Don’t look Up y la vileza de no querer mirar


Ingrid Ortez_ Casi literalDesde la antigüedad todas las sociedades han pasado su etapa de oscuridad y decadencia. Civilizaciones enteras han desaparecido por sus múltiples excesos. No sé si vamos caminando hacia esa extinción, lo seguro es que somos una sociedad en crisis y no lo percibimos. Lamentablemente uno de los colmos de nuestra raza es el de empeñarnos en no aprender y aunque veamos indicios de peligro no haremos nada más allá de lo que nos permite nuestra ignorancia.

Hay películas que sirven solo para entretener, mientras que otras dan un mensaje muy claro: nos gritan que en lugar de evitar y ridiculizar debemos mirar; y cuando es el cine lo que hace vernos al espejo de forma tan magistral y puntual, me pregunto qué seguirá después si no logramos reaccionar como sociedad.

Don’t Look Up (No miren arriba), dirigida por Adam McKay, es un espejo de esta era de desinformación de la que somos parte. Este cineasta ya antes nos había presentado películas que retratan aspectos sociales, políticos y económicos como La gran apuesta y El vicio del poder; pero en Don’t Look Up se luce, no solo con el despliegue de grandes actores, sino también con un mensaje que seguramente a estas alturas ya fue olvidado o sustituido por otro film más taquillero. Y la sociedad regresa a su estado catatónico.

Don’t Look Up es una película cargada de actitudes de negación, excesos, búsqueda de protagonismo a través de lo ridículo e insensato y una falta de seguridad sobre lo que es verdad o no. Será que estamos condenados a la ignorancia o al sensacionalismo, pero es evidente que la película retrata nuestra sociedad tal cual: una donde se busca sacar el mayor beneficio de las tragedias y desgracias, una donde políticos solo piensan en cómo influir en los resultados de las urnas o en su imagen pública. Una sociedad escéptica y explotada por el consumo que prefiere ignorar las alertas (algo que vimos claramente desde el inicio de la pandemia por COVID-19). Un reflejo del caos, la ignorancia y el individualismo.

La película hace una analogía de situaciones y personajes reales y fácilmente identificables en nuestra sociedad cada vez más ciega: líderes arrogantes cargados de nepotismo y ridiculización, redes sociales convertidas en palestras de gente sin autoestima o narcisistas, un periodismo que es el hazmerreír de este siglo. Y aunque en cierto modo retrate específicamente a la sociedad estadounidense, todos estos son un mal que se ha extendido sin excepción a nuestros países latinoamericanos tan acostumbrados a copiar lo malo.

Los que poseen el capital tienen el poder. Y no es de ignorar que los gobiernos se rinden y sirven de alfombra a las élites económicas: empresarios intoxicados de poder que controlan la política, la ciencia y los medios para sacar partido de las tragedias humanas. Así es como construyen sus grandes fortunas.

La sociedad de las imágenes y de lo instantáneo está consumida no solo por las redes sociales, sino también por los programas basura y los medios de comunicación que bombardean con cantidad de mensajes carentes de contenido y con una realidad manipulada. Vemos que lo que importa no es una buena historia, sino el clic y el algoritmo, así como el sensacionalismo a través de la vida privada de gente que no determina en nada el avance de la raza humana.

A diario los medios, incluso los supuestamente «serios», toman tiempo y espacio para trivialidades de gente que no aporta, pero que les permite conseguir el mayor rating, concediéndoles más protagonismo que a otras personas que sí están ayudando a la humanidad.

Y qué decir de la población: cuántas veces no hemos visto los famosos challenges por Tiktok y otras redes sociales en donde el ser humano muestra su parte más desconcertante con tal de conseguir miles de seguidores, pues la medida del éxito y la popularidad ya no nos es dada por el intelecto y el razonamiento, sino por el ridículo y la cantidad de seguidores que podamos tener.

De esta manera, Adam McKay, con Don’t Look Up, caricaturiza la respuesta del ser humano ante una situación de vida o muerte. Y lo hace de forma tan certera que deberíamos avergonzarnos de nosotros mismos y de la especie que somos hoy. Una película que nos retrata como sociedad en total y absurda decadencia.

[Foto de portada: Netflix.com]

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