Así en la política como en el futbol


Muchos me dirán que parezco un disco rayado. De nuevo con este asunto del futbol y del Mundial y de lo que significa o no significa. Y sí, quizá estoy cerca de convertirme en un disco rayado pero ¿qué se puede hacer cuando el país entero está así? Nada más que seguir la corriente, no vaya a ser que la estampida me aplaste.

De fondo, este artículo no es sobre futbol, y ni siquiera sobre cómo un simple juego puede afectar de una manera tan intensa el ánimo colectivo. Les pongo las cosas así: Panamá está cerca de ir a un Mundial. Lo hemos estado antes, pero esta vez no solo parece posible, sino que es bastante probable. Esta vez, pasar o quedarse depende enteramente de lo que hagan los seleccionados panameños y no de otros resultados. El camino que queda tampoco es fácil: primero un juego como visitantes contra Estados Unidos y luego uno en casa contra Costa Rica, pero pase lo que pase, la ida al Mundial está solo en nuestras manos.

Ahora bien, todo este asunto tiene al país en un nivel de anticipación que no estoy segura de poder explicar aun si quisiera hacerlo. Hoy —el día que estoy redactando este artículo— me enteré de que las oficinas públicas cerrarán el próximo martes 10 de octubre, a partir de las dos de la tarde, para que la gente tenga tiempo de llegar a su casa o al estadio Rommel Fernández a ver el juego. No: yo no me inventé esta noticia, y de hecho, ya es algo que está confirmado.

Toda esta coyuntura me puso a pensar, no en el futbol —pues lo disfruto como cualquier otra persona— sino en el negocio que hay detrás de él. Que si ¿hay negocio en esto para el gobierno? Por supuesto que lo hay. La política es un negocio donde los beneficios se reciben a largo plazo. Y ¿qué se gana con dejar a la burocracia salir temprano de sus labores? Buena voluntad, obviamente.

Y buena voluntad cuando más se necesita, cuando el nombre Odebretch está en boca de todos y la corrupción está frente a nuestras narices, pero sobre todo, cuando las primarias de cada partido están a pocos meses de llevarse a cabo y las elecciones presidenciales a menos de dos años.

¿Por quién votamos entonces? ¿Por el partido que está en el poder? ¿Por el de los escándalos de corrupción de la última administración? ¿Acaso por el de la corrupción histórica? Nada de eso: ¿qué tal si mejor votamos por el que nos dé días libres para ver los partidos de la clasificación al Mundial? Y si, efectivamente, Panamá va a Rusia 2018, ¿nos dejaremos seducir igual por el partido de turno cuyo gobierno nos dé las tardes libres para ir a ver los partidos?

El futbol, al final, es un nivelador absoluto. Nos gusta a todos, casi tanto como que nos regalen unas horas para poder disfrutar de él, así que, por muy absurdo que parezca, tremenda estrategia la del gobierno.

Y por más que lo diga, por más que algunas personas se quejen de lo absurdo que resulta ser el país que somos, por más que haya más de uno jurando que no necesita ni desea las horas libres, por más que yo misma reconozca que todo este embrollo es mitad cortina de humo y mitad estrategia política fríamente calculada, el martes llegaremos todos al trabajo vestidos de rojo, saldremos a las dos de ta tarde con una sonrisa y a las siete estaremos, sin falta, en el estadio o pegados a un televisor.

Porque así se vive el futbol y la política en el trópico y en un país como este.

¿Quién es Lissete E. Lanuza Sáenz?

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