Esta ronda va a mi cuenta, Charles, permíteme llamarte así. Sé que no te gustan los ridículos protocolos ni ser moldeado por la sociedad, así que supongo que no hay problema. Sabés, leí un texto escrito por uno de esos gurús literarios quien, con elegante retórica, menciona que hace veinte años que ya no estás por estos rumbos, cosa que no creo del todo pues aún veo tu vigencia en las transgresoras letras y en las calles donde la convulsión es permanente. Salud, Charles: ¡porque suceda algo extraordinario esta noche!
Cómo pueden decir que te fuiste, Charles, si se te ve en cada escritor independiente rechazado por los críticos y las editoriales, si apareces en cualquier pelea entre ebrios en una sucia y olvidada cantina de precios baratos, si es obvio que tu realismo sucio lo imitan puerilmente escritores burgueses con menos calle que Venecia, si al mencionar tu nombre más de alguna radical feminista se rasga las vestiduras acusándote de cerdo y misógino, si estás en cualquier escritor joven, inseguro y torpe a la hora de hablar con una mujer, si se te percibe cuando se observa a un hombre con sensibilidad que tiene que trabajar lejos de la creación artística para poder hacer los tiempos de comida y beber unas cuantas cervezas, y así, lograr soportar este estúpido sistema que impera en este mundo. ¿Pero que sabrán de todo eso los eruditos postmodernos, no?
¡Mesero, otra ronda! Anda, cuéntame sobre tu hija Marina Louise o de cómo sentiste por fin abandonar esa castrante oficina de correos a tus cuarenta y nueve años y entonces dedicarte exclusivamente a escribir. Es un gustoso honor abusar de dosis de tus textos en este momento entre las rondas de cervezas, las nueces sinsabor y esas mujeres que no tardarán en venir y reconocerte, con la probabilidad que hasta yo corra con un poco de suerte por el simple hecho de acompañarte.
Hasta el fondo, Charles, intento seguir tu ritmo, créeme. Oye, es cierto, veo tus obras como una galería de personajes estrafalarios y marginales entre los que resaltan prostitutas, alcohólicos, vagos, pintas, jugadores arruinados y chinches que deambulan como sonámbulos por ciudades donde sus respectivas autoridades establecen reglas para encasillar a las personas dentro de lo normado, y así, rechazar y discriminar a quienes pasen la línea de esas normas. ¿Curioso, no? Son tan crudos y similares tus textos a la realidad que se vive en las calles, a cualquier hora del día, ¡vaya si no conociste esa realidad eh! Así es esto, amigo Charles, poeta a prueba de balas. Ya estamos ebrios eh, bueno, al menos yo, disculpa si divago, oh si, disculpa si me pongo melancólico. Brindo por ti, Charles (derramo cerveza al suelo), ¡salud…!
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Gracias Charles por todas tus letras y tus enseñanzas de que solo en la calle se puede vivir, haciendo lo que mas nos gusta, embriagarnos y escribir, guardar retratos mentales para poder plasmarlos en papel, vivir de bar de mala muerte en bar de mala muerte, con las mujeres y la música de cañería, gracias Charles.