A propósito de la reciente muerte de Nicanor Parra ―Premio Nacional de Literatura en Chile y Premio Cervantes― releí algunos poemas de su autoría y recordé algunos fragmentos de su «manifiesto», en los que afirma que «la poesía […] Es un artículo de primera necesidad: No podemos vivir sin poesía. […] El poeta no es un alquimista. El poeta es un hombre como todos. Un albañil que construye su muro: Un constructor de puertas y ventanas». Quiero creer que en este poema así como en otros de la misma calidad, Parra juega con el significado de la palabra poesía y recurre, en versos particulares, a su origen del latín: «la cualidad de la acción de hacer», o como la recuerda Aristóteles, la poesis como acto de la creación humana.
Tal y como lo afirma Hegel en la Fenomenología del espíritu, «la necesidad humana de arte, no menos que su necesidad humana de religión y de filosofía, tiene su raíz en la capacidad de reflejarse a sí mismo en el pensamiento». La creación artística, por lo tanto, es la única que supera los intentos materiales ―y vanos― del hombre por alcanzar la inmortalidad.
El poeta chileno falleció a los 103 años y, aunque muchos nunca hubiéramos deseado su partida, ya no podía robarle más años a la muerte. Todos nosotros, así como Parra, nos conducimos inevitablemente hacia el mismo fin. Pero lo que diferencia a este autor del resto de los mortales es que su deceso ―aunque suene malicioso― es lo contrario al olvido: su nombre permanecerá inmortalizado en lo que Jean Francois Lyotard llama «los grandes relatos».
A la tumba no podemos llevarnos nada, mucho menos los objetos materiales que en vida nos esforzamos tanto por adquirir. Así como afirma Parra en uno de sus poemas: «Solo una cosa es clara: Que la carne se llena de gusanos».
La condena a la muerte es irrevocable, a pesar de ello, decidimos seguir con vida y hacer de nuestra existencia una búsqueda a la inmortalidad, pero la única manera de meter los pies en ese cause es entregar el espíritu a la poesis, artículo de primera necesidad, como dice Parra, porque el arte resulta ser más real que lo real tangible que nos rodea.
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