, usureros, y demás parásitos sociopáticos; 5º. determinar y satisfacer, estatalmente, las demandas de bienes y servicios según sean las necesidades reales de la sociedad.
Con cinco fáciles medidas puede equipararse a los reyezuelos de este mundo con cualquier mendigo. La condición humana no descansa sobre el andamiaje dorado de las riquezas, sino en el trabajo que libera al ser humano de sus ataduras respecto a las miserias vitales; la avaricia y la ostentación son los gérmenes que pudren toda relación con el otro, de ellos proviene la anarquía y el error.
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¿Quién es Gabriel García Guzmán?