En su interesante ensayo titulado Literatura y Cultura de Masas, Jaime Rest nos habla de una especie de “adulteración” del arte y la cultura a partir de la gravitación de las masas en el campo de la misma y que se ha manifestado a través de la continua y creciente proliferación de “bienes de consumo”.
En los últimos tiempos la zozobra ha cundido en el mundo de las artes, especialmente en el campo de la literatura, al ser relegada a una actividad comercial, que guarda entre su aspecto una superficial analogía con las obras de arte tradicionales, pero que en cuyo carácter responde a la existencia de un público vasto que demanda productos intrascendentes y perecederos, de escasa o ninguna significación poética e imbuidos de funciones puramente serviles, ya sea como meros pasatiempos o como vehículos de evasión para consuelo estúpido de una vida pasiva, sedentaria y monótona.
En un mundo que sirve de escenario a las más cruentas pugnas políticas y sociales, uno de los primeros en pregonar y emitir la voz que auguraba la inminente inoculación y propagación de la “masificación” de la cultura, como ya se mencionó al inicio, flagelo que vendría a pervertir, trastornar y hasta poner en tela de juicio la subsistencia misma de la cultura y todos los principios que giran en torno a esta, fue el filósofo español José Ortega y Gasset en su obra La rebelión de las masas en 1930. Ensayo que se perfila en la historia de la literatura como una voz de alarma contra el fenómeno que pone en peligro de extinción a la humanidad misma.
El origen del fenómeno denominado “cultura de masas” tiene su origen en el seno de una sociedad inmersa en las modernas preocupaciones técnicas y científicas. El impacto de “mecanización” resultante a tales preocupaciones ejerce su influjo no solamente en el área industrial sino también han dejado su huella en la vida artística al punto de casi erradicarla reduciéndola a una actividad de segundo orden, hecho que da primacía a la máquina antes que al hombre. A la insensibilidad antes que a la sensibilidad pura. A lo inhumano antes que lo humano, al desarrollo industrial y tecnológico como nunca antes en la historia de nuestros días, pero carentes por completo de espiritualidad, moral y sentimientos. En otras palabras, ¿llegaremos entonces al Mundo feliz que anunciaba Aldous Husley en su maravillosa novela?
†
Interesante… me quedé con la espina de leer la segunda parte.