El ciudadano ilustre: una patética realidad


Mario Ramos_ Perfil Casi literal«Tengo la convicción de que este tipo de reconocimiento unánime tiene que ver directa e inequívocamente con el ocaso de un artista».

Daniel Mantovani

El último largometraje de los argentinos Gastón Duprat y Mariano Cohn, premiado como mejor película en el pasado Festival de Venecia, es una comedia incómoda. Relata la vida de Daniel Mantovani (Oscar Martínez), un escritor argentino que ha vivido cuarenta años en Barcelona y que gana el Premio Nobel de Literatura. Desde ese momento comienza a recibir invitaciones de todo el mundo, las cuales desecha para aceptar sólo una, la de su pueblo natal en Argentina, Salas, que ofrece homenajearlo.

A pesar de ser recibido como un héroe por los habitantes del pueblo, después de un par de días todo cambia y aparecen los conflictos en una historia estructurada de cinco capítulos que hunden al escritor en el submundo del cual había escapado anteriormente. Una serie de sucesos contradictorios y ambiguos reafirman el popular dicho «en pueblo pequeño, infierno grande», y descubren la idiosincrasia de los pueblos latinoamericanos a través de su mediocridad social.

Presentar como un trofeo a los ciudadanos que consideran «ilustres» es una práctica real y común en sociedades con culturas pobres, donde las carencias van más allá de lo material, tal como lo presenta El ciudadano ilustre cuando el pueblo se reúne para recibir al famoso escritor, trasladado como un objeto en el camión de los bomberos junto a la reina de belleza local. A medida que la historia avanza, Daniel Mantovani se va sumiendo en un mundo que muestra los aspectos grotescos de la naturaleza humana, convirtiendo la realidad en algo patético.

El ciudadano ilustre es una película extraordinaria con un guión muy bien llevado. Muestra los miedos, las crisis, el conformismo, los ideales y el «éxito» de un artista con conflictos existenciales, en medio de una sociedad que presenta esa patética visión del arte. La fotografía, en cambio, juega su rol. La historia que se desarrolla en Europa presenta una imagen artística, bien encuadrada y limpia, pero al llegar a Salas, el mítico pueblo del ciudadano ilustre, se torna intencionalmente simple.

La película desnuda los rasgos, el temperamento y el carácter de los pueblos latinoamericanos, donde la realidad no necesariamente supera a la ficción pero sin duda la sorprende. Salas es una comunidad mediocre que vive en la incultura y el conformismo, y que se siente acechada por cualquier ciudadano, por muy respetable que sea, al pensar éste de manera diferente.

El ciudadano ilustre es ese relato inesperado sobre las miserias de la condición humana que lleva al espectador a enfrentar la realidad de muchas comunidades, magníficamente representadas por Duprat y Cohn, que termina convirtiendo al «ciudadano ilustre» en una ser odiado y despreciado.

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