Las crónicas literarias de Maarten Roest


2017-05-20-08-59-03-726Por SOLANGE E. SABALLOS |

Conocí a Maarten Roest en uno de los brindis de Centroamérica Cuenta. Los organizadores del festival tienen la costumbre de invitar a escritores y periodistas de renombre internacional que son desconocidos para nuestro pueblo. Nicaragua o la tierra de poetas que adolece de lectores. Roest es un hombre alto, chele y de ojos azules. Lo primero que hizo fue hablarme en inglés para luego hacerme saber que habla español muy bien, que había venido a mi país en la década de 1990 y que presentó su libro, Frente al volcán, en el marco del evento. Le pregunté por esta obra y me mostró cómo descargarlo de forma gratuita, y además me invitó a un conversatorio que se llevó a cabo en el Centro Cultural Pablo Antonio Cuadra. El conversatorio «Entra nomás, estás en Nicaragua» fue organizado por Ulises Juárez Polanco, quien descubrió similitudes entre Banderas y harapos, de Gabriela Selser (unas crónicas de Nicaragua en la década de 1980) y la obra de Maarten. Ulises reunió a ambos autores en una misma mesa, y aunque en esta ocasión no me dispongo a hablar de Selser, la tendré en cuenta para un próximo artículo.

En los primeros capítulos de Frente al volcán me encontré con una serie de personajes típicos de mi país, sentimientos de una generación frente a la que se disipaba la utopía sandinista y muchos paisajes que yo misma había recorrido. Maarten Roest tuvo la sensibilidad de captar estos detalles que los nicaragüenses vivimos diario y, aunque él mismo solía entrar en escena, también poseía la frialdad necesaria como para de salir de ella y desdibujarse del relato, continuando así la trama a partir de diálogos repentinos e incisivos.

Holanda y Nicaragua no tienen muchos lazos en común. Entonces ¿cómo fue que Marteen terminó aquí? Él cuenta que fue a través de Cancún, México, en un viaje extraño. Desde muy joven tuvo la inquietud viajera. Lo hizo primero a España, se enamoró del mundo hispano y aprendió a hablar español con sus amigos latinos. «Si hablas a una persona en una lengua que entiende, el mensaje llega a su cabeza. Si le hablas en su lengua, le llega a su corazón», decía Nelson Mandela. Eso fue lo mismo que le pasó a Roest cuando aprendió español, lenguaje voluptuoso que se viste de matices únicos en cada país de Latinoamérica.

Maarten me relató que nació en el año que murió el Che Guevara, que fue parte de una generación huérfana de la Revolución Cubana y que de la Revolución Sandinista apenas tenía impresiones relativamente vagas (en aquel entonces él tenía 12 años). Para él había sido más relevante la derrota que Holanda había sufrido contra la selección anfitriona en la final del Campeonato Mundial de Futbol en Argentina. «A Nicaragua me fui acercando paulatinamente. Ya cuando vine aquí fue gracias a las noticias y las charlas con mis amigos latinoamericanos y con eso ya tenía una idea bastante clara. Esa Nicaragua que me habían contado ya no existía. Conocí la Nicaragua de la transición y mi libro describe precisamente a esa Nicaragua», me contó.

Maarten asegura que ya había comités de ayuda holandesa en nuestro país en la década de 1980 y que algunos perduran hasta hoy. Suele comparar a Holanda con Rivas porque que este departamento es llano y rodeado por agua. «Mi gran viaje, el que siempre soñé hacer, fue a Nicaragua. Cuando vine me quedé dos años haciendo periodismo», dijo. Esos dos años que están resumidos en Frente al volcán retratan a una Nicaragua llena de incertidumbre, confundida y asolada por el recuerdo de la guerra.

El libro está dividido en tres regiones de Nicaragua: la isla de Ometepe, el Pacífico y la Costa Atlántica. Las crónicas tienen lugar en escenarios realzados por la publicidad turística actual: Ometepe, Managua, León y Bluefields. Maarten Roest posee una prosa limpia y precisa característica de un periodista informativo. Esta agudeza es suavizada por las metáforas narrativas que describen el ambiente y sus ensoñaciones.

Las personas, inconscientemente, exaltan un personaje característico en los diálogos. Frente al volcán da cuenta de nuestra idiosincrasia en el granadino elitista, el leonés orgulloso, la mujer trabajadora, el curandero, el negro costeño, el miskito desconfiado. Describe nuestro paisaje, historia, gastronomía, creencias y supersticiones en boca de estos seres del día a día, seres que solo llegamos a señalar en asuntos conflictivos pero nunca para asumirlos como hermanos y mucho menos para admitir que tenemos muchas cosas en común con ellos. De vez en cuando Maarten se deja ver en el relato, casi siempre en la posición pasiva del observador expectante. Saca conclusiones de lo que analiza en su interior. Habla poco, pero no por arrogancia sino por timidez y cierta frialdad. Se dibuja como un narrador-personaje flemático que a ratos se permite conmoverse o asombrarse.

Este holandés errante viajó por regiones fragmentadas y conoció personas tan parecidas como distintas, pero todas azotadas por las batallas de la vida. Cuando se fue supo del desastre provocado por el huracán Mitch a través de cadenas de noticias internacionales. Aturdido por la tragedia, resumió todo lo que vivió y sintió con los personajes de sus páginas en su crónica «Mitch».

Maarten se declara admirador de Julio Cortázar y Carlos Martínez Rivas. Tiene la tendencia del Nuevo Periodismo Norteamericano de la década de 1960, pues le gusta escribir crónicas usando instrumentos literarios para hablar de hechos, eventos y personas reales. «Pienso que es la forma de describir realidades que no son negro ni blanco, hay matices y deja ver personas que son ambivalentes. Aún escribo así, me parece una manera acertada de escribir sobre la realidad de nuestro entorno», me dijo.

Para redactar sus crónicas optó por la observación participativa como manera de estar más cerca de la realidad. «Pienso que si uno está en sintonía o en acción con personas, su actuar es mucho más realista y su forma de representar también puede llegar a serlo». Este autor considera que el periodismo está limitado tanto en forma como temática. «Generalmente, el periodismo te exige actualidad, ciertos ángulos que no necesariamente es lo que uno ve en la realidad. Prefiero la no ficción».

Además de Frente al vocán, Roest tiene otras publicaciones que aún no ha traducido al español. Una de ellas trata acerca de la invasión de Estados Unidos a Irak (de la que fue testigo presencial) y que narra un testimonio de los hechos acompañado por un análisis del contexto sociopolítico iraquí.

Respecto a esto, Maarten me dijo lo siguiente: «Lo que uno describe dice tanto de lo que uno ve y lo que uno es. Por eso opté por la observación participativa como manera de estar más cerca de la realidad. Pienso que si uno está en sintonía o en acción con otras personas su actuar es mucho más realista y eso se refleja en su forma de representar».

Roest concluyó diciendo que ahora continúa siendo un holandés errante aunque «un poco más viejo, con menos ganas de viajar». Aunque con el tiempo ya no pueda visitar países desencantados de revoluciones o atormentados por la guerra, su espíritu viajero perdurará en las aventuras que se permitió compartir con los nicaragüenses, iraquíes, españoles, holandeses y demás personas-personajes que se esmeró en conservar literariamente.

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