Apuntes para la identificación de una poética heideggeriana (I): Poéticamente habita el hombre


Carlos_ Perfil Casi literal

Todos los seres humanos habitamos poéticamente el mundo. El enunciado es una paráfrasis de un verso de Hölderlin del que Heidegger parte para la construcción de una buena parte de sus reflexiones en torno a la poesía. Sin embargo, es difícil encontrar validez al enunciado en la época actual, caracterizada por la prisa, el trabajo, la creación de oportunidades y la búsqueda del bienestar económico: ¿qué hay de poético en todo esto? Esta dificultad deviene de una confusión en dos vías: la primera es el mal entendimiento del verbo “habitar” y la segunda el mal entendimiento de lo “poético” con el que lo caracteriza. Contextualizar el “habitar” del poema de Hölderlin a la época actual es limitarlo, al igual que entender “lo poético” con un carácter meramente literario.

El habitar es la forma fundamental de estar del ser humano. Requiere de una construcción, un habitáculo construido para el estar. Este habitar tiene una relación esencial con “lo poético” a lo que Hölderlin hace referencia. Hacer poesía es un acto que, entendido como lo entendió Hölderlin, permite el habitar. Para pensar en esta relación, para verla en su totalidad, es necesario ver primero cada una de las partes en su esencia: la esencia de “lo poético” y la esencia del habitar del ser humano.

Frecuentemente escuchamos decir que es el lenguaje lo que nos caracteriza y diferencia de otras especies. “El lenguaje es el hombre” dijo Octavio Paz, y debe entenderse que en esta afirmación, el lenguaje precede y funda al hombre y no al revés. En la relación humano-lenguaje, en efecto, no debe entenderse a aquel como el portador y fundador de este, sino al lenguaje como el fundador y dueño ser humano. Se habla solo ejerciendo una función del habla. Pero quien en realidad habla es el habla misma y el papel del ser humano se limita a corresponder a esta interpelación. Una vez hecha esta situación del ser humano respecto de su habla, podemos aproximarnos a la esencia de hacer poesía: la libre y abierta confianza a la exhortación que se recibe del habla. Mientras más confianza se deposita en esta exhortación, mientras más libre es su expresión; más atentamente escucha la interpelación del habla.

El poema resulta, pues, de esta relación de escucha libre hacia el habla. Si concebimos al ser humano como portador y fundador del habla, esta pasa a ser un mero medio de expresión y de información: un dispositivo, un objeto de uso. En cambio, al concebir al hombre como un escucha del habla, su decir se vuelve poético.

Vista a grandes rasgos la esencia de la poesía, es momento de pensar en la esencia del habitar. Las referencias a erigir edificios, cazar, sembrar, elaborar utensilios son actos que Heidegger llamó como “actos debidos a la mano”. Construcciones que el hombre realiza para satisfacer las necesidades del habitar, pero no constituyen el habitar en sí, sino son más bien sus consecuencias.

Las personas, situadas en su dimensión, su condición de habitar esta tierra, miden con el cielo, con un cielo que tiene elementos de divinidad, su esencia: la forma en cómo habitan esta tierra. Esta medición, que resulta también una comparación del hombre con lo celeste, es el poetizar: es la esencia de la morada del hombre sobre la tierra. De ahí que Heidegger afirme que poetizar es medir, en cuanto este medir es una comparación constante del hombre con algo celestial, que no es. Solo a través de la poesía se puede acceder a la correcta medida de su esencia y de ahí la ambigüedad de esta. No conocemos a cabalidad la divinidad y a partir de este desconocimiento es que el poeta toma la medida, el punto de comparación contra el cual comparar la esencia de su habitar.

¿Quién es Carlos González?

¿Cuánto te gustó este artículo?

Califícalo.

0 / 5. 0


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

desplazarse a la parte superior