Me hubiese gustado reseñar un libro o quizás abordar cualquier otra temática menos densa, pero lamentablemente no estoy en la capacidad de escribir palabra alguna que no tenga relación con el horrendo crimen cometido la semana pasada en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción.
Pienso en las vidas que se consumieron, no por el fuego sino por la corrupción, por la falta de voluntad política, por los intereses de grupos paralelos que una vez más se encargaron de sembrar el terror en la población. Sus cuerpos fueron quemados al calor de todo aquello que debería avergonzarnos como sociedad pero que a la vez debería despertarnos de ese letargo que nos convierte en seres indiferentes a todo aquello que ocurre fuera de las cuatro paredes donde estamos.
No los invito a manifestar ni a donar sangre o víveres, pues al final eso únicamente atañe a la conciencia de cada uno; pero sí los insto a pensar, a reflexionar y a visualizar el futuro a partir de este presente que como sociedad estamos construyendo (o mejor dicho, destruyendo). Les exhorto a pensar si desean que, en un futuro cercano, alguna de sus hijas, novias, esposas, nietas o sobrinas muera de esa manera, si desean que sus hijos, nacidos y no nacidos, hereden cada uno de los cánceres sociales que hoy nos duelen más que nunca.
Tanto en redes sociales como en manifestaciones pacíficas se ha posicionado el mensaje «Fue el Estado», y esto es obviamente innegable, sin embargo creo que debemos ir más allá de las responsabilidades que desde luego deben asumirse y de los hechos que deben esclarecerse cuanto antes. Debemos pensar que, así se encarcele perpetuamente a todos los involucrados, si no somos capaces de adentrarnos en los problemas de fondo que se traducen en tragedias como esta, no sería de extrañar que dentro de cinco años o menos veamos en los titulares de prensa un crimen de esta índole o peor.
En otras palabras, sí debemos actuar, pero no desde una postura acrítica sino crítica. De nada nos servirá regresar a la Plaza de la Constitución si no entendemos las raíces del problema: no solamente se trata de incompetencia para administrar una casa hogar. El Estado guatemalteco no es competente para implementar políticas públicas efectivas en pro de la seguridad y bienestar de la niñez y adolescencia, ni tampoco en beneficio del resto de la población.
No solamente se trata de las niñas que estaban refugiadas, sino también de los niños que hoy salieron a lustrar zapatos como consecuencia de la explotación de la cual son víctimas, las niñas que hoy están embarazadas a causa de una violación, los hijos de aquél que partió de Guatemala en búsqueda del «sueño americano», los niños que observan cómo su padre (o padrastro) violenta a su mamá física y psicológicamente, los niños y adolescentes que mientras sale a la luz este artículo están siendo víctimas de acoso escolar y todos los menores de edad que viven en zonas de riesgo y que por ello son vulnerables a pertenecer a cualquier grupo delictivo.
Se trata de una sociedad que poco a poco se carcome a sí misma gracias a la indiferencia ciudadana, la falta de voluntad política, la corrupción, la desigualdad y, quizá, la decadencia humana de la cual somos víctimas pero a la vez victimarios. Por ahora hablamos de esas 42 niñas que fueron víctimas de esta sociedad y la pregunta es: ¿de cuántas niñas hablaremos en un mes si seguimos siendo apáticos ante lo que nos sucede a nosotros mismos y a los demás?
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¿Quién es María Alejandra Guzmán?