El sabor amargo de la inteligencia


LeoNo creo que la inteligencia se limite al concepto que popularmente usa la gente, es decir, el que se refiere a una persona versada, erudita, con una visión crítica sobre la realidad y con una mirada profunda y escrutadora sobre los temas que reflexiona. Sin embargo, no cabe duda de que una persona con estas características exhibe muchos signos de inteligencia. Y si encima de ello su «inteligencia» está acompañada de un sentido acre y sarcástico a través del cual expresa con humor satírico los aspectos por los que está inconforme, lo más seguro es que su «inteligencia» ―valga la redundancia― está constituida de ese tejido fino que caracteriza las mentes más lúcidas. De más está decir que las personas que poseen estas habilidades intelectuales tienen pleno derecho de exhibirlas y lucirlas. Así como hay cuerpos hermosos que se muestran con denuedo en las playas, la agudeza es un adorno, una expresión sana de nuestro ser inmaterial que no debería reprimirse tras anticuados pudores. Y si bien es cierto que tenemos libre albedrío, no hacer gala de ella sería tan absurdo como que una persona sexualmente vigorosa abrace el celibato o se vuelva asceta. Así pues, la expresión espontánea de la inteligencia debería tener carácter de obligatoriedad, sin temor al qué dirán y sin prejuicios por parte de la persona que se expresa.

Por el contrario, me parecen moralmente degradantes aquellas personas que, con falsa humildad y modestia, se excusan en público y niegan poseer esa chispa aun sabiendo que potencialmente vive en ellas. Pero más detestables son aquellos que han convertido en mote e insulto la trillada expresión de «intelectual», para referirse a quienes, guiados por su impulso, expresan libremente y sin rubor estos rasgos. Este tipo de personas pretenden, como en los tiempos de la inquisición, convertirse en jueces de aquellos que dan libre rienda a su inteligencia. Casi siempre parten de una especie de táctica farisea con la que pretenden pasar por humildes mortales para señalar, desde esta posición hipócrita, la inteligencia ajena o para justificar su falta de imaginación o su carencia de sentido del humor.

Dentro de la especie humana existen quienes reconocen y aprueban la expresión sarcástica e inteligentemente irónica, siempre y cuando esta no vaya dirigida a un tema o causa por la que ellos mismos aboguen. En estos casos, si el comentario va dirigido hacia un fetiche propio, la persona se ofusca y lo toma como un ataque personal. Luego, en su imaginario, comienza a buscar excusas para sabotear la inteligencia ajena hasta caer en las estereotipadas falacias y en las etiquetas con las que excusan su propia mediocridad: «Dios me libre de los intelectuales», «Es que esos intelectuales solo sirven para destruir», «Estos intelectuales que se las quieren llevar de críticos », «Parece olla de cangrejos», «A ver si estos intelectuales hacen lo mismo que hablan»; y así se les va la vida, produciendo hiel en la propia cadena de rencores con la que se van amargando la existencia. ¡Imagínense, desde cuándo la palabra «intelectual» quedó convertida en un insulto!

Pasa con la religión, pasa con la política, pasa con el futbol, pasa con la televisión, pasa con las cosas más triviales; y así, la lista podría hacerse infinita. Lo verdaderamente interesante es preguntarse por qué la expresión inteligentemente sarcástica y burlona puede ser tan ofensiva, a tal punto que el común de los mortales margine como parias a quienes muestran este tipo de brillo intelectual. Lo positivo de todo esto es que, a pesar de que los regímenes fascistas y fundamentalistas de todo el mundo y de todas las ideologías trataron de silenciarlos, estos no se han extinguido y renacen con un sentido del humor cada vez más atrevido, innovador e hilarante. A los fascistas-moralistas no les quedará otro remedio que seguirse tragando sus bilis mientras que el crítico inteligente continúe jugando con la burla punzante, con alegría adolescente, pero con sabor de vino añejo. Y al que le caiga el guante, que se lo plante.

¿Quién es Leo De Soulas?

 

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4 Respuestas a "El sabor amargo de la inteligencia"

  1. Tito Bassi dice:

    Muy bien Leo, sacando facultad de mi veneranda edad , con esa calma y madurez de tu exposicion del dia de hoy, te autorizo a practicar el agnosticismo sin remora alguna. Tu calma interior demostrada con la terminologia de tragar bilis en lugar de mierda, en nuestro medio demuestra haber alcanzado la madurez y sabiduria gracias a una meditacion en un refugio anfractuario del orden terciario. Chapeau !

    1. Leo De Soulas dice:

      Tito, el gusto es mío de que te hayas tomado el tiempo para leer mi texto. Seguimos pendientes de reunirnos. Un abrazo.

  2. K. De Trop dice:

    Hola amigo, un gusto leerte! Pasaba por aquí para mencionar que he sido nominado al premio The Blogger Recognition Award, y he nominado a la página (casi) literal; lo he hecho porque en realidad admiro lo que escriben cada uno de sus miembros (de hecho, intenté ingresar a la revista y me rechazaron, jajaja, pero esa es otra historia), y me gustaría seguirlos leyendo por un buen rato más…

    Por si les interesa, aquí están las normas del premio:
    https://kevo93blog.wordpress.com/2018/08/01/nominacion-al-premio-the-blogger-recognition-award-2/

    ¡Un fuerte abrazo!

  3. Leo De Soulas dice:

    Qué tal K. de Trop, pues siento mucho que no te hayan aceptado y pues te agradezco tus palabras. Como yo estoy más del lado de los viejos que de los nuevos, para mí todo esto de la tecnología se me vuelve medianamente complicado. Pero te agradezco tu sugerencia. Le notificaré a los administradores de la revista tu mensaje. ¡Otro abrazo igual para vos!

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