«Los intelectuales, ya sean de derechas o de izquierdas, siempre tienen miedo a lo fantástico porque les parece tan real ese mundo que creen que estás intentando engañar y, evidentemente, así es».
Ray Bradbury
Dicen que las distopías son indeseables, y claro que estoy de acuerdo en que sentir el caos o ver caer meteoritos generaría un pánico ahogado en la destrucción nada conveniente para quienes aún respiramos; pero la cuestión es que el planeta y la humanidad han conseguido hasta la fecha los resultados de deseos eminentemente humanos.
En el cuento «El ruido de un trueno», del autor estadounidense Ray Bradbury, encontramos polifacéticos espejos en formas de consumo, viajes en el tiempo, millonarios safaris, cazadores que los pagan, armas, la destrucción paulatina del planeta, política, gobiernos autoritarios y represores, y dinosaurios. Imaginemos el tipo de deseos involucrados en ese caos que se le parece tanto a la realidad que muchos podrían nombrar. Bradbury afirmaba que no trataba de hacer «predicciones acerca del futuro, sino avisos».
Al hablar de dinosaurios, Guatemala tiene sus propias ideas a las cuales Augusto Monterroso le condimentó lucidez y brevedad: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí», mientras que las élites del poder local han mantenido los periodos mesozoicos —a los que nos tienen anclados— para su exclusivo progreso y desarrollo que marcha sin decoro.
Bradbury tenía experiencias acumuladas desde la infancia para conseguir una narración inteligente, sugerente y crítica, y era experto en revelar mundos/facetas/temas con aristas en medio de líneas fantásticas, de horror y ciencia ficción. Nació en Waukegan, Illinois, el 22 de agosto de 1920, como un tipo cualquiera. Durante la Gran Depresión su familia se mudó a Los Ángeles, California, ciudad en la que Ray vendió periódicos en las esquinas de 1938 a 1942. No cursó estudios universitarios, sino más bien devoró lo que pudo en las bibliotecas públicas. Se convirtió en un defensor férreo del sistema de bibliotecas estadounidense.
Según Liliana Simón en su ensayo «Estudio de la ejecución experta de Ray Bradbury y su relación con la psicología cognitiva, la literatura y la informática educativa», la obra de Bradbury «evidencia una habilidad mental en que intenta experimentar los sentimientos de otras personas: la capacidad de ponerse en el lugar del otro». ¿Ustedes sabían que tuvo cuatro hijas: Bettina, Alexandra, Susan y Ramona? Yo no. Y me parece pertinente dejar estas dos ideas juntas.
Simón enlista los temas recurrentes de Bradbury: «el racismo; la guerra atómica; la censura; el avance de la tecnología enfocado al futuro de una humanidad dependiente de las máquinas; miedo a lo ajeno, a lo extranjero, a la muerte; ansiedades opuestas al sueño americano, es decir, un deseo de una vida más sencilla y alejada del ajetreo de la modernidad».
En su análisis de «El ruido de un trueno», el sitio web gradesaver.com afirma: «La parte más poderosa de la historia de Bradbury es su articulación de la interconectividad entre el pasado, el presente y el futuro». ¿Nos estará engañando Bradbury cuando afirma en su cuento «Matar una mariposa no podía ser tan importante»? ¿Nos engaña cuando nos habla de esas distopías que tanto nos resuena a realidad actual? ¿Alguien nos está engañando sobre nuestros presentes? ¿Todavía piensan que el futuro existe?
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