Mucho se ha hablado en Panamá durante las últimas semanas acerca del matrimonio entre personas del mismo sexo. Esto a raíz de dos acciones de inconstitucionalidad que exigen que se declare contrario a las normas constitucionales y de derechos humanos los artículos que restringen únicamente al matrimonio entre un hombre y una mujer. Incluso han salido reportajes a nivel internacional que dicen que en Panamá estamos discutiendo el «matrimonio gay» acaloradamente y que ante esto hay varias inflexiones que merecen ser escritas.
Aclaro que no existe el «matrimonio gay», sino más bien el matrimonio igualitario, y reducir la lucha por igualdad de derechos para la comunidad LGBTI a solo los gays es seguir teniendo una visión androcéntrica acerca de la igualdad porque al final solo se visibilizan a los hombres homosexuales.
Por otro lado, para discutir este tema no podemos obviar el fondo del asunto desde sus orígenes, y si bien el matrimonio como tal es una institución que ha ido mutando, es importante no olvidar que tiene patrones machistas que se han ido replicando infinitamente generación tras generación. El matrimonio ha legitimado la posesión forzada de las mujeres como un contrato de compraventa, donde es innegable que desde sus orígenes el valor de cambio era la mujer como parte del erario del padre. Al final, este tipo de transacción tenía como objetivo que la mujer cumpliera con un rol reproductivo (que aún se pretende imponer), porque tener herederos significaba mayores oportunidades de legar y preservar el apellido y el resto de bienes.
Creo que en buena parte de mis artículos publicados para este medio he dejado claro cuál es mi visión de los Derechos Humanos. Soy una persona que cree fielmente en reducir todo tipo de brechas de desigualdad, que todos y todas tengan el mismo acceso a cualquier derecho y que el respeto a nuestra libertad individual no sea coartado de ninguna forma por la moral en turno. Es por ello que en casos particulares, como en el caso del matrimonio igualitario, no puedo dejar de cuestionar la estructura colonizadora por la que estamos luchando por la igualdad.
Si bien en la actualidad la estructura del matrimonio ha evolucionado y ha logrado ciertos beneficios —como la capacidad de heredar y de tomar decisiones para el otro cónyuge en casos de emergencia o de necesidad, acceder a un seguro social de pareja, comprar una casa a través de un préstamo o adoptar hijos— la misma sociedad como tal le sigue agregando una connotación irreal, dominante, cargada de mitos del amor romántico y difícil de despatriarcalizar.
Entonces es ante estas situaciones en que me hago otras preguntas y no solo opino si estoy o no de acuerdo con el matrimonio igualitario. Lo que hago realmente es dividir la pregunta en dos, siendo la primera un cuestionamiento acerca de si las parejas sexodiversas tienen el mismo derecho de casarse que las parejas heterosexuales. La respuesta es un rotundo sí: no es posible que un grupo de personas no tengan acceso a ese derecho por el simple hecho de que una mayoría quiera restringirlos. Esto, además, indiscutiblemente cuenta con beneficios que han sido logros mayormente peleados y alcanzados por las mujeres (porque antes, nosotras ni derecho a divorciarnos teníamos, y mucho menos a aspirar a la patria potestad de nuestros hijos).
La segunda pregunta es más simple: ¿estoy de acuerdo que con esto alcanzaremos la igualdad? Y lo que pienso o no talvez no tenga mucha importancia en este momento porque este proceso ya se está dando. Hay gente que admiro mucho y que está entregando el cuerpo y el alma por esta causa y por mi parte creo que he dejado bastante clara mi opinión. Si solo buscamos la igualdad sin cuestionarnos los qué y los cómo, de todas formas caeremos en una misma estructura —entiéndase en este caso el matrimonio— que replicará ahora desde la diversidad sexual los vicios de la heteronormatividad.
Concluyo con la siguiente reflexión: podemos seguir luchando por la igualdad de derechos, pero ¿será el matrimonio, tal y como lo conocemos, la forma de lograrla?
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¿Quién es Corina Rueda Borrero?