Así se reinventan los artistas en Honduras durante la pandemia


Linda María Ordóñez_ Perfil Casi literalEs una realidad que al Estado de Honduras no le interesa la promoción del arte y la cultura; y que, por el contrario, ha demostrado que su pretensión es reducirlo a un simple espectáculo de entretenimiento, de decadencia y utilizarlo para la politización.

La educación artística cada día se enfrenta a más obstáculos y a la reducción de espacios en el sistema público. Para el caso traigo a la memoria cuando en 2004 se ordenó el cierre de la Orquesta Nacional Sinfónica, unos cuantos años después nos quedamos sin un Ministerio de Cultura porque decidieron que no era prioridad y que era mejor idea restringirlo a una institución con mucho menor presupuesto. A esto le podemos sumar las múltiples amenazas de cierre de la Orquesta Filarmónica Juvenil y de la Escuela Experimental de Niños para la Música, la carencia de Casas de la Cultura en todo el país, el estado de deterioro severo de los edificios históricos como la Biblioteca Nacional y la Escuela de Bellas Artes, entre otros.

Así que no podemos esperar que en medio de esta crisis sanitaria el sector artístico sea considerado una prioridad; o al menos, un tema que genere preocupación al gobierno. Mientras tanto, ¿qué pasa con nuestros artistas? ¿Cómo sobreviven ante una pandemia que ha provocado el cierre de teatros, salas de cine y todos los espacios físicos que ayudaban a su promoción?

Sin duda muchos de ellos aún resisten. De alguna manera este país los ha destinado a una orfandad que parece eterna, por lo tanto, siempre han tenido que gestionar sus eventos y manifestaciones de manera independiente.

Hace unos días realicé una entrevista —para el medio de comunicación en el que trabajo— a Tito Ochoa Camacho, director del Teatro Memorias, quien me comentaba sobre todos los esfuerzos que están realizando para continuar compartiendo su trabajo y las formas que están explorando para seguir presentando sus obras a través de las redes sociales y otras plataformas virtuales.

A pesar de que este año no se logró llevar a cabo el Festival de Poesía Los Confines de la misma manera que en ediciones anteriores, el poeta y gestor cultural Salvador Madrid junto con su compañera Ethel Ayala, el poeta Néstor Ulloa y otros valiosos colaboradores han organizado lecturas de poesía a través de Facebook Live. También lograron llevar a cabo la convocatoria del IV Premio Nacional de Poesía Los Confines 2020, otorgado al poeta Martín Cálix, con su libro La danza de los papagayos.

Por otro lado, desde la editorial Malpaso se ha gestado Ciclónicas, un encuentro de escritoras hondureñas en el que se comparte una serie de conversatorios sobre las obras y el trabajo de poetas, narradoras y académicas hondureñas.

Y podría continuar nombrando a muchos y muchas artistas que están reinventándose y buscando alternativas para subsistir. Creo que son el más sublime retrato de la resistencia, del compromiso y del trabajo independiente.

Sin embargo, tampoco quiero caer en la romantización de la precariedad. Nuestros creadores no deberían de pasar penurias. ¿De dónde han sacado que hacer arte no tiene un precio? ¿Quién trabaja sin ser remunerado? Y me refiero a una remuneración digna. Sinceramente no espero ninguna iniciativa de parte de los entes del Estado. Como me dijo Tito Ochoa: «Solo el pueblo salva al pueblo».

[Foto de portada: Tito Ochoa Camacho]

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