La pseudo-libertad tiene muchas caras, incluyendo la de una buena causa, porque tal como siempre he escuchado, uno nunca sabe para quién trabaja. Así funcionan las causas que quieren promover la emancipación del pueblo, pero aun así no se quiere que esta emancipación ocurra de forma completa sino que se mantenga controlada y con la dosis exacta de adrenalina que hace sentir que se está «despertando para lograr un cambio».
De forma disimulada e ingeniosa se venden los ánimos de transformación y se propaga el repudio por actos reprochables, pero ¿es una indignación prologada o una cuota de reproche? ¿Es la construcción de un proceso o algo coyuntural que busca, en su fondo, promover un nuevo caudillo democrático para la política criolla? ¿El cabreo demostrado fue pensado o se quedó en lo reaccionario? ¿De verdad se despertó o fue sencillamente un insomnio que sigue transformando una dictadura por otra?
Hay estallidos de gritos que demuestran el cabreo y ―en esta era digital― brotan las frases motivadoras en fotos que apaciguan esta sensación con una reciente «conciencia». Aquí en Panamá, la mayoría se refugia como en un tatuaje a su aparición ética en una concentración disgregante sobre la memoria histórica del país y sobre un proceso en contra del colonialismo, sin preguntarse si han sido objeto del oportunismo o de una agenda que busca disiparnos.
Cabe aclarar que ninguno puede negar que las indignaciones son válidas, al final son las indignaciones las que han permitido que no estemos conforme y que cada vez se estén conquistando más derechos, pero una indignación sin sustancia logra que pasen los días sin cuestionarnos, y después, si nos preguntan, nos jactamos de ser héroes, nos olvidamos (o nunca nos enteramos) de que los cambios son procesos y en nuestras caras se hacen maquillajes superficiales a leyes que ni critican ni buscan cambiar el sistema que es la raíz del problema, y ―por inercia― justificamos lo que vendrá porque creemos que la aparición propagandística que se hizo es más que suficiente solo porque los medios de comunicación la vendieron como una «Nueva Cruzada Civilista».
Y lo peor de todo es que se siga enalteciendo los símbolos que promovían este último grupo con sus pañuelos y camisas blancas, como si realmente en algún momento les hubiese importado cambiar el país y no retomar el poder político y económico y el erario público como su finca. Como dije, un cambio de dictadura por otra, talvez con caras diferentes, pero con el mismo fondo: todas bajo la excusa de un cabreo controlado del pueblo y con el aval de los medios de comunicación y otra gente que, bajo el manto de la independencia, se «sumó» a convocar, más que por un acto de civismo, por puro ego y ánimos de ponerse estrellitas de «democracia» para pifiar en el próximo cóctel.
A mí, en lo personal, me daría vergüenza que mi generación repitiera el engaño de la Cruzada Civilista como muestra mártir del rescate de la democracia, pero en estos momentos, más que dar una opinión, hago todos estos cuestionamientos porque creo que es hora de plantearnos más preguntas y pensarnos en nuestros actos, revisar la historia y entender que sí, que talvez haya que admitir que alguna fibra se ha movido dentro del panameño yeyé promedio; pero en cambio, decir «ya despertamos», sigue siendo clasista y desmemoriado porque si esto se considera un logro es porque detrás de él hubo gente que nunca ha estado dormida y que siempre, aun hoy, sigue dando pie de batalla.
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¿Quién es Corina Rueda Borrero?