Basta utilizar el recurso didáctico de la línea de tiempo para reconocer que las ansias de inmediatez resultan dañinas cuando se trabaja por cambios de raíz dentro de la organización social. Los procesos sociales no son iguales y varían. Claro, las problemáticas que sufren millones de personas en Guatemala necesitan medidas contundentes y de urgencia para impulsar cambios reales, pero eso dista de buscar inmediatez, cayendo en dinámicas que el poder no solo permite sino necesita para su beneficio y no para el del pueblo.
Tras el convulso 2015 hoy podemos realizar un análisis más matizado y sacar algunas conclusiones claras. No cabe duda que actualmente vemos gérmenes y sensibilidades que nacieron en aquel entonces, pero también es cierto que algunos rostros de organizaciones urbanas que surgieron o se visibilizaron en aquel momento —desde una supuesta postura «progresista»— han buscado la vinculación con personas, instituciones o sectores que históricamente representan a la «vieja política» y a los intereses oligárquicos mercatilistas. También hay algunos que le han entrado al «lobby» con embajadores y delegados norteamericanos. Lo que se pone en cuestión, más allá de su discurso, es si sus intereses pasan por los cambios que se requieren o no. Un dato respecto a esto y que no debemos olvidar es cómo se diezmó la movilización tras la renuncia del binomio Pérez-Baldetti. Fue después de esto cuando pocos colectivos se pronunciaron para intentar impedir el proceso electoral mientras otros decidieron retirarse y/o no pronunciarse al respecto, y esa exigencia podía ir tocando los cimentos de un sistema de muerte como el imperante en este territorio.
Ahora bien, una cosa es comprender las disputas de élites y los intereses geo-políticos que existen en la lucha contra la corrupción para así ir buscando, de alguna manera, dirigir las acciones a las demandas populares, y otra muy distinta, utilizar las organizaciones surgidas o impulsadas en 2015 como plataformas políticas para participar dentro de las actuales condiciones y estructuras, por lo que el análisis crítico debe ser pilar de aquellas organizaciones congruentes para no ser utilizadas por intereses privados o imperialistas.
Por tanto, la estrategia política de las organizaciones radicales y consecuentes debe saber manejar las coyunturas y coordinarse con los colectivos que se manejan desde otra postura. No se puede caer en ingenuidades políticas. Y es que si bien ese trabajo debe realizarse desde la estrategia, esta no puede divorciarse del compromiso y la ética porque la estrategia escindida de la ética y la coherencia son una contradicción grave y deshonesta que la izquierda no debe permitirse.
Estar en lo coyuntural, significa mantener la presión a través de mecanismos sociales y judiciales sobre los respectivos casos de Jimmy Morales, Álvaro Arzú y los diputados. Abogar por la reforma de la ley electoral solo después de la renuncia de los congresistas actuales y buscar la asamblea plurinacional constituyente con actores en verdad honestos y representativos. La protesta debe trascender la mera catarsis e ir direccionada por liderazgos consecuentes que busquen efectos decisivos, tanto simbólica como concretamente.
En paralelo, lo estructural debe ir dirigido al llamado a la unidad de organizaciones consecuentes. Así como a aprender de lo acontecido en 2015, pero no estancarnos, sino trascender aquel momento. Llevar a cabo nuestra propia agenda y no la de intereses imperialistas. Recordemos que lo político no se juega únicamente dentro del campo de las instituciones y el reformismo; es más: esas bases sociales de lo que ojalá en algún momento podría llamarse «sujeto político plural» se forjarán fuera de estas. Va siendo hora de des-normalizar y desaprender las lógicas impuestas por el poder que limitan la resistencia, creando rebeldías permitidas.
Es casi un hecho que, aunque inició el principio del fin, nuestros ojos no verán la caída del capitalismo. Lo más probable —a pesar de la crisis— es que la oligarquía monopolista, el ejército y la politiquería de este país continúen en el poder por un buen tiempo. Seguramente los medios de comunicación masiva seguirán siendo el instrumento hegemónico para alienar a las masas. «Pesimismo de la razón, optimismo de la voluntad», decía Antonio Gramsci. En esa tónica sabemos que solo conformando una fuerza social no condicionada por las lógicas del capital podríamos hablar de pasos consistentes en beneficio de las mayorías. Cada quién decide dónde posicionarse frente a estos procesos sociales; eso sí: mientras que para algunos el pensamiento crítico y la postura ideológica radical pasan a segundo plano, hoy es esa convicción la que imperantemente se necesita.
[Foto de portada: Herbert Reyes]
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Buenos puntos. Es momento de dejar atrás las revoluciones de colores…
buenisimo !!! y que gane argentina carajooooo