¿Qué es un lector? Algunos, de la manera más ramplona e injusta, caerán en la trampa convencional de responder que lector es aquel individuo a quien le gusta leer. Así de barato. Otros, envenenados por el banquete de prototipos de pantalla chica, dirán que lector es el típico ratón de biblioteca: que siempre carga cualquier tipo de libro en su maleta (y usa lentes sin receta para afianzarse un lugar en la tierra prometida de los intelectuales), que gasta su poco dinero en libros (de preferencia usados); depresivo moderado y solitario. Todo lo anterior está hilado a un combo de cualidades donde lo que menos interesa resaltar es el hecho de leer.
Ahora bien, quienes más de una vez ―ya sea por error o pedantería― nos hemos autodefinido como lectores, cometemos la torpeza de afirmar, a pecho hinchado, que «nos gusta leer», alimentando el tumor del malentendido. Así, nos acomodamos al divisionismo entre lectores y no-lectores, porque para los adictos a las etiquetas el hábito de leer es inútil, mientras que los autodefinidos lectores no pocas veces se regodean en su nivel intelectual superior señalando acusadoramente a quienes no leen. Todo lo anterior nos lleva a librar una guerra de arquetipos opuestos de consumo donde los que ganan no somos nosotros sino el monstruo multicéfalo del mercado editorial.
Lo cierto es que un lector no puede definirse solo por su gusto por la lectura, porque al hablar de gustos hablamos de la sensación de satisfacción respecto a una experiencia lectora en particular, y entonces lo que nos gusta no es leer sino leer sobre esto o aquello, de la misma manera como nos disgusta leer respecto a tales o cuales temas. El gusto está en lo que escogemos, no en el acto de leer. Entre el «me gusta leer» y el «yo leo» está la diferencia.
Si bien el «me gusta leer» habla de nuestras inclinaciones y relecturas, el «yo leo» es el acto agridulce donde no siempre se lee lo que gusta y la experimentación es una moneda al aire. Al lector que le gusta leer le parecerá oportuno rechazar lo no conocido o incómodo, en tanto que el que lee está dispuesto a dejarse conquistar o vapulear.
Talvez lector no es el de la publicidad paternal de Amazon que viste de colores claros en un ambiente familiar, bebe café en una oficina minimalista o lee en su tablet sentado junto a un gato. Talvez lector tampoco sea el desdichado ejemplar de gafas y pocas palabras. O talvez sea la construcción misma del «lector» como categoría la que deba evaluarse.
En todo caso, algunos leen; a otros solo les gusta leer.
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¡Bravo, Rubí! Me parece acertado poner en duda la etiqueta de «lector».
A mí me apasiona leer: cualquier página impresa, las entradas de todos los blogs que sigo, todos los libros que caigan en mis manos…
Leo para informarme, para entretenerme, para comunicarme con los demás, para disfrutar de otros puntos de vista, para analizar cómo escriben otros. ¿Soy una «lectora»? No sé. No me considero una «intelectual» y uso anteojos porque no veo nada sin ellos; pero no porque me haya «quemado los ojos leyendo», sino porque mis ojos venían así «de fábrica».
Sé que me gusta leer tanto como cantar o tocar el piano y casi tanto como escribir.
Gracias por regalarme tan hermoso fragmento tuyo… Porque cuando escribimos (creo) damos una parte de nosotros a los demás.
¿Eso será «ser escritor»?
Gracias por tu comentario. Pienso que la etiqueta del escritor es igualmente debatible. Es muy difícil no caer en la pose. Así nos adoctrinan las grandes marcas de consumo intelectual que cosifican cuanto indicio de conocimiento aparezca. Es bueno que no considerarse intelectual, ni lector ni escritor. Al fin y al cabo, con anteojos o sin ellos, leemos y escribimos porque nuestras vidas serían menos nuestras si no lo hiciéramos.
Abrazo apretado.