Hay numerosas posibilidades de comprender el mundo, de aprehenderlo, de acercarse a sus fenómenos y apropiárselo. El conocimiento es una forma de apropiación. Y la apropiación es una forma de dominio, de dominio de la realidad, tanto material como ideal. Ahora bien, en ese sentido la crítica pretende facilitar el dominio de la realidad en una parcela concreta del conocimiento humano: la literatura.
Obviemos el antecedente de que la literatura, que de hecho es un arte, se le considere aquí como simple material gnoseológico; ello no quiere decir que considere legítima, mucho menos verdadera, esa omisión, pues la literatura es espontaneidad y entra en contradicción directa con cualquier pretensión reduccionista a mero conocimiento. Sin embargo, habrá que ajustarse a la visión saussureana del estructuralismo, que, en palabras del crítico inglés Terry Egleton: es un intento de carácter general para aplicara esta teoría lingüística a objetos y actividades diferentes del lenguaje propiamente dicho.
Es decir, con el estructuralismo se va perdiendo la visión inocente de la literatura, sustituyéndola por un corpus de conocimiento escrito, sustentado en una estructura lingüística. La literatura pasa de ser una expresión del “yo” del artista a conocimiento susceptible de analizarse científica y positivamente por el crítico.
A esta primera violencia hacia la literatura debe sumársele una segunda: la interpretación política (o bien politizada) que se hace de ella. Con lo anterior no pretendo negar que toda obra literaria participa de una ideología, sea activa o pasivamente, más bien deseo profundizar en la comprensión sesgada que las distintas clases han acordado a su conveniencia al momento de valorar la literatura.
La crítica literaria de la burguesía guatemalteca
En un sentido pragmático-mercantilista, la crítica literaria es la apreciación de un libro con el propósito de estimular sus ventas. Podría citar (aunque no lo haré) numerosas críticas provenientes de las editoriales y de la academia local, hechas con el pedestre propósito de recomendar cierta novedad literaria entre los lectores. Este es el propósito ulterior de toda crítica burguesa, hacer atractiva la adquisición de una obra literaria y promover la carrera de tal o cual escritor más o menos mediocre, que fundamenta en el marketing lo que no puede sustentar en el papel en blanco.
Este tipo de crítica, corta en su intencionalidad dentro de la cultura, ve en la literatura un bien más: los libros son simple mercancía, simple capital circulante que rendirá beneficios a los dueños del medio productivo. Y, en este sentido, la crítica es un auxiliar de la publicidad, una especie de loza de sabiduría light que, por su carácter de autoridad intelectual, valida cualquier obra que más bien debiera condenar o recomendar con cierta frialdad.
Y es que no existe en Guatemala una subvención sustancial a la literatura, y la que existe, escasa y digna de la más sincera conmiseración, es aprovechada en una estructura de caciquismo, amiguismo y compadrazgo. En consecuencia, la primera crítica, la del editor, corre por cuenta de particulares, quienes poseen ya una línea editorial preestablecida y rígida, donde priman criterios extraliterarios como la carga ideológica de los textos, por ejemplo. Es decir, en el medio local se confunde fácilmente la crítica literaria con el lucro, la propaganda y la censura.
La crítica pequeñoburguesa
Existe, además, una visión complaciente y despolemizada de la literatura. Se concibe la literatura no solamente como conocimiento, sino que se pretende analizarlo según los avances de cada ciencia. Este proceso procede del estructuralismo, que, si bien reclamaba la literatura para la lingüística, las demás disciplinas hicieron lo mismo paulatinamente. Es así como ahora contamos con numerosas visiones críticas como la fenomenología, hermenéutica, crítica de la recepción, psicocrítica, formalismo, crítica semiótica, estudios intertextuales, estilística, estructuralismo, postestructuralismo, etc.
Esta postura es evasiva con los problemas sociales, escamoteándolos con explicaciones insatisfactorias sobre la realidad inmediata, urgente y de carácter material. La crítica pequeñoburguesa consigue disociar la relación autor-sociedad; sociedad-trabajo; trabajo-autor. Con ello pretende invisivilizar el avance histórico de los pueblos, negando el papel del autor dentro de las transformaciones sociales y productivas.
La crítica pequeñoburguesa es la expresión más fiel de una sociedad administrada en gran medida por tecnócratas, encargados solamente de una reducida porción del conocimiento, cultivándola en merma de la facultad crítica, analítica y sintética respecto al drama humano que se vive fuera de la academia.
La crítica proletaria
No obstante, hay una crítica de los oprimidos. Una crítica del pobre. Una crítica de quienes a estas horas no han comido. Hay una crítica que va por los arrabales, sembrando conciencias y abriendo grandes los párpados del pueblo. Hay una crítica de los que no tienen nada. Y si bien no ha sido creada exactamente por el proletariado, sí pretende inducir a la praxis de éste, a su eventual empoderamiento.
Tales finalidades de la crítica son más sutiles o más explícitas dependiendo del caso y del autor. Sin embargo, esta es su intencionalidad. Entre ellas puede enumerarse las siguientes corrientes: crítica marxista, crítica sociológica, mitocrítica, deconstrucción, crítica feminista y estudios de género, ecocrítica.
No pretendo ahondar en ninguna corriente en concreto, ni estimular el estudio de alguna en particular. Considero, sin embargo, que la crítica debe tener también un sentido ético. Que al momento de atribuir “qué es” o “qué no es” literatura, se considere profundamente “cuál es” o “cuál no es” la intencionalidad del crítico.
No cabe más espacio para una visión ingenua de la literatura, como pura creación y expresión artística; lo que existe es una lucha de clases en progreso y a eso llamamos historia; existe, además, un producto social que documenta de forma escrita esa lucha de clases, y lo llamamos literatura. Existen pobres y existen ricos, y cada uno comenta un libro desde su conveniencia, no queda más que tomar partido.
Referencias bibliográficas
- Eagleton, Terry, Una introducción a la teoría literaria. Fondo de Cultura Económica. Segunda edición, 5ª. reimpresión. México. 2001. 250 páginas.
- Gómez Redondo, Fernando, La crítica literaria del siglo XX. Grupo Edaf y Morales, S. A. Segunda edición. España. 2007. 353 páginas.
†
¿Quién es Gabriel García Guzmán?