Siempre recordaré el día que estaba impartiendo clases a un grupo de estudiantes de magisterio y pegaron el grito en el cielo cuando les dije que la carrera que ellos estudiaban no era productiva. No tardó en llover una sarta de comentarios por parte de las criaturas, quienes trataron de defender, de la mejor manera que pudieron, la carrera que habían elegido ejercer en el futuro. A mí no me extrañaron para nada sus reacciones, ni siquiera aquellos argumentos falaces con tono exaltado con los que trataban de justificar su «loable y muy noble» profesión que, de más está decirlo, yo mismo desempeñé por muchos años.
Aunque no terminaron de quedar convencidos con la explicación que les di, ciertamente el magisterio, como otras tantas profesiones destinadas al servicio, no tiene como finalidad la producción de bienes que generan utilidades dentro del sistema económico. Claro, esto es válido cuando el maestro encamina la educación en el desarrollo integral del estudiante y no exclusivamente en prepararlo para que responda a las demandas de este mismo sistema, como sucede en gran parte en la educación actual. En este giro productivo de la educación, la misión del maestro se reduce únicamente a la de instructor o coaching que forma, prepara y pule el recurso humano destinado a convertirse en fuerza de trabajo.
Sin embargo, no es de la misión ni del trabajo de los maestros del que pienso hablar en estas pocas líneas sino más bien aludo a la anécdota para resaltar, precisamente, hasta dónde tenemos arraigado el valor de la utilidad en nuestras vidas, lo cual no debe extrañarnos puesto que en nuestros países ha permeado toda la ideología pragmatista y productora de nuestros vecinos angloamericanos. Nos hemos acostumbrado al mundo de las utilidades en todos los ámbitos y el arte no es la excepción.
Recientemente hice la siguiente publicación en una de mis redes sociales, un mensaje sencillo que bien podría interpretarse de distintas maneras pero que no tardó en destapar todo tipo de pasiones entre personas que se dedican al arte y que me hizo recordar esa graciosa anécdota con mis estudiantes de hace muchos años. La expresión era la siguiente: «Si el arte es inútil, ¿por qué insistir en querer vivir de él?». El subtexto de esta pregunta en realidad podría interpretarse de diferentes formas. No obstante, lo que causó verdadera comezón fue el uso de la palabra «inútil» para referirse al arte. No culpo a estas buenas almas por haberse ofendido puesto que vivimos en un mundo en el que el concepto de inutilidad se relaciona con algo que no sirve, que no tiene valor, que debe ser despreciable porque no produce ni genera utilidades. De hecho, hubo quienes salieron con los trillados argumentos románticos sobre la utilidad del arte en la sociedad cuando se ha comprobado que el arte, por más que denuncie, jamás ha provocado una revolución ni ha logrado por sí mismo desmantelar los grupos de poder.
La pregunta, entonces, es la siguiente: si el arte es una actividad inútil por completo, ¿para qué se sigue haciendo? Aunque puede haber un sinfín de opiniones, la respuesta más cuerda y sensata para una interrogante de este tipo es que no todo lo que se hace en esta vida tiene que tener un fin utilitario. Qué utilidad tiene, por ejemplo, salir caminar un fin de semana a lo largo de una avenida arbolada y respirar aire fresco si no es por el simple placer de sentir el viento en el rostro mientras se disfruta del paisaje urbano y el cuerpo se relaja. Los necios insistirán en que todo aquello podría tener un fin utilitario: mejorar la salud, hacer ejercicio o distraerse, como si tuviéramos que justificar todos y cada uno de los actos de nuestra vida. Sin duda esa es la mayor de nuestras necedades.
Así, si somos artistas, nos sentimos con el compromiso moral de justificarnos ante los demás con discursos que hemos convertido en cliché: hay que hacer arte para educar al pueblo, para ilustrar a las masas imberbes, para buscar nuestra identidad social y nacional, para velar por los derechos de los grupos desfavorecidos, para que las personas se desarrollen «espiritualmente». ¿Cuándo vamos a aprender a respetar el arte? Si queremos educar e ilustrar al pueblo, por qué no nos dedicamos a la docencia; y si queremos el desarrollo espiritual de las personas, talvez encontremos nuestra vocación en la psicología o en el liderazgo de una iglesia; y si nuestra misión en la vida es buscar soluciones a los problemas y desigualdades sociales, talvez nos iría mejor en la antropología, la sociología o el activismo político. E incluso, si lo que en verdad nos interesa es satisfacer nuestro ego henchido a través de la fama y el prestigio, tendremos siempre la opción del boudeville y el aparatoso brillo que ofrecen las luces de neón, en una época en que la entretención es un negocio redondo. Quién quita y tengamos suerte. Quién quita y demos un golpe maestro en este intercambio de utilidades. ¿Por qué buscarle tres pies al gato y nos seguimos comportando como aquellas santulonas pudorosas que buscan en todo momento justificar su corrección moral para terminar, al final, en la alcoba?
¿El arte —en caso de que existiera y ese será el tema para otro artículo— no tendría que tener otra finalidad distinta a la utilitaria? La misma estética lo sugiere: el arte no tiene por qué servir a otro amo, debería ser un valor en sí mismo y no ser la sirvienta de nadie. Y es importante subrayar esto: ser un valor en sí mismo, es decir, hacerse por el arte mismo y no porque vaya a servir para otra cosa. Cuando amamos a alguien, ¿acaso lo hacemos porque nos va a dar una utilidad o lo hacemos por la satisfacción que sentimos al estar y compartir con esa persona?
Esto no significa que la expresión artística tenga que divorciarse del mundo. Por el contrario, el arte se nutre de la realidad. Me atrevería a afirmar que es un mito creer que exista el arte no comprometido. En alguna medida, el arte siempre se comprometerá con la vida incluso aquellas expresiones que abogaron por un arte evasivo, como el modernismo; o con la creación un universo paralelo con sus propias leyes, como el creacionismo; o con el mundo onírico y del balbuceo incoherente, como el surrealismo y el dadaísmo, respectivamente. Incluso, en sus intentos más metartísticos, se puede decir que existe un compromiso con el arte mismo. No digamos entonces todo aquel arte que se compromete con una causa social, política o cultural. Si el problema no es que el arte se comprometa, el problema es que el arte, al adquirir ese compromiso, pierda su valor sobre sí mismo. Entonces su obra podrá ser lo que se quiera: un brillante discurso político, un panfleto, una composición decorativa, un ornamento, un recurso didáctico, activismo ideológico o lo que sea, pero se desvalorizará como obra de arte. Por eso en el arte sí tiene peso la intención creativa. Por eso, también la publicidad, por muy bien diseñada que esté, por muy creativa que sea, no puede pertenecer a la categoría de las artes. Mientras el arte es desinteresado, la publicidad es una hermosa princesa que se vende como mesalina al que la pueda pagar.
Con esto no me opongo a que un artista pueda recibir dividendos de su trabajo. De hecho, estoy a favor de que la creación artística sea remunerada justamente. Tampoco pretendo erguirme como juez para decidir lo que cada quién debe hacer con sus talentos y habilidades. Si una persona logra vivir holgadamente o, por lo menos, consigue sobrevivir con su oficio, me parece perfecto que lo desarrolle. Lo que nunca se deberá perder de vista es que el verdadero arte siempre nacerá por una necesidad vital de expresar un contenido con libertad total; y que, independientemente del valor monetario o de la utilidad que pueda producir, la obra tiene un valor intrínseco que no lo paga todo el dinero del mundo. Ese valor surge de la interioridad del artista, de lo que personalmente quiere expresar en su obra. De ahí, podemos jugar a pulir nuestro oficio mientras nos ganamos la vida —eso tampoco es deshonroso— o a crear artesanías siguiendo los lineamientos y políticas de una trasnacional, una editorial, una ONG, una galería de arte o una entidad pública o estatal. Lo que no se debe olvidar es que todo este negocio que surge alrededor del arte funciona, ya sea para transmitir una ideología ―que muchas veces ni el artista mismo comparte―, o bien, para crear un mercado de las artes demasiado elitista y monopolizado en el que solamente se produzca arte para aquel que lo pueda pagar a los precios fijados por mercaderes.
Y ante esta panorámica, de nuevo es necesario hacerse la pregunta: si el arte es inútil, es decir, si la auténtica expresión de mi ser es inútil ―valiosa en sí misma, pero inútil―, ¿por qué insistir con vivir de él? ¿Acaso el verdadero artista no tendrá ese impulso generoso —como el arte mismo lo es— de compartir desinteresadamente su obra? Lo demás, lo que haga por encargo y para satisfacer su tripa, justo es que lo cobre; pero si en esa disyuntiva de sobrevivir, la vida se le pasa creando por encargo, ¿merecerá al final del camino ser llamado artista?
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Concuerdo absolutamente contigo, mi estimado hermano Leo DeSoulas. Cuánto gusto da encontrar utilizando la tecnologia a una persona como tú, joven, pero, no por eso, llevado de las diversas perdiciones que atraparon, al día de hoy, a las mentes jovenes. Arte, arte, por aqui, arte, por alla, ya estoy cansado. Todo eso es una farsa del diablo.
Dejame comentarte soy un padre de familia preocupado; por lo mismo que tu, tuve una juventud lleno de dudas y mis dos hijas y mis dos hijos pasaron lo mismo, sus hijos, mis nietos, hoy día. No los juzgo, los apoyo, y si, a veces, parezco severo, es ppor que en el fondo los amo. Estoy seguro de que usted hara lo mismo un día cuando tengas tus hijos, si sigues por la senda en la que andas, que es la única y verdadera senda del amor bien pagado, el de NUESTRO SEÑOR.
Y sin embargo tuvo que nadar contra la corriente, como dicen, puesto que mi madre, QEPD, en su ignorancia, metió en mi las ideas del pecado. Ella era maestra y siempre quiso que yo fuera maestro. Pero yo por la bendita gracia de NUESTRO SEÑOR me retire pronto de eso. ¡Y mira! quien iba a decirselo a mi madre que apesar de todo esta en el cielo, ahora soy un padre de familia, empresario, dueño, muy exitoso, y todo, porque en el momento adecuado tome la opcion correcta, como tu dices, y decidi dedicarme a algo útil, para servir aL SEÑOR, por el que hoy dia, a mis 61 años, mis dos hijas estan casadas, asi como, mis dos hijos tienen sus familias y son economistas. Uno de ellos estudia Y yo tambien soy economista y licenciado en ciencias juridicas y sociales, abogado y notario. Mis dos hijas tambine estudiaron; una es enfermera y la otra esta terminando la carrera de Administracion de empresas. Enseñe a mis hijos a ser utiles, a ser exitosos, productivos. Nunca en mi hogra, guiado por por mi señora esposa, QEPD, hubo que comprar y desperdiciar el dinero en libros. Salvo las LEYES y la PALABRA DE NUESTRO SEÑOR no necesitamos más.
Nuestro sistema economico, como tu bien señalas, esta mal entendido. Para qué pierden su tiempo las mentes jovenes con tonterías llamese arte, llamese poesia, llamese teatro, son cosas perjudiciales. Me alegra tanto que alguien piense asi, pero no estamos solos, amigo mio. Lo unico que importa, como tu dices, es uno en si mismo, el valor que se da uno a si mismo, cuestionarse eso es para locos, degenerados, marimachos, maricones, muertos de hambres, vagos, inutiles como bien dices tu. Arte, arte, es depravacion mejor dicho. Nuestro sistema economico esta bien como esta y me alegra que alguien como tu lo defienda porque eso es lo que hay que hacer, hay que defender nuestro derehco a vivir del sudor de nuestra frente, como dice la BIBLIA.
Y te voy a comentar dejame lo siguiente: este tema fue discusion en mi casa hace no mucho, porque mira, mi hijo mayor, el Licenciado Mynor Ortíz, su hijo, mi pobre nieto el mayorcito, que ya va para la universidad. Su papá quiere que sea doctor ¡el primer doctor en la familia! Pero el muchacho, en su necedad, en su ceguera, esta no se que por los libros. Mira que hemos hecho de todo, de todo, amigo mio, para quitarle la mañan; esconde los libros, tiene una guitarra, y no quiere leer los libros del colegio. Con decirte que mi hijo, su papà, tuve que pegarle, en el nombre de NUESTRO SEÑOR, porque no queria entrar a estudiar este año. Tuvo que pegarle, ante el llanto de su madre y el mio propio.
Le habian autorizado comprar un libro y ahi fue que yo tuve la idea de meterme a investigar. Yo no soy una persona inutil. Se bien de la tecnologia y puedo manejar perfectamente una computadora. Esta pagina me la recomendaron hace poco, porque se que aqui puedo encontrar consejos de este tipo. Pero te decia que todo comenzo, y te comento, que el nene compro un libro; Antologoia de poesía; lo tengo aqiui a la mano ahora que se lo hemos confiscado. Es un libro del demonio, un libro perverso, inutil desde todo punto de vista, y cito tus palabras: «el arte no tiene por que servir a otro amo» y «la obra no las pagan con dinero». Y eso es lo que le digo yo: hay un unico AMO NUESTRO SEÑOR, en quien tengo mis complacencias.
No quiero que este mi muchacho sea un vago como sus compañeros de clase. Quiero que sea un hombre util, de bien, como tu y como yo. El arte no existe como dice tu. Este muchacho que quiere ser artista, ay palabra, ay que ya me tiene arto, que viera los caprichos, el muchacho esta endemoniado. Y de confesion, olvidese. No se le hace ir.
Ha sido un deshago para mi poder compartirle mi sabiduria con la suya. Para este servidor es un privilegio compartir, leer, en linea, este parrafo tan edificante: el suyo. por que insisten las mentes jovenes, mentes del mañana, en vivir asi, en el pecado, en el fuego? DIOS NUESTRO SEÑOR los perdone.
Invito a usted y los integrantes de esta tan util sitio de Internet: proximamente en la CAPILLA haremos una QUEMA DE LIBROS, todo los que hemos podido cazar en los ultimos semanas, en un esfuerzo conjunto con todos nuestros hermanos, en apoyo a mi muchacho, a mi nieto, perdido. No sabe, la solidaridad que se nos mostrado, la gente colabora, quiere salir adelante y dejar atras el vicio y el pecado. Que nos engañen; nadie necesita libros, hay un unico libro, LA BIBLIA, el resto son las vanidades de los hombres, yo nunca he perdido mi tiempo leyendo libros, le digo a mi nieto.
Y a usted, amigo mio, le deseo EXITOS. Siga asi en la vida, aconsejando a los fuertes, que son, los que al final, sobreviven, educados en la iglesia por los que saben, como usted dicen, dedicados a oficios de calidad, utiles a la sociedad, utiles a la GUATEMALA que todos queremos. ¡Que vivan, que vivan los DOCTORES, LOS ECONOMIAS, LOS LICENCIADOS DE TODA RAMA, los LIDERES. la SOCIEDAD no cambia con el arte, cambia con nuestro sensatez al vivir en la opción mas util, con los lideres de la nuestra IGLESIA, ahi debemos educarnos, ahi es donde esta el MANÁ.
jajajajajajaja Estimado hermano, licenciado Nicolás Ortiz, afortunadamente todavía hay muchas cosas que pueden ser inútiles, que van más allá de la utilidad que ofrece el sistema económico que encuadra y uniforma a las personas. Afortunadamente, existen estos bellos objetos inútiles llamados libros, gracias a los cuales los seres humanos todavía podemos ver al cielo y volar, más allá de la utilidad servil de un sistema económico. Por lo menos yo, soy partidario de lo inútil, porque lo amo por lo que es y no por lo que me sirve. No hay amor más profundo que aquel que se siente por algo que “es” y no por algo que me sirve para un fin. La Biblia seguirá siendo el amansaburros útil para mantener esclavizada a la humanidad. Ante eso, yo prefiero la inutilidad.
Admirable Leo De Soulas, ya es hora de que comencemos a reaccionar; definitivamente. En verdad, para qué estamos perdiendo el tiempo con tanta estupidez?
En el colegio nos metian idioma español, por favor… historia del arte, es una idiotez. Todo eso es completamente inútil.
Pero sobre todo acuerdo contigo en algo: los maestros… en el siglo XXI? Para nada amigo. Es increible que sigamos dando de comer a ese montón de vividores, ratas, pobres imbeciles.
Yo ya estoy en la universidad pero llevo cursos a distancia, tengo dos años de no ver a ningún maestro, salvo un curso retrogado que se empeñaron en darnos en la cara, y, fue odioso, deprimente.
El arte está bien para idiotas, musiquilla para idiotas que se enamoran, ideabobos. Pero, realmente de qué sirve? Tiene usted toda la razón. No sirve para nada. Nunca leí nada de lo que me decian en el colegio, jamas aprobe una materia relacionada con lecturas, cuadros, tarjetas, pinturas, tablas, no me interesa nada de eso. Estudio contabilidad porque es la técnica de administrar los sistemas financieros que mueven la sociedad. Esa es una profesión útil y, creame, muy rentable.
Lo que pasa es que la gente quiere estar del lado bueno bonito, no quieren quedar mal aunque no sepan estar hablando dicen: lei ese libro, si, vi esa pelicula, claro, escuche tal musica. No puedo ni estar cerca de gente asi. La unica vez que menti y dije que habie leido no se que libro (DE AMOOR, WAJAJA) fue para cogerme a una boba de mi clase con unas preciosas nalgas. Tuve que engañarla dciendole que escuchaba toda la musica de ella y vi en internet de que se trataba. Esa es la unica utilidad que puede tener arte, a mi nunca me ha hecho falta, fantasias para idiotas
jajajajajajaja Estimado hermano, licenciado Nicolás Ortiz, afortunadamente todavía hay muchas cosas que pueden ser inútiles, que van más allá de la utilidad que ofrece el sistema económico que encuadra y uniforma a las personas. Afortunadamente, existen estos bellos objetos inútiles llamados libros, gracias a los cuales los seres humanos todavía podemos ver al cielo y volar, más allá de la utilidad servil de un sistema económico. Por lo menos yo, soy partidario de lo inútil, porque lo amo por lo que es y no por lo que me sirve. No hay amor más profundo que aquel que se siente por algo que «es» y no por algo que me sirve para un fin. La Biblia seguirá siendo el amansaburros útil para mantener esclavizada a la humanidad. Ante eso, yo prefiero la inutilidad.
Estimado Luca Vieto, créame que no pongo en duda lo que me dice: se nota que usted nunca leyó un libro y lo poco que sabe de poesía fue para quedar bien y pasar por inteligente con alguna enamoradilla que tuviera por ahí, pero no se preocupe, el pedigree salta a la vista. Se nota que usted es un pragmatista de primera. Lo felicito, porque le queda muy bien. Por suerte, todavía hay gente que ve en el arte algo más que un medio para llenar la tripa. Los demás se lucirán en el mercado del arte puliendo sus bagatelas para hacerlas más brillantes y así atraer a los señores que pueden comprarlas. El arte inútil siempre se erguirá sobre la mentira y falsedad del arte por encargo.
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Estimado Luca Vieto, créame que no pongo en duda lo que me dice: se nota que usted nunca leyó un libro y lo poco que sabe de poesía fue para quedar bien y pasar por inteligente con alguna enamoradilla que tuviera por ahí, pero no se preocupe, el pedigree salta a la vista. Se nota que usted es un pragmatista de primera. Lo felicito, porque le queda muy bien. Por suerte, todavía hay gente que ve en el arte algo más que un medio para llenar la tripa. Los demás se lucirán en el mercado del arte puliendo sus bagatelas para hacerlas más brillantes y así atraer a los señores que pueden comprarlas. El arte inútil siempre se erguirá sobre la mentira y falsedad del arte por encargo.
Saludos, espero no molestar al entrometerme en esto…
Leo De Soulas… lo que yo noto es que usted se contradice entre lo que escribió en su artículo y lo que escribió ante estos esbirros que se aprovecharon de los huecos que usted dejó.
Si no me equivoco, usted es quien está sugiriendo que la educación, la formación espiritual y más necesaria de las personas quede en manos de los líderes espirituales de las iglesias, en fin, resumiendo, de los líderes de la «utilidad», que para mí es realmente la inutilidad. Y esto solamente por citar uno de los huecos a los cuales me refiero.
También queda como despectivo cuanto dice de los profesores. ¿Por qué tachar de inútil su trabajo? Que la realidad sea una desgracia y no compense el esfuerzo y la importancia que esta profesión debería tener no debería significar que se menosprecie el ideal vigor de la enseñanza.
Decir a un grupo de estudiantes jóvenes de magisterio que su trabajo es inútil es facilitarle el trabajo a los enemigos de la vida, a los amigos de la muerte. Decirles que es útil no es engañarlos. Decirles que es útil pero que no será valorado, decirles que sufrirán horriblemente, que pasarán hambre y no tendrán seguridad social, que vivirán con incertidumbre y miedo… todo eso también es muy útil, y no justifica que se les diga lo contrario o que se les diga que se rindan o que se les diga que no sirven para nada y que son un poco menos que imbéciles.
Lo único que me queda claro es que usted está del lado del arte, pero, con todo respeto, su postura me parece meliflua, acomodaticia, en fin, cobarde. Supongo que es un usted un hombre ya casi viejo (por su fotografía, pues no lo conozco), pero créame que su amargura y su pose de súper artista sofisticado (un evasivo muy por encima de la idiotez de los comunes que sueñan con que las cosas salgan, aunque sea una vez, de la manera más decente posible) es ridícula. ¿No estará justificando su fracaso particular? ¿No será usted quien está tratando de encontrar justificaciones al hecho de que su arte no ha servido para nada o para nadie?
Deje de pensar solamente en su arte, en el que usted haya hecho o desee hacer. ¿De dónde ha sacado usted la conciencia para rebatir con fuerza y descaro a esos dos idiotas que le comentaron antes? Usted dice que con los libros podemos ver el cielo y volar, y que eso es importante. Usted seguramente ha tenido eso en su vida, por eso piensa, por eso vive un poco más conciente, ¿por qué no lo agradece más? Los libros que ha leído le han sido útiles a usted, entonces, ¿qué más quiere? No solamente a usted le ha ocurrido eso.
Usted no es el único que piensa un poco diferente, que se da cuenta de que el arte está mancillado, que la educación es una estafa, que el arte escénifo está profanado por la estupidez, la publicidad y el negocio. Abra los ojos, usted no está solo, y eso es gracias al arte. El arte es muy útil. ¿Por qué decir que es inútil? ¿Por qué no probar suerte y tratar de vivir del arte auténtico? ¿Seguramente fracasaremos?, pero será el más bello de los fracasos. Fracasar así es útil para quien está despierto.
¿Por qué los artistas contemporáneos tienen miedo de comprometer su arte con la palabra utilidad? ¿Por qué rendirse ante el poder que tiene lo inútil? ¿Por qué no tienen el coraje de invertir los términos y mostrar que lo verdaderamente útil es también lo verdaderamente valioso? ¿Por qué resignarse a que reine lo que odia?
Supongo que calificará estas preguntas como las que se incluyen en el manual básico del idealista, o bien, en la categoría de la utopía. Atrévase a pensarlas como parte del equipaje del realista.
También me parece que trata usted de dar la idea de que es una persona muy libre, muy crítica. Por el contrario, con todo respeto, yo creo que usted se está muriendo de miedo. Usted y muchas otras personas que prefieren resignarse a la evasión, al pseudo activismo, a la denuncia periodística. ¿No se dan cuenta que para darle una función al arte es necesario vivir de este?
Es como aquello de «si quieres paz, sencillamente no hagas la guerra». Pues bien: el arte es útil si se utiliza. Úselo.
Trate de recordar que es muy difícil ser libre. Para eso sirve la crítica del arte, la filosofía del arte, el pensamiento en general sobre el arte. Para verificar dónde sí está la libertad.
No solamente oficializando el arte es como se destruye el arte. También debemos vigilar la forma como se concibe, recibe, trata, difunde, cambia.
Deje de lamerse las sucias garras. Métalas en el lodo (yo confío en que ya lo ha hecho). Húndase, no tenga miedo.
Mis mejores deseos.
Estimado Carlos Raúl, pues me alegra que mi artículo lo haya movido a escribir todo eso. No sé de dónde sacó eso de que me interesa que el arte esté en manos de loa líderes espurituales, siendo yo ateo, materialista y escéptico, pero cada quien interpreta las cosas como puede, según veo. Qué le puedo decir, pues sí, afortunadamente ya soy una persona mayor y es algo de lo que me enorgullezco, como también me enorgullece haber hecho arte y todavía seguir haciéndola. El punto de vista que comparto acá es tan solo una posición filosófica y epistemologica, nada que yo me hubiera inventado. Lamentablemente, la vida no siempre es un jardín de rosas y no siempre oímos lo que nos endulza el oído. Puede ofenderle que afirme que el magisterio es una profesión inútil, lo cierto es que desde el punto de vista pragmático, lo es, porque el maestro no cobtribuye en multiplicar la «sagrada producción» de los sistemas económicos liberales. Su trabajo es humanista, y eso tiene un valor en sí mismo, independiente del fin utilitario que posee. Asimismo, el arte es inútil y su valor precisamente radica en su inutilidad. Si la gente hiciera arte para ayudar a los demás, para acrecentar la producción de bienes, para educar, para ser una «buena» persona, sin duda que el arte sería útil, pero excesivamente aburrido. Si la gente hiere hacer del arte un medio de vida, está en libertad de hacerlo. De hecho, no es reprochable que gane dinero de lo que hace. El problema es cuando «se hace arte» por ganar dinero. Piénselo bien, es bueno intentar abordar la perspectiva desde otros puntos de vista y salirse un poco del cajón.
Saludos y respetos…
Yo soy uno de esos estudiantes a los que en aquella ocasión les dijo que su carrera era improductiva. Todavía no se me ha borrado el recuerdo de esa ocasión, y quizá eso me mueva a escribir todo esto. Solamente espero que sea verdad que usted ya no es profesor (veo que habla en pasado de aquello) ni se dedique a nada que tenga que ver con educación. Que haya logrado una posición que le permita producir su arte lejos de toda responsabilidad, función, utilidad u oficio.
Si vuelve a leer, no dije que usted sugirió que el arte estuviese en manos de los «líderes». Dije, porque usted así lo escribió, que usted sugería que la educación y la formación espiritual de las personas quedase en manos de aquellos. Cito:
«Si queremos educar e ilustrar al pueblo, por qué no nos dedicamos a la docencia; y si queremos el desarrollo espiritual de las personas, talvez encontremos nuestra vocación en la psicología o en el liderazgo de una iglesia; y si nuestra misión en la vida es buscar soluciones a los problemas y desigualdades sociales, talvez nos iría mejor en la antropología, la sociología o el activismo político».
Dentro del reducido contexto de su escrito es bien entendible que usted afirma tales cosas porque considera que el arte no tiene nada que ver con ellas. Usted licencia a los artistas para que soplen su propio ombligo muy lejos de la educación y la formación espiritual. Lo deja en manos de los «líderes».
Estos son hechos de su texto que espero no niegue.
Respeto su postura (no es única; a decir verdad, es mayoritaria desde hace mucho tiempo) pero definitivamente no la comparto. Y nuestra discordancia no se trata de una simple cuestión terminológica: donde usted dice útil, yo leo inútil, y viceversa. Pero creo que es más de fondo y quizá usted mismo no lo sabe, por lo que le dije ayer: usted en realidad es una persona que tiene mucho miedo de algo.
Aunque en muchos de sus artículos se muestra como un librepensador de pie en la punta del último torreón del universo, sin miedo a proferir blasfemias o a herir susceptibilidades, de vuelta de todos los acontecimientos mundanos, conocedor de un arte de vanguardia, clarividente y sin ataduras, más allá de la comprensión de los mezquinos intereses de pobres seres esclavizados y ciegos, como los torpes estudiantes que no podían soportar la anunciación vibrante que usted les daba al decirles que todo su esfuerzo era inútil; aunque insista en revestirse de esta soberbia platónica, y de llevar la idea del arte a esa cúspide a donde no pueden ni deben accerder los endebles esfuerzos de la investigación, el estudio o la crítica, creo firmemente que su certeza tiene miedo.
Yo le decía ayer que usted tiene miedo de asumir una responsabilidad con su arte; miedo a fallar, miedo a no funcionar, miedo a fracasar. Me temo que tal vez incurrí en dejar ver al miedo como algo malo. Y el miedo, en primer lugar, es inevitable. Yo le dije: no tenga miedo, cuando en realidad uno no puede elegir temer o no temer. Me disculpo por eso. Tener miedo es válido, es útil, como un principio. Probablemente sea necesario el miedo, para vivir y para crear arte.
El problema es cuando, cegados por nuestra soberbia (eso pasa muy frecuentemente en las relaciones personales) convertimos nuestro miedo en una certeza, dicho de otra manera, nos volvemos religiosos. Usted se dice ateo, por ejemplo, y a me cuesta creer que una persona con tanta soberbia no sea religiosa. Respeto que lo diga, pero vea que no proferir la palabra dios cuando se necesitan cosas no quiere decir, necesariamente, no estar cegado por alguna otra ideología.
Para terminar: creo que su postura, más que alejar el arte del mercantilismo y el ciclo consumista del capitalismo, lo vuelve parte de este, es decir, saluda la derrota del arte. Usted está justificando, exponiendo de una manera retórica magistral una idea preconcebida de «arte por el arte», el utilitarismo del sistema de producción de bienes de consumo efímero. ¿Lo hace sin darse cuenta?
Propone un arte supuestamente humanista alejado de todo vestigio de debilidad humana. Huye, por miedo, de las necesidades y de la fragilidad humana, porque, como no puedo negar, el arte no puede remediar el dolor, el sufrimiento, ni esa fragilidad. Usted había en realidad asignado al arte una función rotunda y, al verlo incapaz, se atreve a declararlo totalmente inútil. Así interpreto su platónica postura.
Al intentar mostrar al arte como carente de toda atadura de pensamiento oficioso, como alejado de la utilidad, como motivo únicamente de placer solitario, como un absoluto deliquio para elegidos, está usted proponiendo una aristocracia o élite absoluta a la que, al carecer de función o responsabilidad, tampoco puede alcanzar la crítica o el cambio.
El tiempo ha dado caravuelta. Mañana usted sostendrá el látigo dirigiendo la construcción de las Pirámides, mientras un montón de esclavos que creen que su trabajo es útil lo abanican y soplan como el Faraón del Nuevo Egipto, quien no necesita ser útil para nadie porque ostenta el poder.
Saludos.
jajajajjajajajja Qué delirios de grandeza, Carlos Raúl, ya me veo abanicado como el faraón del nuevo Egipto, mientras tanto, dejaré que los miedos no me invadan, «querido ex alumno», jajajajjajajajaja. Estoy próximo a proclamar la revolución mercantilista-humanista del arte….
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