Caminando por el laberinto. Consideraciones sobre un cuento de Jorge Luis Borges


Guillermo_ Perfil Casi literal

Jorge Luis Borges afirmaba que una obra narrativa consta de dos argumentos. Un argumento que se caracteriza por su obviedad, es fácilmente deducible por el lector, que está tejido por una serie superficial, pero no menos importante, de hechos ficticios que solamente sirven de artificio al autor para dar a conocer el otro argumento, el verdadero. El argumento “falso” se asemeja a un velo tejido con una hilera de acontecimientos que revisten el argumento “verdadero”, que es el segundo, la esencia del primero. El que parece ser el argumento no lo es, sino la antesala que precede el entresijo, el verdadero argumento contenido en el fondo del primero, es el que se mantiene escondido hasta el fin.

El jardín de los senderos que se bifurcan (1944) es uno de los cuentos más representativos de Borges por el ingenioso entretejimiento de una serie de ideas filosóficas, donde el argumento aparente y fácilmente deducible es policial: Yu Tsun, espía y protagonista de la historia, debe cumplir una misión para los oficiales alemanes. Acosado por el implacable capitán Richard Madden, huye para hacer llegar a su jefe, en Berlín, su último servicio de espía —el nombre del preciso lugar del nuevo parque de artillería británico sobre el Ancre—,  buscando al sabio sinólogo Stephen Albert en su recinto en un suburbio de Fenton, aldea de Ashgrove —aquí es donde Borges interpola el segundo argumento, que en realidad es el auténtico: la esencia del primero—, donde le revela el misterioso sentido de la obra El jardín de senderos que se bifurcan del novelista T’sui Pên, antepasado del protagonista. Albert le revela a este último el fin de sus interminables investigaciones sobre la novela y después Tsun da muerte al sinólogo, crimen con la esperada notoriedad para transmitir un mensaje a los alemanes. Lo demás es una metáfora del tiempo, nunca se pronuncia la palabra tiempo porque no hay necesidad de pronunciarla: es “el argumento del argumento”, un discurso metafísicamente justificado.

El Jardín de senderos que se bifurcan representa el carácter laberintico del tiempo y del mundo, donde las decisiones de un hombre repercuten en el devenir de su destino llevándolo por diferentes caminos (todo es una posibilidad) en medio del tiempo que es uno y varios a la vez, con diferentes desenlaces; como ente de paralelos y divergentes, donde el final de un tiempo marcará el final de un camino e inician otras bifurcaciones: el eterno regreso, o sea, la repetición de acontecimientos del pasado; la simultaneidad del pasado, del presente y del futuro; la identidad del hombre con sus antepasados y con todos los hombres; la anulación del individuo. El tiempo como actor de diversos porvenires. El tiempo, ese sinuoso laberinto de estructura ramificada que hace posible la co-existencia de todas las posibilidades ante un evento, es la clave para descifrar este relato.

Borges, con singular destreza, mantiene al lector en suspenso. La trama de El jardín de los senderos que se bifurcan es activa, seduce al lector con la expectativa y la intriga (con el cuestionamiento de qué irá a suceder después). Con respecto a Yu Tsun, el papel que toma en el relato representa el devenir del hombre con el peso del implacable tiempo sobre sus hombros, resignado al trágico desenlace de su destino: la muerte.

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