El laberinto del tiempo


Angélica Quiñonez_ Perfil Casi literal.jpgCreo que la evidencia de cuan complejos son los seres humanos es la noción de viajar en el tiempo. Para empezar, es una idea igualmente contemporánea y antigua. Existen leyendas budistas, judías e hindúes sobre personajes que despiertan en otra era tras una siesta milenaria, pero el concepto de una máquina para viajar en el tiempo fue introducido por H. G. Wells en 1895. Hoy en día esa es la única razón por la que la gente reconoce la marca DeLorean.

En la ficción, el tropo de viaje en el tiempo es una sentencia para su autor. Cada acción de los personajes se convierte en una complicación que no siempre habrá de resolverse. Y al final de cuentas, los espectadores están más interesados en las minuciosidades del proceso que en sus propósitos narrativos. Por eso me sorprende que el concepto elaborado de un viaje temporal haya sido la trama de dos recientes e icónicas propiedades ficción: Avengers: Endgame y Harry Potter and the Cursed Child.

En el primer caso, el resultado fue una satisfactoria concatenación de la serie más cara de la historia: una reflexión sobre el desarrollo de los personajes y su relación con el público. En el caso de la segunda fue un fiasco narrativo que destruyó el objetivo de sus novelas antecesoras y muchos lectores han decidido ignorar que existe. Tanto para Harry Potter como para los Vengadores, el beneficio oculto del viaje en el tiempo era una recordación de sus propiedades creativas.

Llamémoslo un «branding emocional». Suena como una espectacular movida mercadológica porque lo es: esta narrativa demanda la fidelidad de sus espectadores. Sugiere que solo los «verdaderos» fanáticos pueden apreciarla. Pero la razón por la que viajar al pasado es más efectivo para Iron Man que para Albus Severus Potter es porque se centra en la primordial fijación de la humanidad con el tiempo: el arrepentimiento.

Continuamente me he topado con esta pregunta: ¿Qué le dirías a tu yo de hace 10 años? Aparte de las quinielas para las elecciones y copas mundiales, muchas personas responden con consejos de autorevelación que podrían haberles ahorrado una o varias penas: «Sal del clóset», «Deja de comer tanto», «Dile que la amas», «No vuelvas a cortarte flequillo». Imagino que existe una justificación psicoevolutiva detrás del arrepentimiento. Quizá en una era tribal surgió para que evitáramos las conductas que nos hacían daño a nosotros y a nuestro clan, pero ahora estamos considerablemente más solos y escrutados. Nuestros arrepentimientos nos acompañan en cada pequeñísimo detalle, como dedicar un libro o compartir un beso.

Solía hablar con alguien que monologaba inacabablemente sobre su pasado. A veces tenía la impresión de que estaba inventándolo pero no me importaba. Sus historias eran tan raras como cautivadoras, inevitablemente llenas de tangentes. Siempre le insistí que debía recopilarlas en un libro pero solo suspiraba y con un «en fin» volvía a una amargura que jamás supe aliviar.

He de admitir que yo también suelo entregarme a esos raptos levemente masoquistas; puedo perder una tarde entera repensando que habría sucedido si me hubiese prevenido de mis mayores equivocaciones y fracasos. Supongo que aún espero una gran revelación que jamás viene. Jamás termino de comulgar con la idea de que las cosas pasan por algo. Jamás termino de conformarme con la felicidad que escapó de mi boca una noche en diciembre sin la promesa de volver.

Y mientras debato si mis problemas podrían resolverse con tequila, seis minutos de llanto o partículas Pym, inadvertidamente viajo hacia el futuro, sin brújula ni paracaídas, un segundo a la vez.

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1 Respuesta a "El laberinto del tiempo"

  1. Juan Pablo Pira Martinez dice:

    Pero el pasado lo podés ver viendo el cielo estrellado. Un montón de las estrellas que ves te lanzaron su luz antes de la invención de la escritura.

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