No coincido con quienes desde un pedestal intelectual descalifican contundentemente a todos aquellos que votaron por Jimmy Morales ya que la despolitización masiva en este país es un tema complejo que se circunscribe a problemas estructurales e históricos, así como a un gran proyecto de ruptura del tejido social y alienación por parte de la ideología dominante. Este asunto quedó evidenciado después de las masivas manifestaciones de 2015, donde muchos ayudaron al reacomodo del sistema votando por un partido que se vislumbraba, desde la campaña, como cómplice de los intereses del empresariado, los militares implicados en el terrorismo de Estado y la mal llamada clase política. Y así, bajo la tutela de la embajada norteamericana, el susodicho Morales lleva ya un año como presidente.
El informe de gobierno presentado el sábado pasado poco se asemeja a la realidad cotidiana donde vemos cómo el oficialismo del FCN Nación ha demostrado su rol de gendarme para la conservación de un sistema político, económico y social basado en el despojo, el saqueo y la explotación que por muchas décadas ha resguardado los privilegios de un grupo reducido, ocasionando exclusión y pobreza para las mayorías.
Lejos de poder vislumbrar un trabajo comprometido con la población por parte del gobierno, como fue prometido durante campaña, al oficialismo se le ha visto implicado en acciones fiscales dudosas provenientes tanto de familiares del susodicho Morales como de otras personas del partido oficial. Mientras tanto, en el país más del 69.9% de la gente perteneciente a la economía activa lo hace desde la informalidad —según informes basados en encuestas del Instituto Nacional de Estadística (INE)— por falta de políticas públicas de empleo, teniendo así a 850,937 niños que llevan a cabo trabajo infantil (según ENCOVI) con todas las repercusiones negativas y riesgos humanos que el desempleo, la remuneración paupérrima y la alternativa migratoria conllevan. El alza de los precios de la canasta básica y demás medios para la subsistencia son otro hecho que evidencia el poco interés del oficialismo por trabajar y construir iniciativas en beneficio de la mayoría.
Ya decía Antonio Gramsci que el poder no es una cosa sino un conjunto de relaciones. El gobierno actual, lejos de trabajar por las necesidades de las mayorías, ha sido el guardián de los intereses de quienes ejecutan esas relaciones. Y es que durante los 366 días de estar a cargo ha protegido los megaproyectos de grandes empresas nacionales y extranjeras que, lejos de traer beneficios a las comunidades donde se instalan —en la mayoría de los casos contra la voluntad de sus habitantes— solo les llevan mayores problemas, llegando al punto de la represión y la prisión política de diversos líderes que resisten a estos proyectos.
Está claro que hablamos de un gobierno que se inscribe dentro del neoliberalismo global eyectado por Estados Unidos, que favorece los intereses de la clase dominante desregulando al mercado y debilitando al Estado, lo que conduce a pobreza, analfabetismo, delincuencia, corrupción, desabastecimiento de centros de salud y demás flagelos que experimentamos día a día millones de guatemaltecos. El informe del susodicho Morales, a un año de presidencia, resulta una burla cuando los derechos y necesidades inalienables de la población siguen sin ser cubiertas. Vemos, entonces, que botar a un kaibil para luego votar por un pésimo comediante no es lo mismo, pero es igual cuando de gendarmes del establishment se trata.
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