[…] Como siempre, cuando me alejo de ti, me llevo en las entrañas tu mundo y tu vida, y de eso es de lo que no puedo recuperarme. No estés triste —pinta y vive—.
Te adoro con toda mi vida,
Tu Quiela
Desde París, así se despedía el 31 de enero de 1948 la pintora rusa Angelina Beloff del muralista mexicano Diego Rivera, según la novela epistolar Querido Diego, te abraza Quiela, de la escritora Elena Poniatowska. Si bien la novela de Elena propone una relación por correspondencia producto de la ficción narrativa, los personajes y su dinámica de interacción no son ficticios. Y es que pensar en Diego Rivera es pensar al mismo tiempo en Frida Kahlo y en su romance, famoso por las infidelidades de Diego combinadas con el temperamento incendiario de Frida. No obstante, Elena reconstruye en forma epistolar la relación del artista mexicano con la pintora rusa Angelina Beloof; una relación menos conocida pero igual de tempestuosa y conflictiva.
Angelina Petrovna Belovna, mejor conocida como Angelina Beloff, nació en San Petersburgo, Rusia en 1879. A los 25 años ingresó a la Academia de Artes de San Petersburgo y a los 29 decidió mudarse a París para especializarse en la academia Henri Matisse. Corría el año 1908 (un año después del nacimiento de Frida Kahlo) cuando Angelina y Rivera se conocieron en Brujas, Bélgica. En un principio su relación fue profesional, como colegas, pese a que Angelina despertó por Diego una admiración paternal que poco después florecería en ambos como amor. Se casaron en París en 1911 y cinco años después tuvieron un hijo al que nombraron Diego, como su padre; el pequeño Diego murió de meningitis cuando tenía un año y dos meses de edad.
Así, mientras Diego estuvo casado con Angelina, mantuvo una relación extramarital con la pintora Marevna Varobe, con quien tuvo una hija. El adulterio de Rivera distanció a la pareja y, tras la muerte de Dieguito, este decidió viajar a México en 1922, dejando a Angelina sola y deprimida, lidiando con la pérdida de su hijo y al mismo tiempo con la partida de su esposo hacia América. Con 36 años, Diego llegó a México con una atractiva propuesta de trabajo: un mural de la escuela secundaria en donde conocería a Frida Kahlo, de quince años.
El abandono y aislamiento que vivió Angelina dieron a Elena material para crear un escenario en donde se desarrollan temas de interés no solo narrativo. De acuerdo con el libro, la pintora escribe durante diez meses a Diego, quien no responde eventualmente, y cuando lo hace, su parquedad es evidente. Resulta interesante percibir en las cartas de Angelina cómo la falta de Diego la lastima más que la ausencia de su hijo; es más, Angelina deja de pintar puesto que la pintura es un nexo irrompible que la conduce sin remedio al muralista mexicano, quien sin aceptarlo, la abandonó por aburrimiento.
Angelina llegó a México en 1932 pese a que Diego nunca le pidió que se mudara de continente para buscarlo, pues para entonces él ya iba por el tercer matrimonio. En las últimas páginas del libro de Poniatowska se mitifica el último encuentro entre Diego y Angelina; coinciden en un teatro en donde Diego pasa junto a ella sin reconocerla, sin siquiera voltear la mirada para verla.
Es de esa forma que Querido Diego, te abraza Quiela narra las circunstancias de la mujer de la posguerra que intenta insertarse tanto en la vida familiar como en la vida artística y laboral, situación que se complica a causa del autoexilio que se impuso Angelina una vez abandonada por Diego; mientras alrededor del mundo se construyen derechos que benefician a las mujeres, hay una resistencia latente que Elena muestra como contraste entre la vocación de madre y esposa, y la vocación artística, condición en la que vale la pena meditar. Este libro va más allá de la explotación mórbida con la cual ha tomado fama la figura de Diego junto a la de Frida. La postura de Poniatowska responde a la necesidad de crear puntos de reflexión que propongan perspectivas desde las cuales se evalúen los roles de las mujeres como madres, esposas y, sobre todo, como artistas.
Angelina murió en México en 1969, a la edad de 90 años. Diego nunca intentó contactarse con ella.
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Maravilloso comentario… Realmente despierta curiosidad sobre el libro y moviliza acerca del tema. Gracias por este interesante aporte, querida Rubí.
Gracias a ti por ser tan fiel lectora de nosotros. Tus comentarios siempre nos llenan de esa energía creativa que nos impulsa a compartir y a seguir escribiendo. Un fuerte abrazo.
Es una novela corta muy interesante Buena reseña Rubí.
Gracias por la lectura y el comentario, Mario. En efecto, pese a le brevedad, la novela impacta por la percepción que tenemos de esas dos figuras polémicas del arte latinoamericano. Abrazo.