La última que me dijeron fue que las feministas no pueden sentir dolor por terminar una relación y mucho menos sentir que la traicionaron o que jugaron con ella. Después de todo, las feministas son unas tipas «duras» y como hablan tanto de desmontar los mitos patriarcales del amor romántico no pueden darse el lujo de sentir.
Sentir celos, decepción, rabia, tristeza, traición. Todas estas son emociones difíciles de explicar y por más que conozcamos la teoría, nos sepamos de memoria el nombre de las autoras y todos los planteamientos que explican las relaciones heteronormativas, es imposible entender cómo muchas veces toda esta teoría se va a la mierda y nos quedamos sin explicaciones a los sentimientos.
Y es que detrás de todo esto la sociedad no nos ha enseñado a querernos bien y mucho menos nos ha enseñado a separarnos. No tenemos idea de cómo manejar nuestras emociones y mucho menos tenemos idea de cómo acabar una relación con la misma buena fe y amor con la que empezamos. En este mundo patriarcal, que te convence de que las personas somos propiedad de otros, nos enseñan que el desamor es una catástrofe.
Al final no somos tan libres como pensamos. Perdemos la fe en el amor pero también lo buscamos incesantemente; anhelamos el romance pero también sabemos que está viciado. Ante la realidad inminente del machismo sabemos que antes que todo ese romanticismo hay una sociedad poco amorosa y egoísta que finalmente logra provocarnos un millón de sensaciones encontradas, porque por más que nosotros mismos sepamos que hay relaciones que no dan para más, que son patriarcales, posesivas y buscan hacerte sentir culpable, terminar con ellas tampoco nos hace felices.
Y sí, talvez detrás de todo esto hay una explicación, pero por más explicaciones y teorías cuánticas que haya no podemos negar que lo más normal del mundo es sentir. Sentir es lo que nos hace estar vivas. Por sentir es que palpitan nuestros corazones y gracias a sentir es que somos feministas. Porque sentimos es que reconocemos las desigualdades que vivimos y nos enfrentamos a ellas, nos atrevemos a levantar la voz y decir «no estoy de acuerdo», y es gracias a que sentimos que reconocemos el desafío que representa deconstruirnos ante todos los mitos que hemos creado sobre el amor romántico.
El camino para construir nuevas formas de querernos empieza por nosotras mismas. Debemos querernos mejor para empezar a querer hacia afuera. Nosotras debemos ser nuestras primeras amigas, compañeras y enamoradas. Disfrutar nuestro tiempo a solas y analizarnos para comprender nuestras emociones y comenzar a romper estas cadenas que nos atrapan mentalmente. Si empezamos por nosotras mismas podemos partir de ahí para reescribir el amor tradicional que hemos concebido en cuentos de hada y transformar los relatos desechando modelos idealizados que han quedado obsoletos, y de esa forma, crear una sociedad justa a partir de una nueva concepción de convivio con nosotras mismas y con el otro u otra amada.
A fin de cuentas, el trabajo inicia desde adentro. Sirve como herramienta para escribir nuestra propia historia de amor, donde nosotras mismas seamos el final feliz y ese sea lo más genuino e íntimo que nos haga feministas.
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¿Quién es Corina Rueda Borrero?