Sería irresponsable de nuestra parte no cuestionar hacia dónde estamos conduciendo al mundo. Lamentablemente tiene que darse una situación como la del pasado 8 de marzo (cuando Guatemala conmemoró triste y descaradamente el Día Internacional de la Mujer calcinando niñas y adolescentes, recreando lo sucedido en aquella lejana fábrica neoyorquina) para que la gente sienta la necesidad, obligación o compromiso de ayudar a otras personas. Desde luego, conozco a mucha gente que lo ha hecho siempre y es genial que surjan otras personas conmovidas (o impulsadas por algo inexpresable) a ayudar a otros. Y aunque a los responsables del terrible suceso los conocemos de sobra, no obstante, también es necesario comprender que todos nosotros somos responsables del mundo y podemos colaborar de muchas maneras para mejorarlo. No se trata de sentirse héroes solo por postear un hashtag en redes sociales.
A lo largo de los años he transitado por casi todos los fragmentos poblados y despoblados de Guatemala y lo que he encontrado en todos ellos es gente buena; sin embargo, también he conocido gente que cree saber lo que es bueno y hacer lo correcto, como por ejemplo Pablo Nike, un sujeto que siempre que alguien se acerca a la ventana de su auto a solicitar su ayuda regala las monedas que le dieron de cambio al comprar unos cigarros, monedas que le sobran y no desea porque no llegan a ser un quetzal o simplemente no le agrada cargarlas en la billetera o haciendo ruido en el carro. Por supuesto, él está convencido de que haciendo esto es una persona altruista porque siempre «ayuda» en los semáforos a pesar de los peligros que esto le suponga.
Aunque si les parece increíble el heroico gesto de Pablo, también están Micaela Audi y Juan Adidas: cuando alguien les pide una moneda dicen que no tienen. Después le cuentan a sus amigos que no dan algo tan simple como una moneda porque la gente seguramente lo utilizará para comprar drogas. Además no podría faltar el interesantísimo Petronilo Mall, quien no pierde la ocasión para afirmar que no tienen ninguna obligación de ayudar a los demás porque sencillamente no está para mantener haraganes y que la mejor manera de colaborar es enseñarle a la gente que no pueden esperar regalos de las demás personas.
El proceder heroico de todos los personajes mencionados y otros similares (la lista es larguísima) también afecta al desarrollo del país en forma negativa y trae consigo algo totalmente nocivo: la indiferencia. Hasta que la gente no ha muerto en masa (porque día a día muchos muertos esparcidos por el país brotan como flores marchitas) los demás no prestan atención. Solo hasta ese momento se dan cuenta de lo que está sucediendo y generalmente no comprenden que su (nuestra) indiferencia también es la culpable. Claro, salir a manifestar es algo genial y pedir que la justicia se aplique a los responsables directos es necesario (ahí estuvimos el sábado 11), pero no es lo único que podemos hacer. También hay que recordar que podemos contribuir regalando un plato de comida (no solo los perros se mueren en las calles por falta de alimento), cuadernos y pupitres para quienes los necesitan, educación para los que no la tienen, agua para los que mueren de sed, dando tiempo y atención a los problemas; porque no solo con acciones drásticas se puede conseguir un mundo mejor. Con acciones pequeñas pero constantes (sobre todo esto, pues no debe ser únicamente cuando en redes sociales alguien lo convoca) también podemos ayudar. La mejor manera de ser héroes es dejando de ser indiferentes, porque quizás no hoy, pero sí pronto llegará el día en que nadie haga algo por ayudarnos a salir del fuego.
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