«Soy chapín de sangre»


Fernando_ Perfil Casi literalTiziano Terzani dice sentirse desilusionado: los norcoreanos y los estadounidenses no son diferentes. Tiene razón. Ambos países están en extremo distanciados ideológicamente, pero sus habitantes fueron instruidos de la misma manera: culto a los héroes recientes, amor enfermizo a la patria, desprecio al extranjero y espíritu invasor. Basta con echar un vistazo a Pionyang y Washington D. C. La estatua de Lincoln o la foto del Supremo Líder en cada esquina; el orgullo militar y los textos (casi) sagrados de los hombres representativos. Los estadounidenses negarán que fueron adoctrinados. Dirán que son el país más rico del mundo; que liberals y conservatives son el modelo político del mundo libre, que la democracia puede elegir a un Trump y a un Obama. Que America sin tilde es el mejor país del mundo. Corea del Norte, por su parte, no hará comentarios.

A nosotros, aquí, también nos adoctrinaron. Desde chicos nos dejaron asarnos bajo un sol de plomo en los desfiles: era un acto cívico, de amor a Guatelinda, para después dejar la plaza hecha un basurero como los hermosos y malditos del #RenunciaYa. Una selección malísima de futbol que nos dio el temple para afrentar la mediocridad y que además nos enseñó a amar la patria aun con sus derrotas. Un odio hacia México mientras escuchábamos corridos y veíamos telenovelas de Televisa. Un desprecio hacia el resto de Centroamérica y la necesidad de comulgar, de expiar las culpas, de alabar al Señor. La iglesia nos enseñó a odiar los libros. Satanás se viste como ángel de luz e inspiró a esos drogadictos maricones que necesitan recibir a Cristo en su corazón.

Nos enseñaron que Dios, que sí existe —lo dice la Biblia—, fue quien creó miles de idiomas, diferentes razas, múltiples climas, regiones diversas, millones de plantas y animales y quien decidió que su Hijo iba a nacer en la periferia del Imperio porque el Reino de los Cielos es para los pobres. ¿Para qué vas a estudiar si no nos llevamos nada? Haz mejor tesoros en los cielos, donde ni la polilla ni el orín corrompen. De cualquier modo, no olvides el diezmo, hermano.

Nos dijeron que no fuéramos «indios», que agarrarámos onda, que entendiéramos. Nos enseñaron a ser machitos, a dejarnos de huecadas y dejar de llorar como culitos. «Soy chapín de sangre y vas a respetarme», gritó la garra, pero nadie nos respetaba. Nuestros padres estaban ocupados. Crecimos en la época triste cuando MTV dejaba de ser un canal de música.

Ahora que vamos a cumplir treinta y seguimos luchando contra nuestra doctrina guatemalteca, ahora que a veces nos sentimos frustrados, nos damos cuenta de que la mayoría abraza el racismo, la discriminación, la violencia de género, la religión, las clasificaciones primarias y los prejuicios simplemente porque es parte del plan. «Ningún poeta nos liberó y los comunistas también mataron», nos gritan en Twitter.

Un país iletrado y chauvinista, violento y pobre, es el sueño de todo político, de todo oligarca, de todo cardenal y de todo  apóstol. Lyndon Johnson dijo: «Si puedes convencer al blanco más analfabeta de que es superior al hombre de color más ilustrado, no notará que le hurgas los bolsillos. Diablos, dale a alguien a quien despreciar y vaciará sus bolsillos para ti».

Y ha sido así: el país enemigo de la modernidad, cristiano, racista, machista y obsesionado con «mejorar la raza» vacía sus bolsillos al mejor postor mientras lo dejen ser chapín, carajo, acá en Guate nada de guanacos ni negros ni huecos. Total, «soy chapín de sangre/ vas a respetarme/ si no crees en mí/ come mucha mierda», dice una canción famosa de Viernes Verde, ¿no?

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2 Respuestas a "«Soy chapín de sangre»"

  1. ¡Qué valiente! Aunque no estoy de acuerdo con todo lo que dices, Fernando, aprecio tu valentía de decir lo que piensas.

  2. Así nos enseñaron a pensar. Una verdad triste. Ya extrañaba tus textos, Fernando.

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