Guerra Cristera: cuando un político quiso matar a Dios


Darío Jovel_ Perfil Casi literalEntre 1926 y 1929, en el ocaso de la Revolución Mexicana, se llevó a cabo la Guerra Cristera, un conflicto en el corazón de México entre el Estado y los feligreses. El hecho es muy poco conocido fuera de las fronteras de mexicanas, sin embargo, fue cuanto menos curioso y, si se puede llamar así, hasta extraño. Durante la mencionada Revolución se llevaron a cabo diversos movimientos anticlericales que derivaron en la llamada «Ley Calles» llamada así por el presiente Plutarco Elías Calles o, como lo apodaron después, «El Jefe Máximo». La ley proponía regular al culto católico, quitarle funciones, negarle una personalidad jurídica y, básicamente, sacar a los religiosos de alto rango de la vida política de México. De todo ello nació una guerra.

Las personas se pueden llegar a matar por casi cualquier cosa, en cualquier lugar y por cualquier circunstancia. En aquella ocasión fue por defender algo en lo que creían. Para no hacer larga la historia, la guerra no tuvo un vencedor y se halló un punto medio entre el poder que hasta ese entonces poseía la iglesia en México y su práctica desaparición propuesta por el gobierno.

Pero el trasfondo de este conflicto es más interesante que la propia guerra. Un Estado que estaba en plena reconstrucción y en medio de una modernización apresurada necesitaba decirles a todos que ahora la labor de ser la institución más grande de la nación era de ellos, pero fue un camino imposible. Luego de más de una década de gobiernos improvisados por parte de caudillos, el clero aprovechó para recuperar la influencia que las leyes de reforma (impulsadas por Benito Juárez) les habían empezado a quitar. En ese sentido la Guerra Cristera es un conflicto de la tradición y el cambio, una batalla contra el México de la colonia.

Más de 200 mil muertos se necesitaron para que un país divido y sin rumbo rompiera con uno de los últimos recuerdos de sus orígenes. El México moderno se forjó con la Revolución Mexicana, pero fue la Guerra Cristera la que le dio el empujón final. Recordar este pasaje es ver la lucha de un Estado parta reescribir la identidad nacional, romper con un pasado no tan lejano y la consolidación (más o menos exitosa) de una nueva nación que la Constitución de 1917 dio a luz. Repasar este capítulo de la historia de México debe hacerse con más frecuencia porque, aun cuando a usted no le importe nada de lo que dije antes, es cuanto menos curioso ver a un político buscando matar a Dios.

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