Campus vedado


Uriel Quesada perfil Casi literal 2Tulane University, mi alma mater, tiene un bello edificio, Gibson Hall, cuya fachada principal da a Saint Charles Ave., una de las calles más famosas del mundo. No es para menos. Justo al frente está Audubon Park, con sus fuentes y su lago siempre lleno de pájaros. El tranvía cruza por el camellón con su paso demorado, sin importar si los pasajeros están a punto de llegar tarde a lo que sea.

En Gibson Hall tienen sus oficinas el presidente, el rector y otros líderes administrativos. Representa el acceso al campus, la bienvenida a todos los que quieran entrar. Pero no es así desde hace unas semanas, cuando algunos estudiantes hicieron una acampada para protestar por la guerra en Gaza. Los muchachos plantaron sus tiendas de campaña en el jardín anterior del edificio para hacer visible su malestar e intentar lograr de la administración al menos una condena a las acciones de Israel en contra de la población civil. La acampada duró unas 30 horas. La policía irrumpió en el campamento, dispersó a los muchachos y arrestó a unos cuantos.

A la mañana siguiente, Gibson Hall estaba rodeada de vallas metálicas muy altas. En la zona verde donde estuvo la acampada había una patrulla, varias carpas de regular tamaño y puestos de vigilancia donde los oficiales, de uniforme completo, se asaban de calor y de tedio. Hacia la mitad de la zona verde, una enorme pantalla electrónica lanzaba un mensaje amenazante: Private property – Do not trespass. Se me ocurrió buscar el significado en español del verbo trespass y encuentro lo siguiente: violar o invadir la propiedad privada. En este caso, entrar sin permiso, cruzar lo que hasta pocos días atrás era un espacio abierto integrado al paisaje urbano y parte de la comunidad. El origen de trespass es el francés antiguo, de donde viene la idea de ir más allá, de infringir, de transgredir de forma activa; y en este caso, tomar por la fuerza parte del campus.

Una amiga me pregunto cómo era posible que los estudiantes fueran acusados de invadir el campus de su propia institución. No tuve una buena explicación más allá del hecho de que la acampada no fue autorizada y, por eso, se convertía en una contravención. Lo que ignoro es cuándo la falta dejó de ser un asunto interno para convertirse en la razón de un desalojo violento y levantar una valla. Un muro simbólico para mantener a los chicos a raya.

No dejo de pensar en la violencia y el su fracaso de esta acción. Vedar el espacio universitario nos recuerda a todos, pero sobre todo a los estudiantes, que el campus puede convertirse en un territorio ajeno, a pesar de que la pertenencia a la comunidad académica es un leitmotiv del discurso universitario estadounidense. El mensaje, además, no puede ser más represivo, no solamente por la alta valla y por la presencia de los miembros de la policía, sino por la enorme pantalla con su mensaje amenazador. Resulta también un fracaso porque la libertad de expresión, el pensamiento crítico y la acción contra las injusticias se enseñan en esas aulas. Además, refleja el miedo de la administración.

La posibilidad de que los estudiantes sean sancionados ha movilizado a parte del profesorado. Más de doscientos profesores han firmado una carta de apoyo en favor de los muchachos. Este gesto de solidaridad tensa las relaciones entre miembros de la facultad y la administración. No hay receta segura para enfrentar este tipo de situaciones. Un primer paso, sin embargo, sería abrir de nuevo el campus e invitar a todos a entrar.

[Foto de portada: Tulane Public Relations]

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