Una ficción y cuatro documentales del cineasta Antonio Orellana en Nicaragua


Karly Gaitán Morales_ Casi LiteralEn Nicaragua es muy conocida popularmente la película La llamada de la muerte (1960), filmada en las ciudades de Managua y Granada entre febrero y marzo de 1959; y tras ella es famoso también el entorno de tragedia que envuelve su producción. Pero muy poco es nombrado con rigurosidad su director, el cineasta Antonio Orellana Gallego (España, 1923-México, 2018) y, aún más, su vida y sus otras producciones audiovisuales de no ficción filmadas en Nicaragua.

Antonio Orellana fue guionista y director de origen español y nacionalizado mexicano. Dedicó toda su vida a la escritura de guiones de cine, textos para televisión y libretos teatrales. Nacido en Zafra, Badajoz, el 4 de febrero de 1923, había huido de la guerra civil española hacia Portugal, donde estuvo encarcelado hasta 1946. Llegó a México en 1948 y allí, como muchos españoles que triunfaron en ese país en la «Época de oro del cine mexicano» (1936-1956) —entre estos Luis Buñuel, Angelina Fernández y Martha Roth— encontró su camino en las artes.

El 5 de febrero de 1959 se inició el rodaje de La llamada de la muerte en una calle de la colonia Mántica, en Managua. Este fue motivo de noticias y de constantes visitas del ciudadano común que se presentó a ver las filmaciones en las calles, por lo que se tuvo que cerrar las avenidas y barrios con retenes de la Guardia Nacional, lo que creó mayores expectativas al afectar la vida cotidiana de la capital.

Aunque en Nicaragua se celebró con pompa este acontecimiento —además de esta obra, se hablaba de la promesa que hizo la productora Tepeyac S.A. ante la prensa: filmar en Managua otras seis películas antes de llegar a 1970—, una de las mayores críticas que tuvo este proyecto por parte de la prensa mexicana fue a propósito de su poca inclusión de Nicaragua en el guion, pues todo ocurre en un apartamento y no existen temas ni «razones nicaragüenses» en el argumento, por lo que señalaban a los productores de filmar en Nicaragua para no pagar impuestos y otros costos que sí tendrían que asumir en México.

La incursión de Antonio Orellana en otros países latinoamericanos —Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Brasil— lo llevaron a ser un director de cine de ficción y documental estimado por las compañías exhibidoras, dado que sus melodramas llenaban las salas. También participó como actor en varios filmes, el primero de ellos en 1931, en España, cuando tenía ocho años.

La llamada de la muerte, junto con Rapto al sol (Fernando Méndez, 1956: también producción mexicana rodada en el país) habían sido calificadas como las primeras películas de ficción realizadas en Nicaragua; y aunque es un error histórico afirmar que son las primeras, así han quedado en libros, monografías y artículos periodísticos, por lo que se han convertido en importantes referentes culturales. Pero es importante aclarar que no son las primeras.

En Centroamérica fueron producidas y llevadas hasta las pantallas cinco de las películas de Antonio Orellana, escritas exclusivamente para filmarse en estos países. En Nicaragua hizo el experimento de debutar en ficción y no se han encontrado en sus declaraciones las razones de por qué no lo hizo en Guatemala o en El Salvador, donde había estado trabajando en teatro y newsreels años antes de ir a suelo nicaragüense.

La tragedia de la producción que se recuerda hasta hoy ocurrió el 5 de marzo de 1959, cuando los últimos integrantes del equipo de trabajo regresaban a México y el avión en que viajaban se accidentó a pocos minutos de haber despegado de la pista. Murieron todos los pasajeros. En este vuelo iban dos camarógrafos y la peluquera-maquillista, junto con varios rollos de la película. Debido a esta pérdida humana y material del filme se tuvo que invertir del presupuesto en indemnizaciones. Muchas escenas tuvieron que ser rodadas nuevamente con extras nicaragüenses y no se finalizó el guion original porque el equipo de producción no quiso volver a Nicaragua, así que tuvo que ser modificado debido a que el verdadero final de la película se había quemado en el accidente.

Luego de algunas negociaciones con los coproductores de México y Nicaragua, La llamada de la muerte se terminó de posproducir en 1960 y en octubre de ese año se estrenó en México, con muy malos resultados de taquilla, pues sus desventuras le habían arrebatado el momentum.

Después de esa experiencia, Orellana regresó a Nicaragua para filmar documentales durante las dos décadas siguientes. Durante muchos años mantuvo amistad con los coproductores nicaragüenses de su película: Rafael Cano y José Adán Aguerri Hurtado, mejor conocido como Chanito Aguerri.

En 1967, Orellana llegó a Nicaragua para producir cuatro documentales: tres planificados y uno que salió de improvisto. El primero comienza en enero, cuando se cumplía el centenario del natalicio de Rubén Darío. Llegó a Nicaragua invitado por José Adán Aguerri Hurtado y su compañía de distribución de películas, quien, en un viaje de vacaciones de Orellana a Managua en 1965, le había obsequiado tomos de poesía de Rubén Darío y le impulsó a dejar registro en cine de ese acontecimiento que se celebró a lo grande con un premio nacional de literatura, invitados extranjeros, visita y homenajes en la casa natal de Rubén en ciudad Darío, elección de la ninfa dariana, recitales, paradas militares y puesta en escena de obras de teatro. El documental de 40 minutos se titula Centenario del natalicio de Rubén Darío en Nicaragua.

Antonio Orellana

Diario Novedades, enero de 1967.

Este primer documental llevó de inmediato al segundo. Mientras Orellana visitaba colegios en  la ciudad de León —donde Darío vivió su infancia y parte de su adolescencia— e invitaba a niños y jóvenes a recitar ante el Monumento a Rubén Darío en Managua para ser filmados, ocurrió un acontecimiento sangriento en la capital: el domingo 22 por la tarde le sorprendió en Managua la manifestación que había sido organizada por los líderes políticos Fernando Agüero Rocha y el periodista Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, quienes la realizaron con el partido Unión Nacional Opositora (UNO) en contra del presidente Lorenzo Guerrero, y que conllevó al famoso episodio conocido como la «Masacre del 22 de enero».

Orellana se encontraba hospedado en el Gran Hotel sobre la avenida Roosevelt y los hechos ocurrieron a unas cuadras. Francotiradores de la Guardia Nacional habían disparado desde edificios a los manifestantes y en las calles yacían tendidos los muertos. Después, los dirigentes Fernando Agüero y Pedro Joaquín Chamorro huyeron al Gran Hotel para protegerse y allí Antonio Orellana filmó lo que estaba ocurriendo en el interior, ya que el hotel había sido atacado por una tanqueta y fue refugio para transeúntes que paseaban en familia un domingo.

El tercer documental lo realizó en abril en Managua. Trata sobre la muerte del expresidente de Nicaragua y entonces senador, Luis Somoza Debayle, ocurrida el 13 de abril, lo que fue un acontecimiento mediático que atrajo a la prensa internacional. Antonio había conocido a Luis Somoza en Managua durante su visita en 1959, cuando este era el presidente. Al llegar la noticia a México, viajó junto con el camarógrafo Fernando Uribe y el productor Juan Acar para hacer ese filme para la televisión mexicana. El reportaje de 30 minutos resumía los acontecimientos sucesivos: la llegada de delegaciones diplomáticas, los honores militares, la vela, la misa, el entierro y demás eventos oficiales.

En mayo de ese mismo año, Antonio Orellana regresó a Managua para producir el cuarto documental: Nuevo presidente en Nicaragua, elecciones 1967, de 60 minutos, que resume todos los eventos que se hicieron en ocasión de la toma de posesión el 1 de mayo durante el acto en el Estadio General Somoza con las delegaciones de países de todos los continentes. Todos estos filmes se conservan en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

Antonio Orellana escribió guiones para 200 películas y elaboró decenas de programas culturales de televisión. En la década de 1960 su trabajo era promovido en la revista francesa Cahiers du cinéma y sus filmes habían sido vistos en México, Francia, América Latina, Japón y Estados Unidos. Falleció el 21 de abril de 2018 a los 95 años de edad. La Cineteca Nacional de México anunció su muerte en un comunicado que fue reproducido por NotimexReforma y muchos otros medios nacionales e internacionales.

En Nicaragua, su muerte pasó desapercibida, aunque su película nicaragüense es una de las más conocidas entre todo el cine que se ha filmado en el país desde que existe el séptimo arte hasta nuestros días.

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