Para la poesía y la literatura hondureña, el siglo XX representa el posicionamiento y la proliferación de la mujer en la creación, expresión y transgresión de su pensamiento a través de la palabra.
En la primera mitad del siglo XX nos encontramos con los nombres de Ángela Ochoa Valle, Lucila Gamero Moncada de Medina, Fausta Ferrera, Olimpia Varela y Varela, Paca Navas de Miralda, Clementina Suárez, Argentina Díaz Lozano, Ángela Valle y Eva Thais, entre otras. Estas voces nos dan la dimensión de la fuerza de sus nuevas formas de expresión literaria. Cabe mencionar que muchas de ellas fueron sufragistas y participaron de manera activa en las actividades políticas en pro de los derechos de las mujeres.
En este breve opúsculo quiero mencionar particularmente a Lucila Gamero de Medina, quien en 1908 publicó su novela más importante: Blanca Olmedo. Este acontecimiento la convirtió en una escritora reconocida incluso fuera de Honduras y fue novedosa en su contexto por ser un personaje femenino el sujeto narrativo de la obra.
Blanca Olmedo es una obra que retrata los conflictos fundamentales de la familia, la iglesia y la sociedad hondureña de la época. La «gran dama de las letras», como fue llamada por el escritor y crítico Luis Mariñas Otero, nos presenta una historia que cuestiona el sistema jurídico y el papel que ejerce la iglesia católica en el actuar y pensar de las familias, la sociedad y, específicamente, de las mujeres. Gamero de Medina se convirtió en esa voz que cuestiona el orden social establecido, algo que le trajo como resultado fuertes señalamientos e incluso la censura de sus obras.
En 1910 publicó Alda, un relato que nos presenta una historia enmarcada en la equidad de género, tema que sin duda continúa siendo motivo de discusión e incomodidad en la sociedad actual y al que las narradoras hondureñas contemporáneas han dado una renovada y necesaria voz en sus obras.
A pesar de que su labor literaria fue apoyada por su familia, Lucila Gamero no contó con el apoyo y la oportunidad de recibir una educación formal en Guatemala, oportunidad que sí tuvo su hermano Manuel de Adalid y Gamero, quien fue un maravilloso y destacado músico y compositor. Desde pequeña pudo acceder a la biblioteca de su padre, que no solo contaba con los clásicos de la literatura universal sino también con enormes volúmenes de textos sobre medicina, una de sus más preciadas áreas de estudio. Lucila Gamero llevó la teoría a la práctica, convirtiéndose en asistente durante las intervenciones quirúrgicas realizadas en la clínica de su padre, a quién reemplazo años después cuando tuvo la oportunidad de estudiar en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, donde en 1924 recibió su diploma como Médico Cirujano.
Gamero fue una de las primeras hondureñas en alcanzar una producción literaria de vanguardia. Entre sus publicaciones también se encuentran Adriana y Margarita, Páginas del corazón, Betina, La secretaria y Amelia Montiel.
La gran dama de las letras fue, sin duda, una mujer que rompió con los esquemas propios de la sociedad que inauguraba el siglo XX, una mujer incomprendida y estigmatizada que supo romper con la tradición y la herencia patriarcal.
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¿Quién es Linda María Ordóñez?
En el 2006 estuve ante la tumba de doña Lucila en Danlí. La tumba estaba cercada pero sucia y abandonada, invadida por el monte y coronada por una llanta vieja. Resentí ver que el lugar lo habian convertido en una letrina. Duele ver como la ignorancia y la indiferencia de la sociedad local paga a quien puso a Danlí en las letras mundiales. Espero que a esta fecha se haya reinvindicado el lugar y su memoria. Gracias Linda Ordoñez.