Tal parece que una embarcación holandesa tuvo que arribar a Guatemala para que nos demos cuenta de que la educación sexual es un tema imperante. Al margen del debate respecto a estar a favor o en contra del aborto, todo lo que conlleva salud sexual y reproductiva nunca ha sido prioridad del Estado guatemalteco. Si quieren hablar de cifras, pregúntenle a cualquier funcionario: ¿cuánto invierten ustedes en la educación sexual de los niños, las niñas y los adolescentes? Cualquier respuesta será risible o una mentira. Y no esperaría nada más de esta gente.
Hay quien en redes sociales me comentó que el Estado no es el único responsable y eso es verdad, pues nosotros, los que estamos sentados en la silla ciudadana, también somos parte del problema. De hecho, me parece sumamente patético que justo el día que una ONG europea tomó las riendas del asunto (y lo digo a pesar de que no soy la mayor defensora del aborto) a todos se nos ocurra debatir acaloradamente respecto al asunto, el señor alcalde incluido.
Lo curioso es que esta coyuntura será temporal. Y cuando la bulla mediática cese, todos volveremos a nuestra pasividad natural y asimismo ignoraremos las altas tasas de mortalidad materna, los abusos sexuales a niñas y mujeres, las cifras que nos indican que estamos sobrepoblados, etcétera, etcétera y otro largo etcétera. Cuando los holandeses ya estén congelándose en su país de origen, nosotros habremos dejado de acalorarnos por un debate entorno al aborto. Y todo seguirá igual a no ser que nos demos cuenta de que es URGENTE (sí, en mayúscula cerrada) hablar de sexo, tanto en la esfera pública como en la privada.
Hablemos de sexo. No con morbo, no desde una perspectiva ideológica que conduzca al sesgo (sea política o religiosa) sino desde un punto de vista más humano y abierto. Quizá alguien me juzgará por pedir demasiado y no dudo que esta persona tenga razón, pero eso no me impide exigir a todo funcionario público correspondiente que ponga en marcha las gestiones necesarias para que se brinde una educación sexual de calidad en nuestro país. Y sí, eso incluye destinar un presupuesto razonable para esos proyectos, fondos que tendremos disponibles siempre y cuando ciertos funcionarios incompetentes no los malversen ni los despilfarren en tonterías.
Por supuesto, la ciudadanía no debe ser ajena al tema sino todo lo contrario. Es urgente que los padres de familia de cualquier estrato social abandonen tabúes y le hablen claro y pelado a sus hijos y eso también va para educadores de todos los niveles académicos. En cuanto a las iglesias y sus miembros, les invito a propiciar espacios de diálogo donde estén dispuestos y abiertos a nuevas ideas, no se olviden que ustedes no tienen la verdad absoluta en sus manos aunque se jacten de ello.
Por lo pronto, estimado lector, lo exhorto a informarse, en primer lugar. Defina con bases sólidas qué son métodos anticonceptivos, la diferencia entre vagina y vulva y todo aquello que necesite saber concretamente. Por ridículo que suene, esos pequeños detalles hacen la diferencia entre una persona con criterio y un ignorante. Y cuando esté informado sea parte del debate en torno a educación sexual, exija que parte de los impuestos que paga sean destinados a la formación sexual y reproductiva de niños y adolescentes guatemaltecos. O haga lo que quiera, pero deje de ser indiferente al tema. A fin de cuentas, en nuestras manos está destapar nuestras bocas y hablar de todo aquello que nos escandaliza o seguir callando.
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¿Quién es María Alejandra Guzmán?