Nuestro reflejo en los museos


Noe Vásquez ReynaEn el Diccionario del español actual, Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos definen museo como el «lugar en que se reúnen y clasifican numerosos objetos de interés artístico, científico, histórico o cultural, para su conservación y estudio y para exponerlos al público». Al menos tuvieron la delicadeza de no incluir la tercera acepción que permanece en el Diccionario de la lengua española de la Real Academia.

En España, según la Ley 16/1985, del 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español, «Son Museos las instituciones de carácter permanente que adquieren, conservan, investigan, comunican y exhiben para fines de estudio, educación y contemplación conjuntos y colecciones de valor histórico, artístico, científico y técnico o de cualquier otra naturaleza cultural». Nos quedaremos con esta definición, y valga decir que España es un país que tiene legislación al respecto e incluso específica para cada comunidad autónoma.

En Centroamérica, como en casi toda Latinoamérica —léase, como una horrorosa e incorrectísima generalización— los productos y bienes culturales se ven desde lejos. Extraños y ajenos a la cotidiana faena de levantarse por las madrugadas, malcomer y movilizarse durante horas en servicios de transporte público deficientes, para acabar el día sin energía y con persianas y locales cerrados después de las 5 o 6 de la tarde, por aquello de que la violencia se libere y persiga nuestros pasos. Es decir, ocupar o apartar tiempo para disfrutar de los beneficios del arte, la ciencia y la cultura no es algo que tengamos como prioridad en la agenda, mucho menos de lunes a viernes.

Los museos resultan hábitats extraños porque no nos vemos en ellos. Muchas veces podrán dejarnos poco más que incógnitas, reflexiones profundas e incluso una buena selfie; y quizá algunos artistas centroamericanos han podido, con todo lo que conlleva, acceder a las entrañas de esos espacios, pese al muro invisible sin códigos suficientes para conversar con ellos.

En colaboración con el Movimiento Justicia Museal, el Museo de América, en Madrid, presenta una muestra como resultado de una ronda de reflexión y una ronda de acción gráfica llevadas a cabo el 7 y 8 de marzo, donde se partió de estas interrogantes: ¿Qué lugar ocupan las mujeres y disidencias, marronas, indígenas, migrantes en la historia y en el presente? ¿Cómo se refleja en las narrativas, prácticas y decisiones de los museos? ¿Puede el museo ser un aliado para descolonizar la mirada eurocéntrica? El objetivo era construir otros modos de habitar el Museo de América en clave transfeminista, interseccional, antirracista y decolonial.

La ronda de reflexión fue enriquecedora sobre todo al escuchar voces disidentes y contrastantes que representan precisamente esos vacíos en la narrativa de los museos. Arrojaron reflectores a las huellas indelebles que han dejado la colonización y la racialización.

En Madrid se ofrecen dos horas gratuitas al día para que el público general pueda visitar algunos de los principales museos. Dos horas al día para apreciar un Velásquez, un Goya, un Picasso y, si el cansancio lo permite, estar muy cerca del incontable relato pictórico del imperio bélico, reconquistador, cristiano y colonizador que durante siglos se valió del arte para establecer sus propios dogmas (aunque sean mitos).

En la charla de reflexión se habló sobre el «oro robado» de América y exhibido en galerías europeas, y de lo que ahora podría significar para l@s participantes. Con esta metáfora que no lo es, Angela Camacho, una de las ponentes, dijo: «Mi oro es reivindicar, reconocerme indígena después de 500 años». Después de haber migrado y permanecer diez años sin documentación, ahora se dedica al arte, al activismo y a ocupar el espacio donde se respete su oro.

«Creemos que es necesario habitar este museo desde el presente y desde lógicas, saberes y aprendizajes que nos representen en nuestra diversidad. Convocarnos a debatir sobre lo incómodo, sobre aquello que no nos gusta, sobre lo que nos excluye, y luego pasarlo a la acción gráfica es una forma de transformar el dolor y la rabia en fuerza de cambio», resumieron las moderadoras América López y Johanna Palmeyro, del Movimiento Justicia Museal.

La exposición resultante se llama «Del postureo a la acción», que estará abierta al público hasta el 14 de abril en la segunda planta del Museo de América, en Madrid. La imagen que la introduce representa a una virgen indígena con niñ@ en brazos, con vestidos rojos, naranjas y dorados con la leyenda «No es sincretismo, es RESISTENCIA».Nuestro reflejo en los museos_ Casi literal

«Si estamos demasiado cómodos en nuestras posturas es porque hay algo que no estamos contemplando. Salir del postureo y de los lugares de enunciación para pasar a proponer y tomar la palabra no es tarea fácil. Una forma de seguir en este camino es ir construyéndolo en colectivo», agregaron.

[Las fotografías son propiedad de la autora del artículo].

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