Cuestionario íntimo: Facsímil, de Alejandro Zambra


Leonel González De León_ Perfil Casi literalDespués de leer varios títulos de Alejandro Zambra, Facsímil pasó varios años postergado entre mis pendientes. Confieso que su desafío formal me generó desconfianza, pero me equivoqué dado que más allá de resultar llevadero termina interpelando al lector a cada página y, en un rasgo que casi resulta marca suya, se extiende apenas lo justo para leerse de una sentada haciendo once con té y sopaipillas.

Los primeros dos tercios del libro están inspirados en el formato de la prueba de aptitud académica que solía hacerse en Chile hasta 2002 en un cuestionario de selección múltiple donde —con una irreverencia muy propia de Nicanor Parra, mentor de varias generaciones de poetas— pasa revista a la familia, a las relaciones en la adolescencia, a la inquietud por leer/escribir y a las filias y fobias de lector/escritor en ciernes, así como deja ver pistas de personajes y situaciones que transitan entre varios títulos suyos.

Se percibe un Zambra más desenfadado, lo que denota su madurez como narrador.  Hace una crítica profunda al sistema educativo de su país, a la intromisión de las instituciones religiosas que ahogan el pensamiento y la conducta y logran respirar por la presencia de algunas ovejas negras. Aquí vuelve a extenderse sobre la dictadura —un vector recurrente en casi todos los autores chilenos nacidos después de la década de 1970— pero lo hace de modo más amigable y menos reverencial del tono que aborda, por ejemplo, en Formas de volver a casa.

El último tercio es el más cercano a la narrativa habitual. Aquí se ofrecen tres historias para su análisis por parte del alumno/lector. El primero aborda el sistema educativo chileno, permeado del autoritarismo propio de la dictadura para confrontarlo con «Los profesores», el poema de Parra que se deja ver entre líneas. El segundo narra el tránsito fugaz de una pareja joven que va del matrimonio iluso hacia el divorcio urgente tras agotarse la hormona. Con humor, con poesía empapada de esdrújulas y con algunos guiños literarios, Zambra se burla del vericueto legal que, hasta hace algunos años, impedía divorciarse en Chile.

El tercer texto es el más arriesgado. Aquí un padre le dirige una carta a su hijo no deseado («Para qué traer hijos a un mundo de mierda») mientras le explica por qué no resultó en un aborto y termina justificando la incomodidad que le representó su nacimiento. Hay rasgos muy honestos que rompen tabúes intergeneracionales: «Queríamos ser hijos sin hijos, que era la manera de ser hijos para siempre y de ese modo culpar a nuestros padres de todo».

A pesar de ser un libro difícil de clasificar, juguetón con las ideas y mordaz ante las instituciones, Facsímil confirma a Zambra como un maestro en las formas breves y deja ver que estas no están divorciadas de la contundencia.

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