Dos historias de una misma pandemia


Todo comenzó bien. Esa debería haber sido nuestra primera señal de que todo iba a terminar saliendo no mal o re-que-te-recontra-mal. Esa es nuestra suerte. La pandemia comenzó en China, se movió a Europa y cuando llegó a América parecía que todo iba a estar… si no bien, tampoco tan mal como le fue a Europa. Pero qué ilusos éramos.

Y en la ilusión, para variar, me toca agregar a los estadounidenses, que, aunque siguen siendo más desarrollados que nosotros, ahora cuentan con un hándicap tremendo: un presidente aún más corrupto e inútil que los mejores caudillos de Latinoamérica.

La ilusión, como todo por nuestros lares, duró poco. Los presidentes de nuestros países parecieron comenzar bien, con medidas estrictas y cara de que lo más importante era el pueblo, pero todo era relaciones públicas en un 100% y para ser sincera, todos debimos haberlo sabido, pero nos engañó el momento histórico que estábamos viviendo. Si hay un momento para dejar la corrupción de lado, parecía ser este. Pero permítanme un momento para reírme de mí misma, pues al final, como siempre, ganó la arrogancia, la ignorancia, el amiguismo y, desde luego, la corrupción. Esa nunca pierde.

Desde hospitales e insumos médicos hasta mascarillas, eucalipto y alcohol: todo a precios exorbitantes. En nuestros países, la pandemia resultó ser la licencia perfecta para lucrar a costillas del miedo y la desgracia. Y como bien nos enseña Brasil y Estados Unidos, tampoco hay límite sobre lo mucho que se puede ignorar la ciencia para servir los intereses… no del pueblo, sino de los que están en el poder.

Por un momento tuvimos la esperanza de que esta pandemia sería nuestro momento para lucirnos como humanos, la crisis en la que, para variar, los países en vías de desarrollo saldrían al frente y demostrarían su valor. Después de todo, tuvimos la ventaja de saber qué se venía. Pero mientras que Europa comienza, poco a poco, a volver a la normalidad —o a descubrir qué significa eso en los tiempos del coronavirus—, aquí en Latinoamérica pareciera que damos cinco pasos hacia atrás. Como siempre.

¿Quién es Lissete E. Lanuza Sáenz?

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