Bukele: de histrión a falso profeta


LeoEn su columna «Divergencias», de (Casi) literal, el pasado 30 de enero Gabriela Grajeda Arévalo publicó su artículo El fenómeno Bukele, el cual ha llamado en especial mi atención precisamente porque ella afirma, o por lo menos sugiere, que la llegada de Nayib Bukele a la silla presidencial ha marcado «la nueva forma de hacer política» en los países de nuestra región, que, ciertamente, ya están cansados de la política vieja y rancia que ha imperado por décadas.

Entiendo que los centroamericanos —y específicamente los guatemaltecos— estemos desesperanzados y no veamos en el horizonte más de lo mismo. Entiendo también que ante nuestra desesperación estemos ávidos de buscar héroes y proclamar falsos profetas. Finalmente, comprendo que las generaciones jóvenes se arroben ante el espectáculo que ofrece el showman moderno urbano: un impecable metrosexual, ejecutivo, atractivo, que viste a la moda, que usa las redes sociales y los medios tecnológicos para impresionar a sus seguidores y hacerles creer, con esa pinta de modernidad y de rebeldía juvenil, que en realidad las cosas están cambiando.

Sin embargo, y dejando a un lado todo el marketing que se despliega ante el showman, contradigo este punto de vista y me veo en la necesidad de señalar que todo ese aire de modernidad no es más que un revestimiento brillante que encierra la forma más retorcida de hacer política, como en la vieja usanza, en la que se pierde demasiado tiempo y excesivos recursos para maquillar los problemas reales de una sociedad con la única finalidad de mantener un sistema de poder establecido.

Ejemplo de ello fue el espectáculo que el megalómano hizo este fin de semana al militarizar el poder legislativo para satisfacer uno de sus caprichos: la asignación de un préstamo al Banco Centroamericano de Integración Económica, para invertirlo en su plan de seguridad y, de paso, quedar bien con las personas que lo han llevado al poder. (En otras palabras, una especie de autogolpe de Estado, y solo por el afán de complacer un capricho personal). Para ser más dramático y bochornoso, declaró públicamente que el dios cristiano le ha dicho que su proceder es el correcto, recordándonos a los dictadores de la más vieja escuela que se creían elegidos por la divinidad.

Lo más preocupante de todo es que algunos mandatarios de la región —como Alejandro Giammattei en Guatemala— apoyan y secundan este golpe a la constitucionalidad, lo que parece ser un presagio no muy alentador para este país y para el resto del área, que, como es de esperarse, seguirá gobernada en el futuro más inmediato por estos déspotas.

Guatemala con Jimmy Morales ya tuvo su propio showman y fue un fracaso contundente. El Salvador ahora tiene el suyo y lo que me preocupa es que las técnicas para crear la imagen pública de este «hombre sándwich» se han ido refinando. Era demasiado obvia la ineptitud y la posición del histrión guatemalteco. No obstante, la gente picó el anzuelo aunque la mentira terminó cayendo por su propio peso.

Hoy, en El Salvador, la mentira está mejor elaborada y directamente va dirigida a tocar la ingenuidad de la población más joven y mayoritaria. Obviamente, Bukele es un fenómeno, pero un fenómeno social de masas; quizá más digno de estudiarse por la psicología social que por la política seria. De seguro que el lanzamiento de Bukele al mercado de la política ofrece nuevos derroteros para la forma de hacer política, pero sustancialmente no cambia la vieja escuela.

Más preocupante me parece la alianza que el «cachorro» mandatario salvadoreño está haciendo con el «viejo lobo» guatemalteco, a quien de entrada no se puede dar el voto de confianza por el oscuro pasado que va dejando como estela. Claro que en apenas un mes no se pueden pedir cambios profundos y el sentido común invita a darle tiempo al tiempo. Pero eso mismo decía el público con la llegada de Jimmy Morales al poder y fue un tremendo chasco el que se terminó llevando. Honestamente veo en el futuro más de lo mismo para el Triángulo Norte de Centroamérica: gobiernos que benefician a las elites empresariales y que les dan la espalda a las mayorías; crecimiento económico concentrado en pocas manos; desperdicio y privatización de los recursos públicos; militarización de la sociedad y su consecuente agravamiento de la violencia.

De verdad que no se necesita ser tan inteligente para ver lo que es obvio a todas luces.

[Foto de portada: José Cabezas, Reuters]

¿Quién es Leo De Soulas?

¿Cuánto te gustó este artículo?

Califícalo.

4.2 / 5. 35


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

desplazarse a la parte superior