Durante días recientes, tras los atentados en París, vi en las redes sociales cientos de manifestaciones de solidaridad con el pueblo francés, algo que comprendí pero que a la vez me pareció inconcebible.
La comunidad internacional respondió casi enseguida ante los sucesos y entre los que más me indignaron están los del presidente de México, Enrique Peña Nieto, y el del presidente de Panamá, Juan Carlos Varela; ambos mostrando amables mensajes de solidaridad cuando en sus propios países hay represiones y abusos de autoridad. En el caso específico de Panamá, existe solidaridad para el pueblo francés pero no para los hermanos Ngäbe Buglé en Barro Blanco, y menos justicia para los diez estudiantes del Instituto Nacional a los que juzgan de “terroristas” sin ninguna prueba, por lo que me pregunto: ¿cómo es posible ser solidario solo con un atentando cuando personas mueren todos los días por las mismas razones en países del oriente medio? ¿A caso los muertos de la Europa occidental valen más que el resto? ¿Solo ellos merecen justicia?
Ante toda esta incertidumbre, encontré la respuesta a esta conveniencia de solidarizarse por lo que los medios de comunicación dicen que hagamos (curiosamente la respuesta la encontré en el Facebook de una querida compañera rockera, Al Jhanniel). Este fenómeno que afecta nuestras mentes se llama “Síndrome de Solidaridad Selectiva” o “SSS”, y se manifiesta cuando los niveles de solidaridad e indignación demostrados frente a un suceso trágico y cruel son directamente proporcionales al nivel de pertenencia de las víctimas, cuyos países pertenecen al G8 y además cuentan con una amplia cobertura de medios.
Día a día mueren personas inocentes (incluyendo niños) de forma injusta, no solo por grupos terroristas o a manos del crimen organizado o narcotráfico. La gran mayoría de las veces se muere a manos del Estado, a través de la falta de acceso de salud o por culpa de medidas de salubridad incorrectas; por falta de vivienda o acceso a un plato de comida, a raíz de políticas clientelistas o de insumos o medicamentos alterados, a causa de la falta de seguridad alimentaria o por mantener un sistema económico que nos ve como cifras necesarias a explotar. Al final somos víctimas y cómplices dependiendo del punto de vista en que lo veamos, pero lo que quiero recalcar es que pasan tantas cosas a diario, pero al final nos solidarizamos solo con lo que nos conviene solidarizarnos y no por lo que nos afecta. Al final lo que nos aterroriza y nos preocupa es todo aquello que los medios de comunicación quieren que ocupe nuestra atención, lo demás son solo meros sucesos banales.
No quiero que se me vea como la típica hater que ha salido a la luz ante lo ocurrido. Por supuesto que soy consciente de que los ciudadanos franceses, sirios, palestinos, panameños, nigerianos y de muchas otras nacionalidades no tienen la culpa de lo ocurrido, ya que también somos fichas en este juego entre Estados y grupos rebeldes que ellos mismos ayudaron a crear, pero decir esto no me va a quitar la ira que siento cuando veo que ni siquiera en nuestros propios países, ni con nuestros propios vecinos, nos alcanzamos a solidarizar cuando pasan por alguna crisis.
Seamos cónsonos e investiguemos, leamos, escuchemos más de lo que dice el noticiero estelar. Seamos humanos siempre, con todos, sin exclusión.
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¿Quién es Corina Rueda Borrero?